Artículo publicado por VICE México.
Gael* tiene 29 años y actualmente está preso en un cárcel mexicana por portación de armas de uso exclusivo del ejército y delitos contra la salud. Intercambió mensajes de Whatsapp y mails conmigo durante cinco meses para contarme su historia. Acá narra cómo fue su primer día en la cárcel. La ubicación de la cárcel y su nombre real han sido cambiados por petición exclusiva de Gael* para proteger su identidad.
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La verdad es que estoy aquí por pendejo, caí en el 2015, antes del nuevo sistema penal acusatorio. Todo comenzó cuando fui de vacaciones a ver a mi madre, yo había estado trabajando en Estados Unidos. Después de un par de días de estar en casa fui a la de un amigo; ahí me encontré con Paco, mi antiguo dealer de mota y nos tomamos unas chelas. Paco nos comentó que una vieja muy insistente le había estado mandando mensajes diciéndole que quería salir de fiesta y que tenía amigas.
Paco era un putañero de primera e insistió un chingo con los mensajes de texto y las morras. Mi más grande error fue no haber confiado en mi intuición en ese momento, sabía que algo estaba mal, casi sabía que me estaba metiendo en la boca del lobo pero no me importó. Lo que no sabía es que desde que me había ido a Estados Unidos, Paco se había dedicado al negocio de lleno, cada fin de semana la casa de Paco se llenaba de banda loca para el after party después de ir al antro, la casa estaba en una zona residencial exclusiva y después de muchas llamadas de los vecinos por los constantes desmadres la policía empezó a investigar hasta que le puso cola a Paco. Compramos seis tachas y ponchamos tres porros de los que tenía Paco en su casa. Una supuesta amiga de él nos citó en una calle cerrada, y apenas llegamos vi que un vehículo rojo y otros grises me venían siguiendo. De los autos se bajaron unas seis personas encapuchadas, estaban armados y nos estaban apuntando.
Al principio creí que era la maña, la neta me sudó el culo. Un par de ellos llegaron directamente hacia mi lado y los demás hacia donde estaba Luis. Abrieron mi puerta y me bajaron de un jalón, en seguida me revisaron los bolsillos y encontraron la mota y las tachas. Ahí me di cuenta que eran judiciales y no mafiosos. Me esposaron y me cubrieron la cara con mi propia playera. Me subieron al auto rojo. Uno de los judas se llevó mi auto. En el camino me empezaron a dar lo que ellos conocen como una "calentadita" —unos pechazos, zapes y la historia terrorífica de que te va a llevar la verga si no cooperas con ellos—, les intenté decir que estaba de vacaciones pero no me creyeron. Me llevaron a los separos y ahí me tuvieron en una celda encerrado un par de horas.
Por mi mente pasaba "¿Seis tachas y tres porros? No hay pedo, solo voy a decir que es mi consumo". No creí que fuera a pasar a mayores. Sabía que lo que venía no iba a ser nada divertido, y aunque creía que esto solo pasaba en las películas me di cuenta que estaba en México y que aquí la policía hace su ley. Me vendaron las piernas a la altura de los tobillos para inmovilizarme, me pusieron boca abajo sobre una colchoneta en el suelo y sobre mi espalda se sentó el policía que yo consideraba el más gordo de la estación. La policía me asfixió con una bolsa hasta desmayarme. Me reanimaban poniéndome alcohol en la nariz, de repente me pusieron chile habanero, este te cierra las fosas nasales y hace que sea casi imposible respirar, también te cierra la garganta.
Me aplicaron el clásico tehuacanazo que arde de la chingada. Intenté patalear, morder, moverme y gritar, pero fue en vano, cada vez que me preguntaban y no contestaba me tocaba bolsa o tehuacanazo. Empecé a mentirles y decirles lo que querían oír, y no sé si fue por eso o porque ya me veía muy jodido, pero me levantaron del suelo, me llevaron a otra habitación donde me quitaron las vendas y me dejaron en mi celda. Me quedé profundamente dormido en el suelo de los separos, en la madrugada el MP nos llamó para entrevistarnos, ahí me enteré que los cargos en mi contra eran posesión de drogas y portación de armas de uso exclusivo del ejército. Estaba sorprendido, lo negué todo. Esa arma nunca estuvo en mi auto. La versión de los policías es que la unidad de antinarcóticos andaba haciendo patrullaje cuando una mujer —a la cual ellos solo la identifican como "María"— les hizo la parada. Les dijo que un par de hombres le habían ofrecido ride y como ella se había negado la habían amenazado diciendo que era una puta y que la iban a matar si la volvían a ver por ahí. Luego de esto me trasladaron a la cárcel.
