Artículo publicado por VICE Colombia.
"Bueno Baranda, me parece que ya tenemos que hablar de sexo anal", me dice mi editora. Lo primero que pienso es que el sexo anal es el sexo que más tabúes encarna. Si bien la práctica nació en Grecia como signo de superioridad masculina hacia el hombre y la mujer, hoy ya no tiene ese significado. Aun así, la religión y hasta las leyes (En Estados Unidos se ha considerado delito en varios estados para parejas heterosexuales) han convertido este sexo en el más censurado en el mundo por verlo como algo antinatural.
Los estudios sobre este tipo de práctica no son fáciles de encontrar. ¡Aunque las cifras que se pueden ver son mejores de lo que sospeché!
Basta con hacer una pequeña búsqueda en Wikipedia para saber que en Latinoamérica la práctica es realizada por el 20% de las mujeres y el 24% de los hombres, siendo la práctica más común tras el sexo vaginal y el oral.
Según un estudio latinoamericano citado por el Laboratorio de Sexualidad de la Universidad Konrad Lorenz, el el 56,2% de las mujeres encuestadas indicaban que tenían sexo anal para complacer las peticiones de su pareja, 2) el 20,6 % lo hacía por curiosidad, 3) el 16,5% por placer 4), el 3,6% por no perder su virginidad, 5) y por último el 3,1%, por tener relaciones sexuales sin riesgo de embarazo. Otro hallazgo del estudio fue que más de la mitad de las encuestadas reportaban que la decisión de tener sexo anal era siempre (64.5%) o casi siempre (14.6 %) de su pareja.
¿Pero entonces qué pasa por la cabeza de las mujeres cuando se habla de sexo anal?
A pesar de los estudios, a nivel anecdótico y personal no lo sabía, así que me dispuse a hacer una encuesta entre mi círculo de amigas para ver si lo practican o lo han practicado alguna vez.
A mi íntima encuesta por whatsapp me responden todas las consultadas y recibo sólo tres historias anales, mientras que las otras diez me dicen que sólo probaron con la puntica, pues no pudieron resistir la incomodidad de la penetración anal.
Me voy con las historias anales que tengo.
1. Mi amiga Cleo:
El sexo anal vino cuando yo estaba súper excitada y con una persona que sabía muy bien cómo era la cosa. El man no tenía lubricante y lo que hizo fue humedecer con su saliva la zona. Esto fue súper excitante porque me hizo un beso negro y después, con la mano, me ponía más y más saliva. Puede sonar asqueroso, pero te aseguro que me pareció delicioso. Te puedo decir que fue una sensación asombrosa y nueva para mí. La primera vez lo hicimos de pie, contra una mesa y creo que la diferencia de altura con esta pareja fue fundamental. Su pene entró sin problema porque yo estaba relajada, lo hizo poco a poco mientras me tocaba el clítoris y por eso disfruté mucho de esta penetración progresiva.
Cuando ya aprendí más sobre el tema, fui a una tienda y compramos plug in anales para poder jugar con la zona, compré unos pequeñitos que me ayudaron mucho. Ya no tengo sexo con él, pero si quiero tener sexo anal con alguien más uso los plug ins de silicona que nunca fallan.
2. Mi amiga Bárbara:
Tuve sexo anal con un chico de Cartagena que tenía un pene delgado y muy manejable. Creo que el tamaño de su miembro fue lo que más nos ayudó porque nunca me dolió al entrar. Yo pensaba que el sexo anal se hacía mejor con la posición del perrito, pero no. Este chico colombiano subía mis piernas hasta mis orejas y se tendía sobre mí. Como era muy flaquito, no me pesaba y su pene entraba fácilmente por ahí. Conseguí llegar al orgasmo con facilidad. Esto lo quise poner en práctica después con otro hombre pero el tamaño sí cambió la experiencia y no tenía la maestría del colombiano. ¡Nada que ver!
3. Mi amiga Jara:
Experimenté el sexo anal por mucho tiempo porque tenía una pareja que me explicó que eso dependía de la lubricación. Las primeras veces compramos lubricante y poco a poco se introducía en mí. Me pareció que se sentía rico después de que pasaba la mitad de su pene, porque al comienzo no se sentía bien y me molestaba mucho. Con paciencia y más lubricante empecé a ver que el ángulo de penetración era lo más importante. Este hombre lo hacía mientras yo estaba a cuatro patas en la cama y él estaba de pie. Estimulaba mi agujero con mucha delicadeza y sé que a veces se siente más rico el sexo por detrás que el vaginal; son cosas distintas y se disfrutan distinto. Lo cierto es que cuando recibo penetración anal puedo estimular mi clítoris y mi vagina con la mano. ¡Así es facilísimo llegar al orgasmo en la posición de la vaquera (y más si te pones frente a una pantalla viendo porno)! Fue tanta mi afición que me dieron muchas ganas de hacer un trío para tener dos penes a la vez, lo que pasa es que eso no le gustó y no aceptó. Ni modos, amiga.
Mis amigas que han probado el sexo anal lo súper recomiendan. Ninguna aportó datos sobre qué opinan los hombres sobre esta experiencia, así que ya tengo tema para una columna próxima y tendré que consultar a mis amigos por whatsapp.
Ninguna habló tampoco del tema de la higiene, que es clave para este tipo de experiencia. Hay que asegurarse de que se ha pasado por el baño antes de una sesión anal, para evitar moros en la polla, y no sobra decir que tanto la higiene como el preservativo son los que protegen de infecciones. También me veo en la misión de recordar que, si se está practicando el sexo anal, no se recomienda introducir el pene en la vagina sin cambiar el condón. Así se evitan las infecciones que pueden producirse por las bacterias que están en el recto y que pasarían a la vagina de forma directa.
Si se toma nota de lo que he incluido en esta columna, se puede aumentar la confianza de una mujer que quiere recibir esta penetración. Tanto mis consultadas como yo insistimos en la importancia de la lubricación y en que es una forma de slow sex que puede ser súper intensa y excitante si se practica con paciencia y se dejan los tabués detrás de la puerta.
¿Lo intentamos esta noche?
Baranda Pons https://ift.tt/eA8V8J
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