Artículo publicado originalmente por VICE Reino Unido.
La crisis climática ya está aquí. Entre tanto, la semana antepasada llegaron a sus fin las conversaciones anuales sobre el cambio climático de la ONU, en teoría la convención donde se llega a acuerdos para enfrentar y combatir la crisis ambiental; sin embargo, sigue siendo un negocio sucio y contaminante como siempre.
Durante los lapsos que hay entre cada gran reunión anual de la Conferencia de las Partes (COP, por sus siglas en inglés), los gobiernos se reúnen en Bonn, Alemania, todos los años para seguir negociando y así dar marcha atrás en diversos aspectos. Esta falta de progreso tiene un motivo: la industria de los combustibles fósiles está involucrada en estas conversaciones. Obviamente, esta es la misma industria que causó la crisis climática en primer lugar, con empresas como Shell, BP, Total, ExxonMobil, Chevron, y mientras lo hacía también se hizo inmensamente rica (las ganancias combinadas de estas compañías en 2018 alcanzaron los $83 mil millones de dólares).
También es la misma industria que ha estado retrasando los procesos de las Naciones Unidas desde el primer día. Desde el histórico acuerdo climático de la ONU en París en 2015, los mismos cinco gigantes del petróleo y el combustible han gastado mil millones de dólares en actividades de cabildeo en contra de los objetivos del Acuerdo de París, a pesar de afirmar que lo apoyan por completo.
Una nueva investigación del Centro de Investigación del Clima, publicada durante las conversaciones de la semana antepasada, muestra que "los grupos de presión que representan a algunas de las empresas más contaminantes del mundo han enviado a miles de delegados a las negociaciones destinadas a limitar el calentamiento global desde que comenzaron las conversaciones sobre el clima de la ONU". Literalmente, estos delegados están al acecho en los pasillos del poder y presionan (o amenazan) a los gobiernos para que no hagan lo que es necesario hacer.
¿Qué tipo de amenazas hacen? Una muy común es el desempleo, ya que hacer cualquier otra cosa que no sean los negocios de siempre les costará puestos de trabajo, y ningún gobierno gana una elección prometiendo desempleo. Pero no te preocupes, dicen, aquí te tengo un buen plan, escrito en la parte trasera de un sobre muy elegante, el cual normalmente consiste en una nueva y flamante tecnología experimental o un truco contable que es tan probable que salve el clima como desearlo con fuerza mientras lanzas una moneda a la Fuente de Trevi en Roma.
Afortunadamente, estos defensores de los intereses petroleros ya no son tan efectivos como solían ser. Durante los últimos tres años, los gobiernos que representan a casi el 70 por ciento de la población mundial le han estado pidiendo a las Naciones Unidas que tome medidas ante la interferencia de la industria de los combustibles fósiles en las conversaciones. Pues, claramente, existe un conflicto de intereses, ya que su modelo de negocio se basa en arruinar el clima: no deberían poder acercarse a estas convenciones. Durante tres largos años, los Estados Unidos, junto con la Unión Europea y otros contaminadores históricos, han estado luchando por defender los intereses de la industria de los combustibles fósiles y han hecho todo lo posible por mantenerlos en las negociaciones.
Este año, los negociadores de Trump han estado más activos que nunca. Bloquearon todos los intentos de abordar el problema que significa el enorme elefante en la habitación que representa "los intereses de la industria de los combustibles fósiles". Todos los intentos de los países africanos o latinoamericanos de abordar el tema fueron neutralizados. Incluso lograron eliminar del resumen oficial de las conversaciones cualquier mención de ese debate.
Aunque aparentemente el mundo entero está hablando de la crisis climática gracias a los movimientos Extinction Rebellion [Rebelión contra la extinción] y Fridays for Future [Los viernes por el fututro], dentro de la ONU, la política real continúa igual que antes: las ganancias de los combustibles fósiles marcan la agenda.
Más de 300 organizaciones de todo el mundo le escribieron a los líderes mundiales para pedirles que protejan la Convención Climática contra la interferencia de la industria de los combustibles fósiles. Grupos de jóvenes organizaron acciones en todo el mundo pidiendo lo mismo días antes de que comenzaran las negociaciones. Un miembro recién elegido del Parlamento Europeo (MEP) fue llevado a Bonn para ejercer presión adicional sobre la Unión Europea (que parece disco rayado, repitiendo una y otra vez que la industria de los combustibles fósiles es nuestro aliado). Grupos de mujeres, pueblos indígenas, activistas de la India, Sudáfrica y otros lugares pidieron que la industria de los combustibles fósiles fuera expulsada y que se abordaran los conflictos de intereses involucrados, todo fue en vano.
Después de una difícil primera semana, los eventos ocurridos fuera de las negociaciones fueron más esperanzadores: Fridays for Future convocó a toda Europa a manifestarse el 22 de junio, justo en Aquisgrán. Cincuenta mil jóvenes se reunieron, decididos a tomarse un descanso de sus actividades y manifestar su opinión, como de costumbre. Pero lo que le dio mayor más fuerza a este movimiento fue que, a unos pocos kilómetros de distancia, 4,000 personas marcharon hacia una de las minas de carbón a cielo abierto más grandes de Europa bajo el estandarte "Ende Gelände" (El fin de la historia), y la cerraron.
Al día siguiente, muchos de los jóvenes de Aquisgrán también se dirigieron a la mina de carbón. Algunos se unieron a la ocupación, tomando parte en un acto de desobediencia civil que era ilegal pero ciertamente legítimo. Miles de personas más participaron en una manifestación legal al borde de la fosa, apoyando así a los pobladores locales en su acto de resistencia en contra de los planes de RWE, el propietario de la mina alemana que quería agrandar aún más el enorme agujero.
A lo largo de la segunda semana de negociaciones, fue posible escuchar a los líderes mundiales y negociadores elogiando a los jóvenes y pidiendo que los escucharan, para luego ignorar sus demandas de expulsar a la industria de los combustibles fósiles de tales negociaciones.
Estados Unidos se mantuvo firme y bloqueó cualquier progreso, incluso cuando la Unión Europea y otros grandes países contaminantes como Noruega y Australia dieron un paso atrás. Cuando el mismo debate se mantuvo durante años en la Organización Mundial de la Salud (tuvieron éxito en expulsar a la Industria del tabaco de las negociaciones), al final, los Estados Unidos no firmaron el tratado. Estados Unidos se retiró del Acuerdo de París, pero no de las conversaciones sobre el clima de la ONU en general, y cada segundo extra que permanece ahí, se encarga de debilitarlo todo.
Tal vez sea el momento de cambiar nuestro enfoque: además de pedir que la industria de los combustibles fósiles sea expulsada de las conversaciones sobre el clima de la ONU, ¿por qué no expulsar a su mayor defensor, el gobierno de los Estados Unidos?
La lucha por los conflictos de intereses seguirá siendo un tema álgido y vigente desde ahora y hasta el próximo año: la cumbre especial sobre el clima de la ONU que se realizará en septiembre en Nueva York contará con la participación de la industria de los combustibles fósiles; las conversaciones de la ONU en diciembre en Chile serán patrocinadas por empresas de energía sucia; la próxima primavera, las negociaciones sobre este tema se reanudarán en Bonn. Esperemos que, en esta temporada pero del próximo año, seamos aún más fuertes, y que toda la poderosa energía que se está acumulando en las calles se abrá camino a las salas de negociación.
Pascoe Sabido https://ift.tt/eA8V8J
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