Al llegar me hicieron un chequeo médico para ingresarme. Me llevaron a una celda en área preventiva, ahí es donde llegan todos los de nuevo ingreso. La celda medía como 12 x 12, y había más de 50 personas acostadas en el suelo sobre colchonetas viejas. En el centro de la celda había una mesa de madera rectangular, en ella estaba sentado el jefe de celda, un tipo que se veía de 40 años pero en realidad tenía 30, tenia el pelo largo y la mirada penetrante, era conocido como "El Demonio". Había sido sicario para un cartel, lo agarraron por balacear un bar de prostitutas. Mi primera noche dormí con los pies de un güey pegados a la cara y el lugar donde estaba tenía una gotera que me levantaba a cada rato. A las 6:00 AM nos levantaron para pasar lista, nos tuvimos que dar un baño de tres minutos, ya que éramos 50 personas que se querían bañar en un solo baño. Después me llevaron al juzgado a dar mi declaración. Una regla básica de la cárcel es que se respeta la antigüedad que tienes, los que van llegando son los nuevos talachos —encargados de limpiar y hacer labores en la cárcel—, yo no fui la excepción. "El Demonio" me asignó llenar las cubetas del baño. Empezamos a hablar con él, se empezó a portar buen pedo conmigo, incluso de vez en cuando me regala un toque.
Creo que el principio fue los más duro. Cuando llegas, llegas a un mundo diferente, al menos no era como yo lo imaginaba. Los primeros que se hacen notar son los lacras, tipos que generalmente son drogadictos y buscan la forma de bajarte dinero, ya sea amenazándote o asaltándote cuando vas a un área que no es tuya. La cárcel tiene sus propias reglas y tradiciones, incluso su propio vocabulario con frases muy peculiares. Tu nombre se cambia por un apodo que generalmente se asemeja más a tu realidad o a tu apariencia física. La semana se divide en días de visita —tres días— y días de no visita —cuatro días—. En días de visita dejan entrar a nuestros familiares al penal y a algunos afortunados nos traen víveres, a muchos ni los visitan. La visita empieza a las 9:00 AM y termina a las 2:00 PM. En días de no visita puedes lavar tu ropa, ir a la escuela o a alcohólicos anónimos, también hacen misas de diferentes religiones —algo muy común aquí es que adoren a la Santa Muerte y hay muchos altares con velas e imágenes dedicadas a esta—. Muchas de las personas que están aquí son de clase social baja, la mayoría sin estudios y sin oportunidades de trabajo por la falta de preparación, gran parte de ellos no han podido tener una defensa legal justa por la falta de recursos.
Otra cosa que me sorprendió es que aquí se vende más marihuana que Coca Cola, y drogas como la coca y el crack son mas fáciles de conseguir que una bolsa de Sabritas. Gran parte de los productos que se venden se dan a crédito —incluyendo las drogas—, y es muy común que después de la visita todos pasen con su lista de deudores a cobrar. Casi todos te dan crédito, pero al que no llega a pagar le dan una madriza. Por aquí dicen "te la fumas riendo y la pagas llorando". He escuchado de güeyes que se llegan a endeudar por 30,000 o 40,000 pesos o hasta más en puro perico o piedra, y a huevo los hacen pagar. Aquí hay algunos guardias que son buenas personas y que comprenden cómo tratar a sus semejantes, aunque también hay otros que son más lacras que los propios reos, he visto a un par de ellos metiéndose perico y cosas por el estilo.
