Páginas

sábado, 5 de mayo de 2018

El orgullo de ser 'squirter'

Cuando se trata de sexo, no me gusta planearlo. Prefiero que las cosas se den de forma natural. Por eso, la primera vez que experimenté el squirting me tomó totalmente por sorpresa.

Acababa de terminar una relación larga con una mujer. Habíamos dejado de tener sexo incluso antes de romper. Luego empecé a salir con una pareja —chico y chica— que me hacía sentir muy cómoda con mi cuerpo. Soy una chica corpulenta. Tengo estrías, várices y celulitis, y en la escuela me molestaban mucho por tener el culo grande. Un buen día pensé, Voy a cambiar esto y me convertiré en una diosa sexy. Desde aquel momento, me sentí más en sintonía con mi cuerpo, lo cual me permitía también sentirme más relajada.


Relacionados: El día que descubrí la eyaculación femenina


Un día estábamos jugueteando en su departamento. Habíamos puesto música, edredones en el piso y prendido unas velas. Luego estuve casi dos horas dándole sexo oral a la pareja. Después de tener varios orgasmos, la mujer se levantó para ir al lavabo y aproveché ese momento para darme placer a mí misma. Me introduje mi dildo de cristal y la sensación fue muy agradable porque llevaba ya un rato queriendo ser penetrada. Cuando me saqué el dildo, de repente un chorro de fluido salió volando hasta el otro extremo de la habitación.

Nunca antes había sentido algo similar. Fue increíble notarlo fluir por los lados de la vagina. El líquido cayó sobre la mesa de la computadpra. “¡Dios! ¿Viste eso?”, dije. El chico y yo nos levantamos para examinar el fluido, apreciar su viscosidad. No parecía ni orina ni agua, sino más bien una especie de semen más líquido, en cantidad suficiente como para llenar la mitad de un caballito.

Se trata de un reflejo involuntario parecido al acto de orinar, pero no es lo mismo. Sabía lo que era el squirting, pero nunca lo había experimentado en mi propio cuerpo. Desde entonces, cada vez que he querido hacerlo, he tenido que estar totalmente predispuesta a que pase. Curiosamente, en mi caso solo puedo hacerlo cuando estoy ovulando. Supongo que es porque en esos periodos estoy más excitada.

Creo que hoy día la gente está más familiarizada con el squirting que cuando yo era más joven, en gran parte gracias a internet, que le permite a la gente hablar sobre eso en distintos foros y saber de lo que otras personas disfrutan en el sexo. Ahí es cuando descubres la verdad.

Cuando tenía 15 años, recuerdo que una vez mi mejor amiga me contó que mientras lo hacía con un chico, con frecuencia se orinaba. En ese momento no sabía a qué se refería y le pregunté si le importaba. “Da mucha pena”, respondió. En cambio, no creo que hoy día los adolescentes lo encuentren vergonzoso; al contrario, creo que lo encontrarían liberador. La educación sexual ha mejorado mucho desde cuando yo era adolescente. Antes sólo te enseñaban a ponerle un condón a un plátano y ya.

No me gusta que se use tanto el squirting como fetiche en el porno comercial, porque es un género que puede influir mucho en cómo perciben los usuarios el funcionamiento de la anatomía femenina. En muchos de los vídeos porno que ve la gente, las mujeres realmente se orinan; es más fácil provocar eso que el squirting y estéticamente resulta más excitante, pero es algo muy dirigido al espectador masculino. Yo, por ejemplo, prefiero las películas producidas por cineastas feministas como Erika Lust.

A mis parejas también les gusta mucho cuando experimento el squirting. Salgo con hombres y mujeres y, en mi experiencia, a los hombres les gusta pensar que lo han provocado ellos. Quieren verlo porque es poco habitual y nunca lo han visto antes en persona. Mi novia también es squirter y las veces que lo hacemos juntas son momentos muy íntimos. Es muy agradable poder compartirlo con otra persona sin que se sienta incómoda o asqueada.

Algo importante del squirting es que no hay que buscarlo. Yo no trato de hacerlo, así como tampoco intento controlarlo cuando me pasa. Simplemente me dejo llevar cuando llega. Mucha gente cree que el squirting funciona a demanda, pero no es así. Tienes que estar súper excitada para que ocurra.

Si tienes curiosidad, puedes practicar por tu cuenta. Consigue un juguete sexual que te estimule el punto G, preferiblemente uno que tenga curvatura, y cubre la cama con un montón de toallas. Si te dan ganas de hacer pipí, hazlo. Tienes que dejarte llevar de verdad. Si te gusta lo que sientes, no pares. De esa forma podrás enseñarle a tu pareja cómo hacerlo y puede que también disfrute haciéndotelo.

Con los años he aprendido que hay que aceptar las cosas buenas que nos pasan, a querer mi cuerpo y mi aspecto físico o el squirting. A las personas que tienen miedo de probar el squirting les aconsejaría que no lo hicieran. Yo amo mi cuerpo porque es el único que tengo. Si alguien lo encontrara desagradable, rompería de inmediato con esa persona o, si me gustara de verdad, intentaría enseñarle.

El squirting es algo que me da placer. No es nada malo ni una práctica que haya que estigmatizar. Me siento orgullosa de ser squirter.

Este artículo fue publicado originalmente por VICE US.

Heidi Switch https://ift.tt/eA8V8J

No hay comentarios:

Publicar un comentario