Artículo publicado originalmente por VICE Canadá. Leer en inglés.
En los años formativos de la edad adulta, mudarte de la casa de tus padres es un hito que algunos de nosotros esperamos alcanzar tan pronto como sea posible. Pero cuando la vida te da un revés —una relación de convivencia finaliza repentinamente, pierdes tu empleo o las rentas en tu ciudad alcanzan niveles críticos—, algunos deben volver a sus hogares familiares. Aunque sin duda es un privilegio tener esa opción disponible, los desafíos pueden ser muchos.
El martes, un juez le ordenó a un hombre de 30 años en el estado de Nueva York que se mudara de la casa de sus padres. Según se informa, sus padres le enviaron varias cartas de desalojo e incluso le ofrecieron $ 1.100 dólares para ayudarlo a conseguir un lugar donde quedarse.
Aunque el hecho de que los padres lleguen hasta los tribunales para desalojar a sus hijos ya muy adultos de sus hogares es una rareza, vivir con tus padres a los veinte años puede involucrar su propio cúmulo de horrores. Y eso sin mencionar el estigma social que puede acompañarlo. Por lo que, entrevistamos a personas que lo han vivido.
Padre desnudo y robo de marihuana
He estado viviendo con mis padres por poco más de un año. Me mudé originalmente cuando tenía 19 años. Tuve la suerte de encontrar un departamento demencialmente barato muy cerca de donde trabajaba. Todo fue excelente. Luego, me despidieron de un trabajo en el que estuve cerca de cinco años. Después, el contrato de arrendamiento del departamento se terminó, y los propietarios querían hacerle "renovaciones". Pero, en realidad, alguien se mudó ahí unas cuantas semanas después.
Mi familia y yo vivimos en un departamento realmente pequeño. Había estado fumando hierba desde que me fui de casa de mis padres, casi a diario.Y eso tuvo que cambiar. Mis padres tienen muy buen olfato. Incluso si fumo afuera y entro, se dan cuenta. Mi hermano, que tiene 24 años, también vive con nosotros. No esperaba que se robara mi marihuana cuando fuéramos mayores. Nunca pensé que, ya siendo mayor, mi familia me molestaría de la misma manera que lo hacían mis compañeros de departamento cuando acaparaban la cocina durante una hora o con respecto a los trastos.
Definitivamente pensé que cosas como que mi papá caminara desnudo por la casa sin previo aviso o que tocara a mi puerta sólo para decirme algo sin importancia, dejarían de suceder una vez que terminara mi adolescencia. Pero al volver, todas esas cosas siguen pasando. -Joseph, 28
Vivir con mamá, y dos bebés
Viví con mi madre y su esposo durante casi cuatro meses, y después me mudé a casa de mi abuela durante otros cuatro meses. Tenía 25 años en ese momento. Inicialmente me había mudado de la casa familiar justo antes de cumplir los 19 años. Tenía dos niños pequeños, lo cual era un desafío por sí mismo. Mi mayor desafío fue sentirme indeseada y como un estorbo. Toda la situación era absolutamente incómoda. Tenía que compartir una pequeña habitación con mis dos hijos, así que no tenía nada de privacidad. Hacia el final simplemente era demasiado para mí. Todos teníamos diferentes ideas sobre cómo debería ser el hogar y casi nunca concordábamos en nada. Llegó al punto en que era difícil para todos los involucrados ponernos de cuerdo hasta en los horarios para bañarnos y al planificar las comidas. Pero mi esposo y yo nos habíamos separado, y no tenía otro lugar adonde ir. [Mi familia] inicialmente fue extremadamente solidaria cuando todo eso ocurrió.
A pesar de que no fue la mejor situación, sirvió para que mi mamá y yo nos acercáramos mucho más. Estaba tratando de adaptarme a la nueva situación lentamente, pero en última instancia, la falta de privacidad y espacio personal es lo que me impulsó a mudarme. Después de estar sola durante tanto tiempo, fue muy difícil renunciar a ello. Irónicamente, estamos rentándole una casa a mi madre ahora. Simplemente sucedió y funcionó para todos. Estamos buscando que pronto pueda comprarle la casa. -Korrine, 27
Purgatorio suburbano
Acabo de regresar a casa de mis padres hace un mes, después de graduarme de la universidad. Viví en su casa hasta los 20 años y luego viví solo durante dos años increíbles, volví y luego me fui de nuevo por tres años. Eso me lleva hasta el día de hoy. Dejé de trabajar para enfocarme en mis estudios. Estaba en la ruina y usé la casa de mis padres como red de seguridad.
