Artículo publicado por VICE México.
Cada vez que Andrés Manuel López Obrador llenaba el tanque de gasolina de su modesto Jetta blanco, o de otros autos que lo llevaron a diversos rincones del país para dar su mensaje político, Ricardo Anaya y José Antonio Meade abrían la chequera para pagar costosas campañas en medios de comunicación y redes sociales.
Mientras el tabasqueño pagaba salarios a sus operadores electorales, sus principales opositores gastaban en levantar encuestas y contratar vallas, pantallas fijas, parabuses, carteleras y espectaculares. Así de contrastantes fueron las campañas de uno y otros aspirantes.
En plena era de las redes sociales, el candidato que invirtió dinero en moverse a ras de suelo arrasó las elecciones con 53 por ciento de los votos, al tiempo que sus oponentes apenas alcanzaron 22 y 16 por ciento de las preferencias electorales.
VICE revisó, renglón por renglón, los gastos de campaña de los aspirantes presidenciales y encontró que AMLO destinó 79 millones, es decir, más del 50 por ciento de su presupuesto de campaña en su peregrinar terrestre y a veces aéreo, el cual abarcó desde Tijuana hasta Mérida.
A diferencia de Anaya y Meade, quienes apostaron por una estrategia con mayor presencia en medios digitales, publicitando sus candidaturas en cine, radio, televisión e internet, pero fracasaron en las urnas, López Obrador optó por una campaña presencial, la cual terminó como la más austera entre los aspirantes presidenciales.
Adiós al dinero. AMLO bate récord de austeridad en campañas.
Invertir en estructura electoral
Luego de dos intentos fallidos, un plantón en Paseo de la Reforma y la creación de un partido político de por medio, Andrés Manuel finalmente pudo vencer en los comicios presidenciales, y lo hizo gracias a un financiamiento de 156 millones de pesos, entre prerrogativas y donaciones de simpatizantes.
Dentro de los gastos ejercidos en operativos de campaña, la coalición Juntos Haremos Historia –integrada por Morena, PT y PES– destinó 17 millones para armar una estructura electoral que resultó medular en la victoria del pasado 1 de julio.
A fin de mantenerlos cerca y contentos, gastó 1.7 millones para movilizar a su gente por tierra y aire entre los 32 estados mexicanos que abarcó la gira política. Además, utilizó 1.2 millones en viáticos y 74 mil pesos para alimentarlos durante los 90 días que duraron las campañas. Fue quien más dinero destinó en víveres.
Durante ese periodo, al tratarse de una campaña con miles de kilómetros recorridos, debieron invertir 4.6 millones para transportar diversos materiales de campaña y 154 mil pesos en gasolina, mientras que Meade y Anaya reportaron haber gastado cero pesos en combustible.
Tal como sucedió en sus dos intentos previos por quedar al frente del poder ejecutivo, los mítines celebrados en todo el país fueron parte esencial de su campaña. De esa forma se entienden los 10 millones de pesos para eventos políticos, en los cuales además utilizó equipo de sonido por 35 mil pesos.
De hecho, López Obrador realizó más eventos que sus principales adversarios políticos, aunque gastó tres veces menos que cada uno de ellos y también tuvo menos cancelaciones. En tres meses hubo 254 mítines lopezobradoristas y sólo canceló en seis ocasiones, mientras que Meade y Anaya organizaron 246 y 170 eventos, respectivamente, con 211 y 45 actos echados por la borda.
El candidato Meade es el campeón de las campañas… a puerta cerrada.
Si bien el morenista reportó al Instituto Nacional Electoral (INE) que su gasto publicitario más potente fue de 25 millones por propaganda de medios impresos y 21 millones en propaganda instalada en la vía pública –principalmente anuncios espectaculares, vallas y pantallas móviles–, no registró inversiones para anunciarse en cinemas y sus gastos en campañas de televisión e internet fueron menores que los de sus competidores.
A pesar de contar con los ingresos más bajos entre los candidatos partidistas, el nacido en el municipio de Macuspana, Tabasco también fue el único que reservó parte del presupuesto para pagar un salario a quienes lo ayudaron a consolidar su proyecto. El gasto de honorarios asimilables a sueldos fue el más grande entre los operativos de campaña: 37.8 millones de pesos, de acuerdo con el Sistema Integral de Fiscalización del INE.
Experto en propaganda
En el caso de Ricardo Anaya, la campaña estuvo condensada en generar la mayor cantidad posible de publicidad y colocarla por todas las vías existentes. De esa forma fue que, apoyado con 385 millones de pesos públicos, no dudó en utilizar una tajada de 86 millones en publicidad de internet.
Con 65 millones erogados en artículos promocionales como volantes, folletos, mantas y gorras que terminaron en la basura electoral, Anaya se consolidó como el candidato más oneroso de las campañas. De acuerdo con los resultados de fiscalización del INE, el queretano fue el contendiente que más gastó en propaganda general, 51 millones, y en propaganda utilitaria, 13 millones. Mientras que para medios impresos su campaña solo designó 629 mil pesos, lo que podría explicar el cúmulo de golpes periodísticos que recibió.
En su intento por ser el presidente más joven en la historia de México, el candidato de la coalición Por México al Frente se dio a la tarea de tapizar las vías públicas con su imagen y utilizó 103 millones de su presupuesto para comprar publicidad en marquesinas, pantallas fijas, mantas de más de 12 metros, espectaculares de pantallas digitales, vallas publicitarias, publicidad en transporte público e incluso colocada en muebles urbanos.
