Artículo publicado por VICE México.
Todo comenzó cuando Maluma comenzó a dejar de lado su imagen “de barrio” para comenzar a hacerle algunos guiños al mundo de la moda. Al abandonar su corte “a rape”, sus camisetas de tirantes y su actitud de matón, sus detractores —que no eran pocos— se multiplicaron. Hasta entonces, las críticas a este cantante de reggaetón estaban centradas en sus letras: que si eran poco profundas, que si cosificaban a la mujer, que si invitaban a la violencia de género. Hasta ahí todo bien, dado que cualquiera puede disentir sobre un contenido, sobre todo cuando este promueve actitudes poco deseables en contra de un grupo vulnerable.
Admitámoslo: el problema de la violencia de género a las mujeres no es un asunto menor. Tan sólo en 2017, según cifras proporcionadas por el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (dependencia de la ONU), 2,554 mujeres fueron víctimas de feminicidios en nuestro continente, excluyendo a Estados Unidos y Canadá. En un panorama tan sombrío en el que a la mujer se le considera un objeto, por supuesto que es válido cuestionar letras como la de “Cuatro Babys”, que rezan estrofas como:
“Tú tienes tú mi cuenta de banco y el número de la Master Card
Tú eres mi mujer oficial
Me tiene enamorado ese culote con ese pelo rubio
Pero tengo otra pelinegra que siempre quiere chichar”
Porque claro, según letras como esas las mujeres “son las oficiales” cuando sus favores sexuales son pagados con dinero y bienes, pero no hay ningún problema en incurrir en bigamia o poligamia, siempre y cuando a ellas se les pague como si se tratase de sexoservidoras. Ante esas letras los hombres callaron y no sólo eso: coreaban las letras como si ahí no hubiese problema alguno. Sólo las activistas feministas prendieron las alertas y no tardaron en llamarlas “feminazis”, además de jugar la sobada carta de la “libertad de expresión”.

¿Es nuestro continente un espacio seguro para expresar las orientaciones sexuales y expresiones de género diferentes a la heterosexualidad? Las cifras no mienten, es un rotundo no. Por supuesto personas privilegiadas como Maluma podrían “fácilmente” salir del clóset, pero ninguno de nosotros sabe los intereses económicos a los que tiene que responder, los contratos que tendría que rescindir y lo que peligraría su carrera por el hecho de asumir públicamente una orientación sexual diversa. Pero insisto: esto sólo en caso de que en realidad lo sea, porque hasta el momento él ha insistido en que es heterosexual y ha tenido que reafirmarlo en varias entrevistas.
¿No convendría centrarnos en exigirle, eso sí, que deje de crear y propagar letras que son verdaderas apologías a la violencia hacia la mujer? ¿Por qué cuando canta “estoy enamorado de cuatro babies, siempre me dan lo que quiero, chingan cuando yo les digo, ninguna me pone pero” está bien, pero cuando se atreve a dejarse el pelo largo, a pintárselo de rubio o a tomarse fotos con poses poco “masculinas” ahí sí los hombres —hetero u homo— hacemos revuelo?
Valdría la pena revisar cuánto de estas críticas o burlas a Maluma no son en realidad un reflejo de nuestra homofobia y al final, de nuestra misoginia: porque cuando se denigra a la mujer, equiparándola con un objeto sexual, no hay problema, pero cuando un hombre se atreve a “rebajarse” a parecerse a una, entonces sí, es motivo de burla. Y en eso no hay distinción de orientaciones: tanto los gays como los heteros estamos contaminados hasta el tuétano de estos vicios patriarcales que urge evidenciar, revisar y erradicar.
Pável Gaona https://ift.tt/2zsakZx
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