Vivir en los suburbios es un desafío: es tedioso y carente de cultura. La casa de mi madre está a sólo unos cuantos kilómetros del centro de la ciudad, pero la diferencia en la mentalidad es mucha. El ritmo es más lento, y consume mucho tiempo. Al ser un hombre asiático, he crecido con una gran estigmatización y la percepción de que los hombres asiáticos somos indeseables. Si ya tiene esos problemas... Volver a casa de tus padres es una gran forma de aislarte y relegarte del mundo. El espacio que has tenido para convertirte en una persona extrovertida y liberada, al volver a casa, simplemente te es arrebatado.
Crecí en un hogar monoparental y soy el hermano mayor. Esto fue muy agotador mientras crecía. Entonces, me encontré y liberé, integrándome en las artes y la cultura de la ciudad, es como si tuviera dos personalidades diferentes. Es un cambio, como si ahora fuera un gato salvaje en lugar de un gato doméstico. Tengo dos hermanos menores. Mi hermano tiene cinco años, mi hermana tiene 14. Es una gran ventaja poder estar con mi hermana y enseñarla a usar la patineta. Pero al mismo tiempo, lo mucho que mi familia necesita de mí... Es un poco abrumador, necesito progresar como profesional.
Como que vivo en un ambiente tóxico. Mi madre es una especie de acumuladora. Vivo en su almacén que también es un dormitorio, pero está lleno de almohadas, sillas de jardín, sillas infantiles para el auto y muebles de patio. Me levanto a las 8 am en punto, y organizo mi día para pasar el mayor tiempo posible en la ciudad. -Tim, 26
Cuidar a tu madre enferma
Como adulto viví con mis padres dos veces. No me mudé de su casa hasta los 22 años. Luego, tuve que regresar a los 27. Mi mamá estaba enferma de cáncer. También estaba viviendo una vida financieramente insostenible en la gran ciudad, por lo que mudarme de vuelta a casa era inevitable de todos modos. Estaba en una posición inusual: mi madre en realidad nunca quiso que me fuera, así que me recibió con los brazos abiertos cuando volví.
De repente, esa era mi realidad. Pasé de preocuparme por qué haría el próximo fin de semana a preocuparme por las citas en la clínica oncológica en literalmente el lapso de un viaje en avión.
Fue difícil reajustarme a vivir con mi madre. Cuando tienes compañeros de departamento, son tus iguales, la relación es un poco más recíproca. Pero tus padres son tus padres. Existe la expectativa de que te vas a ajustar a ellos, es su casa, y ellos no se van a ajustar a ti. Hubo mucha fricción con respecto a la forma en que queríamos vivir nuestra vida hogareña. Eso fue difícil porque no quería pelear con mi mamá por cuándo surtiríamos la despensa, o cómo se debían organizar varias cosas en la casa. De hecho, esas pequeñas cosas fueron las que me resultaron muy desafiantes, sin mencionar el hecho de que ella estaba enferma.
Hasta cierto punto, tenía privacidad, pero tenía que limitarme a mi propio espacio. Los espacios comunes eran de mi madre: la sala, la cocina, el comedor. Mudarme de una ciudad más grande a una ciudad más pequeña hizo que todo fuera mucho más difícil. Dejé atrás mis conexiones y regresé a un lugar donde no tenía tantas. Cuidar a mi madre era un trabajo de tiempo completo. Desde el momento en que se despertaba hasta que se iba a dormir, de 7 AM a 7 PM, yo estaba de guardia. Definitivamente sentí que tenía una relación más cercana y más adulta con mi madre. Hice todo lo que pude.
No era la persona más feliz con esa situación. Prefiero vivir solo. Pero amo a mi madre... Aprendí mucho, por ejemplo, cómo administrar mejor mi dinero. Definitivamente volvería a hacerlo, especialmente porque ese fue el último año de vida de mi madre, y pude compartirlo con ella.
Tuve que lidiar con muchas consecuencias inesperadas. Vivo en la casa de mi madre. La heredé, junto con todas sus posesiones. Me tomó varios años y varias facturas de impuestos a la propiedad darme cuenta del tipo de situación en la que me encontraba. Honestamente, nunca había pensado seriamente en lo que significa poseer una casa; lo complicado, difícil y costoso que es, cuánto cuesta mantenerla. Ahora, estoy planeando regresar a la gran ciudad. -Chris, 30
Estas entrevistas han sido editadas por su extensión y para una mayor claridad.
Allison Tierney https://ift.tt/eA8V8J
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