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jueves, 11 de julio de 2019

"Hoy no se fía, mañana sí” ¿Por qué no fían las tiendas de barrio?

La escena es más usual que el final romántico de las películas con un beso bajo la lluvia: al entrar a una tienda de barrio, algún aviso nos hará saber que no, no hay forma, ahí no se fía. “El que fía no está, salió a cobrar”, dicen algunos. “Hoy no se fía, mañana sí”, dicen otros. “El fiar es cosa ingrata: se pierde el amigo y se pierde la plata” también se puede ver por ahí.

Sabemos, entonces, que en las tiendas no se fía. Pero, más allá de lo obvio, ¿por qué? ¿Cuáles son las razones que sustentan que fiar es una mala decisión? ¿Tiene que ver con la cultura y costumbres del colombiano que se endeuda? No lo sabía, entonces hice lo que mejor sé: hacer preguntas y escribir un texto al respecto. Fui a tiendas de barrio en Chapinero, Usaquén y La Candelaria en Bogotá y en Envigado y El Poblado en Medellín para entender por qué “Solo le fiamos a los mayores de cien años que traigan a sus abuelitos como fiadores”. Estas fueron mis cinco conclusiones al respecto.

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Ilustración de Emily López

La religión influye

“Sólo confiamos en Dios, los demás pagan de contado”, reza un aviso en una tienda de Envigado. Cristina, su dueña, explica que al estar fiando estaría creando una deuda, por lo que prefiere abstenerse de caer en ese ejercicio. Además, cuenta Cristina, la fuerza de Dios también le indica que es mejor no fiar porque es posible que no le paguen luego.

En una tienda de La Candelaria en Bogotá, Alberto también apela a Dios pero interpreta sus enseñanzas de otra manera. “Cobrar esas deudas es complicado porque a uno le enseña el Señor que hay que ser generoso y de pronto esas personas no tienen con qué pagar lo que compraron. Para evitar luego tener que hacer ese cobro incómodo y hasta inmoral, mejor no fiar y ya ¿no?”, cuenta. No hay interpretaciones claras, pero la premisa parece mantenerse: no hay que fiar.

No quieren dañar lazos comunitarios

Las tiendas al por menor y de abarrotes que surten a las comunidades son llamadas tiendas de barrio porque, precisamente, funcionan como una institución para los barrios. Y por eso mismo, es que los tenderos en los barrios en los que trabajan o incluso viven, no pueden fiar: porque es entonces cuando empiezan las peleas y pierden relaciones de confianza con personas con las que interactúan casi a diario. Así lo dijo Jairo, tendero de Chapinero: “Eso es luego pa’ problemas y yo quiero mucho a la gente de por acá. Prefiero evitar la posibilidad de que haya una pelea por plata. Es como cuando uno hace negocios con la familia: todo puede terminar mal”.

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Ilustración de Emily López

Es sencillo: no confían en los demás

Esta es obvia pero igual hay que anotarla: los tenderos no fían porque desconfían, no quieren perder plata. “Eso es llamar problemas, para qué. Las cosas tienen su precio y uno también está corto de plata, necesita poder pagar arriendo y servicios. Todos estamos en una situación difícil pero no por eso uno va a empezar a regalar las cosas”, explica Eduardo, de una tienda en Chapinero en Bogotá. La lógica dictaría que, aunque quieran pagar, una vez tengan el producto y no necesiten vender, los compradores podrían eludir la responsabilidad del pago y huir con su rédito. Por eso no se fía, para no perder la plata.

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Ilustración de Emily López

Ellos no pagarían, entonces mejor evitar la tentación

Un tendero bogotano, que me pidió no revelar su identidad, dijo que él no fiaba porque una vez había pedido fiado y no había pagado. “Claro, es que yo no fío porque yo sé cómo soy y cómo son. Desconfío porque la tentación es tan fuerte que yo mismo caí y no pagué. Era poquito, como unos huevos y una bolsa de leche, pero igual”, explicó. Al ver al que pide que le fíen, entonces, estarían viendo también un espejo: y el espejo arroja el reflejo de alguien que si tiene la oportunidad de guardarse unos cuantos pesos lo va a hacer. En una línea distinta, aunque complementaria, Cristina, de Envigado, añadió sobre este tema que “no juzgo al que no paga porque si uno está en necesidad hace lo que sea. Yo de pronto también lo haría. Por eso mejor no fiar”.

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Ilustración de Emily López

Así se llevan los negocios. Punto.

La última explicación, en la que coincidieron todos, es que uno no fía porque es una regla de los negocios y ya. “No le meta tanto misterio, uno no fía porque no se hace y ya, así es como se llevan estas tiendas. Y cualquier negocio, vaya a usted a cine a que le fíen: no pasa. Yo aprendí de mi tío y él me enseñó que no se fía. Esto no es filosofía”, dijo un tendero que prefirió guardar su identidad. La ortodoxia de los negocios, pues, ha generado un conocimiento ancestral y consuetudinario: las tiendas de barrio no fían y punto.

Habrá situaciones en los que falten algunos pesos para la cajetilla de cigarrillos, la bolsa de leche o el salchichón de la tienda, claro. Todos pasamos por épocas de vacas flacas. Pero como lo argumentan estos tenderos y tenderas, es mejor preparar bien los gastos y no ponerse o poner a los demás en situaciones incómodas. Las deudas pueden convertir una relación cercana en una enemistad. La clave es el orden y la honestidad. Más aún, saber que – incluso en el caso de que en la tienda fíen o el banco te preste – todo toca pagarlo: entonces mejor saber de dónde va salir esa plata y no estar improvisando luego. He ahí la importancia de la planeación financiera.

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Ilustración de Emily López

Mucho de lo que sabemos de finanzas personales también lo aprendemos en espacio cotidianos. Ir a la tienda, sin darnos cuenta, puede volverse una lección sobre las deudas y las fianzas. Por eso, desde VICE y Bancolombia buscamos explorar esos espacios y darnos cuenta de qué aprendimos ahí. En este caso, con las tiendas de barrio, podemos ser conscientes de qué nos enseña la cultura popular sobre la plata.

Santiago Cembrano https://ift.tt/2Lny0Xt

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