Tenía apenas unos días en Tokio cuando todo se descontroló. “¿Es cierto esto?”, “tú que estás por allá confírmanos”, “¡tienes que encontrarlos!” Esos eran los mensajes que mis amigos me mandaron, junto con algunos links.
Resulta que gracias un tuit que se difundió como la peste y puso de cabeza las redes sociales, todo mundo afirmó que estábamos en una especie de “mundo al revés”, y que en Japón, a los cacahuates japoneses se les conocía como “cacahuates mexicanos”. Páginas como La Silla Rota, Radio Fórmula y ADN 40, entre otras, publicaron notas con encabezados como: “¡En Japón los cacahuates japoneses se conocen como cacahuates mexicanos!” Y comenzó la leyenda urbana.
Al parecer todo partió de un viejo tuit que publicó la mexicana Mariana Quintana, que desde hace ya varios años reside en Japón. Mariana tiene un blog que se dedica a hablar de los dulces, frituras y “comida chatarra” que se vende en aquellos lares y le pareció curioso que hubiese unos cacahuates que tuvieran un mexicanito dibujado en la envoltura. Luego, alguien retomó su foto y posteó: “sigo en shock: el maní japonés en Japón se llama maní mexicano y tiene a un mexicano dibujado en el paquete”.
Ese tuit se viralizó. Luego, las páginas ya mencionadas, asumieron que esto era verdad y lo publicaron. La historia parecía concordar con los “hechos históricos”, pues es más o menos de dominio público que los cacahuates japoneses fueron traídos a nuestro país y comercializados por un japonés, el señor Yoshigei Nakatani. Residente del barrio de La Merced, Yoshigei tomó una receta de cacahuates cubiertos originaria de Japón y con los ingredientes que tuvo la mano, hizo unos cacahuates muy similares, que al ser la novedad entre los mexicanos y distribuidos por alguien de tan peculiar fisonomía, fueron bautizados por los locales como “cacahuates japoneses”. Pero, ¿era verdad que en Japón la gente los conocía como cacahuates mexicanos?
“Claro que no, aquí nadie los conoce así”
Lo primero que hice fue preguntarle a un amigo mexicano, César Aguirre, quien vive y trabaja en Japón, si era cierto que allá la gente los conoce como “cacahuates mexicanos”. “Claro que no, aquí nadie los conoce así”, me respondió sin dudarlo. Su pareja, Ryo Yashiki —él sí japonés con todas las de la ley y residente de Kyoto—, reconfirmó la información: en Japón NADIE conoce a los cacahuates japoneses como cacahuates mexicanos. Incluso hice que el pobre César le preguntara a sus compañeros de trabajo si alguien conocía a los cacahuates japoneses como “mexicanos”. La respuesta fue negativa.
Me lancé a las calles a buscar los mentados cacahuates. Recorrí tienditas de dulces, tiendas de conveniencia tipo Seven Eleven e incluso enormes supermercados en Tokio, pero nada. Los cacahuates con el charrito dibujado no se aparecían. Ya un poco cansado decidí acudir a la fuente: si Twitter había generado todo esto, Twitter iba a darme también las respuestas.
Así contacté a Mariana Quintana, quien fue la primera en tomar la foto de los cacahuates Takorina. Sin muchas esperanzas, le escribí. Mariana no sólo me respondió muy rápido, sino también muy amable. Pactamos una cita para vernos unos días después. Cuando al fin nos vimos, Mariana me esperaba con una amplia sonrisa, con todas las respuestas y con un par de paquetes de los legendarios cacahuates que habían creado toda esa confusión.
“Estoy un poco cansada de tanta desinformación, pero empecemos por el principio. Estos cacahuates nadie los conoce en Japón como 'cacahuates mexicanos' porque, para empezar, la gente aquí no distingue a los cacahuates de las otras semillas. Hay una palabra genérica para todos las semillas cubiertas con una capa dulce. Aquí toda la gente los conoce como mamegashi que viene de la palabra mame que significa frijol y gashi, que significa dulce. Los mamegashi pueden ser habas, garbanzos, frijolitos de soya o cacahuates. Todo lo que tenga forma forma de frijol y esté cubierto de una capa saborizada, es un mamegashi. Pero nadie conoce o distingue a los cacahuates como una categoría aparte”, me contó.
“Los cacahuates japoneses verdaderamente son de Japón. Lo que hizo el señor Nakatani fue tomar una receta que ya existía en Japón y reproducirla en México. Es todo. Si alguien se lleva la receta del sushi a México y la prepara allá, ¿ya tendría derecho a decir que el sushi es mexicano? ¡Por supuesto que no! Pero no te imaginas cuántas veces he tenido esta discusión. A la gente le dices que los cacahuates japoneses no son un invento mexicano y neta parece que les estás tocando lo más sagrado, peor que si les mentaras la madre. ¡No pueden aceptar que estos cacahuates no nacieron en México, sino verdaderamente son de Japón”.
“¿Entonces por qué estos cacahuates tienen a un mexicanito en la envoltura?”, le pregunté dispuesto a darle la última estocada al misterio. “Muy fácil: porque estos son cacahuates sabor taco. En Japón, los mamegashi más comunes tienen cobertura sabor algas o sabor calamar, incluso sabor dulce, pero estos mamegashi, como puedes leer en el empaque, son ‘spicy’, o sea, picantes. Pero nada en la envoltura dice que sean mexicanos ni nada por el estilo. Es por este sabor taco que se llaman 'Takorina'”.
También me contó que estos mamegashi en particular tienen sabor a taco por algo muy curioso: vienen de la isla de Okinawa. Okinawa siempre ha tenido una historia y una gastronomía muy diferente a la del resto de Japón. Al ser un territorio anexionado de manera relativamente reciente, esta prefectura durante mucho tiempo recibió mucha influencia de occidente. De hecho, su platillo más reconocido se llama “taco rice”, que no es otra cosa que los ingredientes del taco “tex mex” (carne molida, lechuga, y jitomate) servidos sobre una cama de arroz. “Estos cacahuates tienen sabor taco, porque el taco rice es de las comidas más comunes en Okinawa”.
“¿Entonces me juras que en Japón nadie conoce a los cacahuates japoneses como mexicanos?”, pregunté por última vez, escéptico. “¡No, en serio! Es más, estos cacahuates sabor taco no son nada fáciles de conseguir en Japón. Generalmente los compro en ferias de golosinas, pero estos días no ha habido. Los compré en una satélite shop, que son tiendas que tienen los productos más representativos de cada prefectura. En la satélite shop de la prefectura Okinawa por fin los encontré y es por eso que están aquí frente a ti. ¡Toma te los regalo!”.
Tomé los cacahuates como si fueran un tesoro. ¡Ni siquiera tenía ganas de abrirlos! Para algunos serán sólo una bolsita de comida chatarra, pero para mí son el símbolo de una leyenda urbana que terminó gracias a mi necedad y a mis ganas de llegar al fondo de las cosas. En el metro de Tokio, donde nos vimos, me despedí de Mariana. Ella movió la cabeza cortésmente, contagiada de los modales japoneses, mientras yo me aseguraba que mi precioso suvenir, mis cacahuates mexicanos —perdón, japoneses—, siguieran en mi bolsillo.
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