Páginas

sábado, 16 de febrero de 2019

La LSD cambia la forma en que percibimos el tiempo

Artículo publicado originalmente por Tonic Estados Unidos.

En 2015, el neurocientífico cognitivo Devin Terhune fue atropellado por un coche. El impacto duró menos de un segundo, pero él tuvo la sensación de que fue mucho más tiempo.

“Iba en bicicleta a toda velocidad, por lo que cuando choqué con el coche salí volando unos 5 metros”, recuerda. “Objetivamente, estoy seguro de que todo se desarrolló en menos de un segundo, pero tal y como lo viví, me dio la sensación de estar al menos cinco segundos en el aire. Fue todo muy lento”.

El tiempo pasó de los milisegundos a los segundos, y Terhune vivió de primera mano algo que todos vivimos a diario de forma menos drástica. Medimos el tiempo en cantidades establecidas: segundos, minutos y horas. Sin embargo, la percepción que tenemos del mismo es más compleja. Cuando te mueres de aburrimiento, diez minutos pueden parecer una eternidad, mientras que cuando estás con tu mejor amiga, ese mismo periodo parece volar sin que te des cuenta.

Esa elasticidad en la percepción del tiempo se potencia aun más cuando tomamos drogas psicodélicas. Un estudio de drogas alucinógenas de 1964 revela cuánto hace que usamos drogas para jugar con el tiempo, acelerándolo y ralentizándolo. Un informe de 1913 sobre una intoxicación por mescalina explica que, bajo los efectos de esa droga, la persona “sintió que el futuro inmediato se aceleraba a una velocidad caótica y que el tiempo era infinito”.

Otro estudio de 1954 reveló trastornos en la percepción del tiempo en 13 de los 23 sujetos a los que se había suministrado sustancias psicodélicas. La mayoría de ellos decía sentir “una especie de insularidad temporal” en la que solo el presente era real y el pasado y el futuro eran muy, muy remotos. “Uno de los sujetos experimentó un ‘estado de suspensión atemporal’; varios sintieron que el tiempo pasaba muy rápidamente, mientras que para otros, se ralentizaba”, según el estudio. “Hubo un caso en que el estado de ánimo del sujeto fluctuaba entre la euforia y la depresión, y el individuo experimentó simultáneamente rapidez y lentitud en el paso del tiempo”.

La percepción del tiempo es un proceso fundamental del cerebro estrechamente vinculado con la atención, los estados emocionales, la memoria, los trastornos psiquiátricos y psicológicos e incluso la consciencia. Sin embargo, pese a que la comunidad científica lleva décadas analizado a título anecdótico la forma en que las drogas pueden alterar la percepción del tiempo, pocos han sido capaces de abordar este aspecto de modo riguroso y mediante estudios bien diseñados.

Terhune siempre ha mostrado gran interés por entender los mecanismos neuroquímicos que intervienen en la distorsión de la percepción del tiempo, algo que ya se está investigando con las drogas psicodélicas. Estas sustancias actúan sobre vías y agentes químicos específicos del cerebro y, si también son capaces de alterar nuestra percepción del tiempo, tal vez podríamos aprender cómo ocurre esto exactamente.

A finales del pasado noviembre, Terhune y su equipo publicaron un ensayo aleatorio doble ciego controlado por placebo en Psychopharmacology, en el que examinaban los efectos de microdosis de LSD en la percepción del tiempo. El estudio reveló que, incluso en dosis tan bajas, la LSD parece afectar nuestra interpretación del paso del tiempo, aunque todavía se desconoce cómo y cuándo.

En este nuevo ensayo, dividieron a 48 personas saludables en cuatro grupos. A uno de ellos se le suministró un placebo, y los otros tres recibieron distintas dosis de LSD, concretamente 5, 10 o 20 microgramos. A continuación, se les pidió que llevaran a cabo lo que se denomina una tarea de reproducción temporal, que consiste en observar un objeto —en este caso, un círculo azul— en una pantalla durante un lapso determinado y luego intentar recordar durante cuánto tiempo lo han visto.