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A lo largo de tres meses de estrategia política, el abanderado panista también dejó ver su gusto por las proyecciones en grandes pantallas, pues además de los 61 millones que ocupó para anunciar su candidatura tripartita – PAN, PRD y MC– en anuncios espectaculares y panoramicos, inyectó 17 millones para anunciarse en las principales salas de cine de todo el país antes de cada película, tal como lo hiciera en su momento el Partido Verde con spots que no fueron bien recibidos por los espectadores.
El expresidente del PAN también canalizó una fuerte inversión en los operativos de campaña, apenas un millón debajo del presidente electo, aunque sus prioridades fueron distintas. Si bien gastó 15 millones en estructura electoral, Anaya no reportó pagos a sus colaboradores, ya que los apartados de sueldos y salarios del personal eventual, honorarios y honorarios asimilables a sueldos aparecen vacíos en su reporte de fiscalización.
En su lugar prefirió destinar 23 millones a las casas encuestadoras que lo colocaban insistentemente con posibilidades de ganar, además de invertir en otras consultoras que le ayudaron a generar proyectos y dictámenes. El dinero canalizado a este apartado superó por más de cinco veces el gasto de López Obrador.
Tricolor despintado
José Antonio Meade resultó una mala inversión para los partidos que lo postularon a la presidencia de la República. Además de dejar a la coalición formada por el PRI, Partido Verde y Nueva Alianza tercera en la contienda por la grande, su campaña derrochó 302 millones de recursos federales que ni siquiera con encuestas a modo, ni con el búnker de guerra más caro, lograron sacarlo del fondo de las preferencias.
En la misma tónica que su contrincante blanquiazul, la campaña de Meade estaba enfocada en dos caminos: internet y las vías públicas; en ambos casos los abarrotó con su imagen. Los 98 millones que utilizó en propaganda exhibida en internet lo volvieron el candidato más gastalón en ese rubro, pero se quedaron cortos con los 107 millones en propaganda colocada en las calles.
Con el propósito de grabar su rostro y apellido en el imaginario de los mexicanos, el exsecretario de Estado hizo de todo. Contrató anuncios espectaculares más que los demás. Atiborró las pantallas fijas con sus spots, y lo mismo llenó parabuses de las ciudades que carteleras con su cara sonriente. También fue el único candidato en insistir con la propaganda pegada en columnas y saturó de publicidad el transporte público. A ello destinó 11 millones.
La campaña de Meade se caracterizó por ser la que más invirtió en producir mensajes de radio y televisión, 12 millones que no ayudaron a convencer mucho a las audiencias de votarle. Y, aunque no fue la que más gastó en propaganda de medios impresos, sí fue la que soltó más dinero a los periódicos por publicidad: 10 millones de pesos principalmente entre diarios de circulación nacional, como Milenio Diario, El Universal y El Sol de México.
Sus gastos para operar la campaña también dicen mucho del rumbo que llevaba. Mientras en la trinchera de Anaya gastaron menos de 100 mil pesos en arrendamiento de bienes muebles e inmuebles, y AMLO ni siquiera llegó a los 3 mil, Meade desembolsó casi 3 millones.
La inversión de Meade en campaña contrastó con el ganador de las elecciones, inclusive en el gasto para movilizar a su personal. Si López Obrador gastó 2 millones por transportes terrestres y aéreos, el “candidato ciudadano” utilizó casi 8 millones, a pesar de tener menos eventos políticos registrados.
Todavía gastan mucho
Durante los 90 días de campaña presidencial que terminaron con la histórica victoria de la izquierda, abundaron las descalificaciones y promesas fáciles entre los presidenciables con tal de hacerse con el apoyo ciudadano, pero fue con base en carretadas de dinero que intentaron encauzar el voto hacia su parcela.
En suma, las campañas de los presidenciales concentraron los recursos en tres frente específicos: la producción de propaganda colocada en las vías públicas, donde dilapidaron 230 millones de pesos; en operativos de campaña, cuyos gastos ascendieron hasta los 208 millones, mientras que las facturas por propaganda exhibida en internet sumaron 190 millones.
Si bien son las campañas presidenciales menos costosas desde que iniciaron las alternancias en el poder presidencial, y AMLO el candidato ganador más austero en los últimos 18 años, para el especialista en temas electorales, Eduardo Huchim, el gasto electoral todavía “es descomunal”.
“Tendría que haber una reducción drástica en el financiamiento de los partidos políticos, pero también el gasto de los órganos electorales, es inaceptable”, indicó a el exconsejero del Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF), quien considera que los partidos y candidatos se las ingenian para no reportar todos los gastos de campaña.
Por su parte, el exconsejero del INE, Arturo Sánchez Gutiérrez recalcó la importancia de las leyes electorales en el bajo costo de las pasadas campañas y los números presentados por el presidente electo, ya que con las reformas las campañas comenzaron a experimentar una dinámica diferente con menos propaganda en las calles, por lo cual las posibilidades de gasto se reducen.
“Se otorgó un financiamiento menor a los partidos para gastos de campaña, el tope de gastos se mantuvo más o menos, pero ahora la campañas duran menos meses (...) están metiéndose más a medios de comunicación y redes sociales, no es que no haya gastos, pero son más manipulables”, señaló el exconsejero electoral a VICE.
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