Después de un tiempo empiezas a establecer una rutina y el tiempo pasa volando. Muchos aprenden a tejer, otros hacen manualidades, algunos preparan comida, hacen ejercicio, se ocupan con algo para pasar el tiempo y para poder comer. Definitivamente lo peor que puedes hacer es caer en las drogas. Caer en ellas es malo por obvias razones, solo te tiras más en el abismo. Tampoco se vale 'pensarla", con esto me refiero a estar sobrepensando la situación en la que estás, cuánto tiempo vas a estar aquí, etc. Eso te deprime y la depresión te puede matar. Lo mejor que puedes hacer es pasar tu tiempo en algo que mantenga tu mente ocupada.
En este penal, tu visita conyugal puede pasar hasta tu celda, si tienes litera, no te importa que haya mas personas, y que tu única privacidad sea una cortina, puedes echar pasión en tu espacio. También hay unos cuartos designados como "conyugales", son cuartos sencillos, como de motel barato. Lo único bueno es que tienen aire acondicionado. Estos cuartos se rentan por hora en día de visita, o por turno cuando no hay visita, y es lo mas común que los presos las renten para estar con su pareja, aunque a veces se rentan para fiestas. Solo los que tienen a su esposa registrada pueden usarlo durante la noche. En mi caso, cuando caí, no tenía novia y fue hasta después de un tiempo de haber estado dentro que invité a una amiga a que me viniera a ver, ella creo que tenía curiosidad de saber cómo era vivir aquí y definitivamente estaba buscando peligro o algo emocionante, ya que fue hasta después de que le dije que estaba encerrado que me empezó a pelar.
Para la visita —y sobretodo para las mujeres— no es una bonita experiencia venir a ver a algún preso, ya que tienen que ser revisadas por las custodias, éstas no son nada amigables, te revisan la comida con las manos sucias, te impiden pasar algunas cosas y hasta hay quien se las sabrosea cuando las tiene que catear. Cuando mi amiga vino por primera vez, rentamos una habitación conyugal por tres horas, una TV y unas películas. Compré comida y tuve una cita muy extraña, ya que nunca se te olvida el encierro. Ella vino varias veces pero decidimos que no queríamos nada serio.
Las mujeres se prostituyen con los presos hasta por 100 pesos, algunas por menos. La situación de ellas es incluso mas difícil que la de los hombres, algunas tienen hijos y no tienen visita o quien las ayude, y por supuesto el gobierno no les proporciona nada.
Los homosexuales están separados, la gran mayoría de ellos viven en celdas con puros homosexuales, la neta es que aquí es lo más normal, quien decide tener una relación con otro hombre está en su derecho, lo que sí pasa es que les tiran bastante carrilla, aunque no te conviene agredirlos físicamente ya que la gran mayoría han crecido en la calle y se saben defender, yo he visto a un travesti knockear a un lacra cuando este último intentó robar al primero.
Todos se preguntarán: ¿Cómo tienes internet en la cárcel? ¿No se supone que está prohibido? Y les recuerdo que estamos en México y que aquí no es como en las cárceles de las películas gabachas, esto se asemeja más a vivir en una vecindad de un barrio pobre. Hay más de 300 celdas en este penal, así que calcula como cuántos celulares hay, lo único es que tienes que tener por lo menos un año de antigüedad para poder tener un cel o suficiente dinero para parar bronca. Yo lo veo como algo positivo, es una de las pocas libertades que algunos podemos tener, y aunque está prohibido nos ayuda para estar en contacto con la familia.
Hay quienes han cometido errores y aquí están, hay otros que ni siquiera deberían estar aquí, y hay quienes deberían estar aquí pero son libres. La justicia es ambigua y muchas veces no existe. Creo que en México hemos fallado con el sistema penitenciario. Idolatramos a los narcotraficantes en series de TV y películas en lugar de hacerlo con los revolucionarios y las grandes mentes de nuestra época, y por si fuera poco, criminalizamos a los que siguen la tendencia del narco, creando un círculo vicioso.
Ahora espero que pase el tiempo hasta que me toque la hora de salir. Ya me puedo ver en la playa tomándome una cerveza a lado de una chica guapa. En la cárcel se dice que "la vida da vueltas" y ahora confío en que mi siguiente vuelta será hacia arriba.
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