Se mostraba a los participantes un círculo azul durante un periodo de tiempo que oscilaba entre los 800 y los 4000 milisegundos, en incrementos de 400. “El círculo azul aparecía en pantalla, digamos, 1200 o 1600 milisegundos, lo que fuera”, señala Terhune. “El participante tenía que centrarse en él y tratar de calcular y memorizar cuánto tiempo había permanecido visible”. A continuación, debían mantener pulsada la barra espaciadora de un teclado durante el mismo intervalo de tiempo que creían haber estado viendo el círculo.

Terhune y su equipo querían averiguar con qué exactitud reproducían los distintos grupos esos intervalos. Descubrieron que los sujetos que habían consumido LSD tendían a mantener pulsada la barra espaciadora más tiempo que los sujetos que habían tomado el placebo. Los investigadores llaman a esto “sobrerreproducción”.

Es importante señalar que estos cambios en la percepción del tiempo se produjeron sin que hubiera ningún otro efecto destacable sobre la consciencia causado por la droga. Los investigadores pidieron a los participantes que informaran sobre cualquier síntoma que pudieran notar tras tomar la LSD, como distorsiones perceptivas, pensamientos insólitos, sensación de estar drogados o dificultad para concentrarse. Si bien hubo varios efectos secundarios leves, desde el punto de vista estadístico, las alteraciones en la percepción del tiempo se produjeron independientemente de cualquier otra influencia subjetiva de la droga.

En otro trabajo sobre la percepción del tiempo y los alucinógenos, uno de los factores que complicaba la interpretación eran los intensos efectos de las propias drogas. En los casos en que los participantes sufrían alteraciones en la percepción del tiempo, ¿se debía verdaderamente a un cambio de su percepción o más bien a que se habían distraído, por ejemplo, con algún tipo de alucinación visual?

En cualquier caso, es complicado descifrar lo que revelan estos hallazgos. ¿Los participantes pulsaron la barra espaciadora durante más tiempo porque creían que el círculo estuvo a la vista ese intervalo? ¿O quizá su percepción del tiempo se vio afectada en un momento distinto, como cuando pulsaron la tecla?

Manoj Doss tiene un doctorado en Neuropsicofarmacología Cognitiva en la Universidad Johns Hopkins y se especializa en el estudio de la memoria. Según él, el problema podría radicar en el cifrado. En un hilo de Twitter sobre el estudio, explicaba qué quería decir con eso: “Supongamos que pensaste que el intervalo inicial fue de 3 segundos (el tiempo que realmente transcurrió). Cuando intentas reproducir ese periodo en un estado en el que el tiempo parece dilatarse el doble, pensarías que han pasado 3 segundos cuando realmente habrían transcurrido 1,5. Esto significa que los participantes del estudio podían haber codificado el intervalo de forma perfectamente normal pero tenían la sensación de que el tiempo se había “acelerado” durante el intervalo de reproducción, lo que les llevó a dar una estimación errónea por exceso. A mi entender, ambos efectos entran en juego”.

“Es difícil discernir estas cosas”, coincide Terhune. “Está claro que no logramos hacerlo en ese estudio, por lo que hay que ser cautos”.

Independientemente de qué lo cause, el fenómeno de la sobrerreproducción no deja de ser intrigante. En los pocos otros estudios que se han hecho con drogas psicodélicas y exactamente la misma tarea, los resultados han sido totalmente opuestos. Marc Wittmann, neuropsicólogo y una eminencia en el campo de la percepción del tiempo y los estados mentales alterados, es el autor de prácticamente todos los ensayos sobre sustancias psicodélicas y percepción del tiempo que existen, y concluyó que, bajo el efecto de estas drogas, los participantes tendían a reproducir intervalos más cortos, justo lo contrario a la conclusión de Terhune.

“Me sorprendió un poco el aspecto de la sobrerreproducción, pero es muy interesante”, me dijo Wittmann. “En nuestros anteriores estudios, esta vez con microdosis de psilocibina [el compuesto psicoactivo de las setas mágicas], una droga ligeramente distinta aunque también psicodélica y muy, muy parecida a la LSD, descubrimos que los participantes reproducían intervalos más cortos”.

