Artículo publicado originalmente por VICE Indonesia.
Hace cuatro años, me induje un aborto con unas píldoras que compré en Internet. Lo hice en una habitación que alquilé. Mi pareja estaba conmigo. Estaba entrando en mi sexta semana de embarazo. La decisión de terminarlo no fue fácil. Pero cuando vi esas dos líneas rojas en la prueba de embarazo, supe que mi mundo estaba a punto de cambiar para siempre. Tenía que tomar una decisión. Después de llorar todo el día e investigar un poco en línea, finalmente reuní el valor para llamar a una línea de consulta de una ONG que se enfoca en embarazos no planificados. Necesitaba saber de qué opciones podía disponer.
Una amable voz masculina me saludó y preguntó cómo me podía ayudar. Durante la llamada me dijo que tenía tres opciones. Primero, podía seguir adelante con el embarazo y tener un hijo. Esa no era una opción viable para mí, porque no estaba en una posición favorable para convertirme en madre. Segundo, podía continuar con el embarazo y poner al bebé en adopción. Tampoco sentí que pudiera elegir esa opción. El sistema de adopción en Indonesia es muy complejo y sentí que no había ninguna garantía de que el bebé recibiera los cuidados adecuados. La opción final fue el aborto.
El aborto es legal en Indonesia solo en casos extremos como una violación —incluso en ese caso, a veces, es denegada—, o cuando el embarazo pone en peligro la salud de la madre. Para las mujeres como yo, las opciones son someterse a un procedimiento costoso y peligroso en una clínica ilegal o autoinducirse un aborto en casa con medicamentos.
Elegí esta última opción. Compré unas pastillas abortivas después de navegar por varias tiendas clandestinas en línea. El vendedor que elegí ofrecía dos opciones: una opción barata de $28 dólares y otra más cara, pero aparentemente más efectiva, de $42. Opté por la segunda opción.
Leí las pautas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para asegurarme de comprar y tomar las píldoras correctas. Me reconforté con el informe de la Coalición Internacional para la Salud de las Mujeres, que dice que millones de mujeres en todo el mundo han tenido abortos seguros con este método, pues la píldora que elegí ha estado disponible desde finales de los años 80.
Para comprar las píldoras, todo lo que tuve que hacer fue proporcionar mi nombre, dirección y pagar. Menos de una semana después, llegaron en un paquete color marrón con una etiqueta que decía 'ropa'. Las pastillas estaban pegadas a un pedazo de cartón y metidas entre retazos de tela.
Las instrucciones eran tomar un primer bloque de píldoras, seguido de un segundo bloque después de 24 horas. Después de tomar el primer bloque de pastillas, me sentí casi normal y decidí ir al cine para tratar de calmar mis nervios. La distracción falló. Aunque físicamente me sentía bien, mi mente era un caos.
Hablé con el que "hubiera sido mi bebé" esa noche. Me disculpé una y otra vez por no estar lista para tenerlo. No estaba preparada para ser madre. "Nos volveremos a encontrar un día", le dije, mientras lloraba hasta quedarme dormida.
Al día siguiente me preparé para tomar el segundo bloque de pastillas, reuní unas toallas sanitarias y unas compresas tibias. Siguiendo las instrucciones, coloqué cuatro pastillas debajo de mi lengua y las deje disolverse. Eran amargas y sabían a gis. Los efectos los empecé a sentir hasta tres horas después.
Comenzaron como un dolor agudo y un retortijón en mi estómago. Eran peores que los cólicos menstruales y no desaparecieron cuando cambié de posición o intenté distraerme mirando televisión.
Mi pareja no se apartó de mi lado durante todo este proceso. Hizo todo lo que le pedí y sostuvo mi mano cuando yo sentía el impulso de rendirme. Aunque, obviamente, no había vuelta atrás después de haber consumido las pastillas.
Varias horas después de que empezaran los cólicos, el dolor se intensificó y se volvió insoportable. El instinto me impulsó a ir al baño, aun cuando no estaba segura de qué iba a hacer cuando estuviera ahí. Un gran coágulo rojo salió de mí cuando estaba sentada débilmente en el inodoro. Tiré de la cadena para que se fuera. El dolor disminuyó lentamente hasta desaparecer por completo. No quiero nunca, nunca, tener que pasar por eso otra vez.
Hay un gran estigma en contra de los abortos en Indonesia. Como resultado, encontrar una clínica segura es como buscar una aguja en un pajar. Si bien tuve suerte en mi experiencia con un aborto autoinducido médicamente, muchas otras no la tienen. Hay innumerables vendedores en línea que ofrecen medicamentos falsos y peligrosos a las personas desesperadas que no tienen forma de verificar los productos.
Han pasado cuatro años desde mi aborto. En el transcurso de esos años, varias amigas han acudido a mí en busca de consejo por sus propios embarazos no deseados. Les cuento todo lo que sé, a partir de la información que he encontrado en línea. Les explico los riesgos, les sugiero llamar a la línea directa y trato de ayudarlas a encontrar un vendedor confiable. Pero no es una alternativa real al asesoramiento médico, y espero que algún día haya verdaderos médicos guiando a las mujeres a través del proceso.
* La escritora usa un seudónimo para proteger su privacidad.
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