En 2007, Wittmann y sus compañeros hicieron un ensayo con 12 personas saludables bajo la influencia de dosis medias y altas de psilocibina y descubrieron que esta sustancia mermaba considerablemente su capacidad de reproducir con precisión intervalos de duración superior a los 2,5 segundos. En un estudio de 2008 publicado en Neuroscience Letters, se comprobó que, bajo los efectos de la psilocibina, los participantes también reproducían intervalos más cortos. En ese estudio en concreto, el experimento se realizó con una dosis baja de la droga.

La comparación del trabajo de Terhune con el experimento con dosis bajas de psilocibina resulta especialmente interesante, asegura Doss. “Es increíble que haya dos drogas que actúen de forma muy similar en el cerebro y una provoque el efecto totalmente opuesto a la otra”, añade.

Terhune no considera que sus resultados necesariamente contradigan los de Wittmann, sino que indican que todavía hay más cosas que aprender. Wittmann aventuró que la LSD podría provocar reacciones más diversas en el cerebro que la psilocibina. Tanto la psilocibina como la LSD afectan principalmente al sistema serotoninérgico, si bien la LSD también influye en el sistema de la dopamina, lo que podría explicar los distintos resultados de Terhune.

Terhune dice que existen interesantes investigaciones en animales que apuntan a la posibilidad de que la LSD podría afectar al cerebro en etapas: primero a la serotonina y posteriormente a la dopamina. Los participantes de su estudio fueron examinados unas dos horas después de haber tomado la dosis, lo que explicaría las variaciones en la noción del tiempo.

Si entendiéramos exactamente cómo funciona la percepción del tiempo, ¿podríamos modularla en nuestro beneficio? Se ha demostrado que hay personas con depresión u otros trastornos psiquiátricos o neurológicos cuya percepción del tiempo se ha visto alterada. Cabría preguntarse si provocar intencionalmente estas alteraciones para acelerar o disminuir la percepción del paso del tiempo podría ayudar a tratar alguno de estos trastornos. En el caso de la depresión, por ejemplo, para los que la sufren el tiempo parece pasar muy lentamente o incluso detenerse.

“Esto está estrechamente relacionado con las emociones negativas muy intensas, que provocan la sensación de estar atrapado en el tiempo”, señala Wittmann.

Actualmente no existe una teoría unificada que explique los mecanismos por los que percibimos el tiempo de forma normal, según me explica Wittmann, quien añade que el tiempo subjetivo está muy vinculado a nuestro cuerpo y a la medida en que lo sentimos —algo que se denomina interocepción—, y que la zona del cerebro responsable de recibir las señales internas de nuestro cuerpo podría ser responsable también de percibir el paso del tiempo.

Continuar llevando a cabo investigaciones con LSD y psilocibina, prestando especial atención a los tiempos y las dosis usadas, podría esclarecer mejor estos matices, demostrar que las drogas son capaces de alterar nuestra percepción del tiempo y arrojar luz sobre los entresijos de este fenómeno en nuestro día a día.

Para Wittmann, entender la percepción del tiempo implica entender también otro de los grandes misterios de la vida: la conciencia.

Terhune coincide con Wittmann en este punto: “Yo diría que la conciencia del tiempo y la de uno mismo se modulan de forma conjunta”, me explica. “¿Qué pasa cuando estás aburrido? Estás vinculado en gran medida con tu propio yo. Te vuelves más autorreflexivo, sientes tu yo corporal de forma mucho más intensa y tienes la sensación de que no pasa el tiempo. Sin embargo, cuando eres menos consciente de ti mismo, por ejemplo, cuando estás manteniendo una conversación interesante o viendo una película, sientes como si flotaras, no adviertes tanto tu propio yo y te da la sensación de que el tiempo vuela. En ese momento te das cuenta de hasta qué punto la percepción de uno mismo y del tiempo están totalmente relacionadas”.

Shayla Love https://ift.tt/eA8V8J

No hay comentarios:

Publicar un comentario