Artículo publicado originalmente por Tonic Estados Unidos.
Trevor Ritchie es un joven de piel pálida que creció en la brumosa Nueva Escocia, en Canadá, y empezó a someterse a sesiones de rayos UVA a los 15 años. Trevor estuvo yendo una vez por semana al estudio de bronceado hasta el último año de la preparatoria, cuando, según él, “el bronceado empezó a desaparecer”. Durante los siguientes cinco años, iba dos veces al día a dos estudios distintos. De esta forma podía burlar la norma de la mayoría de estos locales, que prohíbe a los usuarios hacerse más de una sesión por día. “Tenía el color de una rama de árbol”, afirma.
Un día se vio un lunar en el brazo que resultó ser un tipo de cáncer de piel llamado carcinoma de células basales. Él lo atribuye al uso excesivo de rayos UVA, puesto que en su familia no hay antecedentes de cáncer de piel. Cuando su dermatólogo le retiró el lunar y le dijo que ya no había rastro de cáncer, Trevor volvió al salón de bronceado, haciéndose una media de cuatro sesiones semanales durante otros cinco años. “Cada vez que me metía en la máquina de rayos UVA me entraba una ansiedad extrema”, recuerda Trevor, que hoy tiene 30 años y lleva dos sin pisar uno de esos locales. “Me odiaba a mí mismo”. Pero no podía evitarlo.
Por otro lado, Nicole Manlangit, de 29 años y originaria de Manila, busca precisamente lo contrario: “una piel blanca como la leche”. Manlangit, que reseña productos para blanquear la piel en su canal de YouTube, empezó a aclarar su piel hace unos seis años. Todos los días, por la mañana y por la noche, se lava el cuerpo con un jabón blanqueador y luego se aplica una loción también blanqueadora, productos que pueden adquirirse fácilmente en cualquier droguería de Filipinas.
A veces se aplica crema blanqueadora y de vez en cuando también se toma pastillas para aclarar la piel. Ella se toma como cumplidos los comentarios que recibe en los que le dicen que se la ve demasiado pálida, y asegura que le gustaría tener la piel todavía más clara, como las actrices de los dramas coreanos que tanto éxito tienen en Filipinas. “Sé que es imposible, pero es lo que quiero”, dice.
No hace falta irse muy lejos para encontrar otros ejemplos de personas que han hecho lo increíble con tal de aclararse u oscurecerse la piel. Los selfis de Instagram de una Lil’ Kim traslúcida fueron noticia en 2016; varios años antes, Patricia Krentcil, arrestada por haber llevado a su hija de cinco años a una sesión de rayos UVA, también salió en los titulares por su preocupante tono de piel.
Las nociones de belleza a menudo reflejan nociones de poder, que a su vez también difieren según las culturas
¿Qué lleva a algunas personas a querer alterar drásticamente su tono de piel? Según los expertos en salud mental, la percepción sociocultural del atractivo —y, por extensión, del poder— desempeña un papel muy importante. “Tener la piel más clara o más oscura otorga ventajas sociales reales”, dice Becky Choma, directora del laboratorio de psicología social y política de la Universidad de Ryerson, en Toronto. En los casos más extremos, puede tratarse de problemas psiquiátricos como el trastorno dismórfico corporal (TDC) o las adicciones.
También es fácil atribuir esta obsesión por cambiar el tono de piel al deseo humano de poseer lo que no tenemos, aunque Choma sostiene que las razones pueden ser más complejas. “Creo que, en general, el proceso psicológico es el mismo tanto en los casos de blanqueamiento como en los de oscurecimiento”, señala. “Las mujeres han interiorizado la idea de que debemos ser hermosas”. Pero los cánones de belleza se establecen en función de una serie de normas culturales. La psicóloga clínica Kelly Lewis-Arthur coincide en este argumento. “Hay nociones de belleza específicas de cada cultura; es importante reconocer ese aspecto”.
En muchas comunidades de color, por otro lado, históricamente ha existido una jerarquía basada en el color de la piel, según la cual el tono claro está en lo más alto de la cadena y el más oscuro, en el fondo
Esas nociones de belleza a menudo reflejan nociones de poder, que a su vez también difieren según las culturas. Dicho de otro modo: el poder en las comunidades blancas puede tener un aspecto muy distinto del que tendría en las comunidades de color. Tras la Revolución Industrial, el tono de piel se convirtió en un “indicador de riqueza” en Europa, según Choma, y transmitía un mensaje: “Yo tengo dinero y, por lo tanto, tiempo para disfrutar al aire libre”. Muestra de ello es el caso de Trevor, que empezó a broncearse a principios de la década de 2000, inspirándose en Paris Hilton y The Simple Life. “En aquella época, estar moreno significaba que llevabas un estilo de vida más lujoso”, reconoce, y recuerda con nostalgia la época en la que sus amigos le preguntaban que adónde había ido de vacaciones para estar así de moreno.
En muchas comunidades de color, por otro lado, históricamente ha existido una “jerarquía basada en el color de la piel, según la cual el tono claro está en lo más alto de la cadena y el más oscuro, en el fondo”, afirma Lewis-Arthur. Y las Filipinas no son una excepción a esta norma. Después de siglos de vivir bajo el yugo del imperio colonialista de España y EU, “los filipinos ven a los blancos como más ricos; ser blanco es símbolo de estatus”, añade. “Creen que la piel blanca es mucho más estética”. El mundo del espectáculo filipino está plagado de estrellas que se han sometido a blanqueamiento de la piel, lo que contribuye a perpetuar esta mentalidad. Además, tener la piel clara es indicativo de que te puedes permitir comprar productos para aclararla.
En todo caso, hay que remarcar que “todo esto ocurre en una sociedad en la que la piel clara tiene más privilegios que la oscura”, señala Choma. Si bien ambas tendencias, la de blanquear y oscurecer, son formas que utilizan ciertas personas para obtener estatus social, “las implicaciones de estatus son mayores en personas de color”. En India, donde Choma ha estudiado el fenómeno del blanqueamiento de la piel, las mujeres de piel clara obtienen más beneficios sociales que las de piel oscura, como mejores sueldos o ser consideradas más atractivas por los hombres de clase alta. “Sin embargo, el hecho de que una persona blanca se broncee no implicará necesariamente que vaya a obtener un trabajo concreto, a ganar más dinero o a alcanzar determinado estatus social”.
Y ¿qué hay de los casos más extremos? ¿Qué lleva a la gente a querer alterar su color de piel pese a las posibles consecuencias para la salud y a que, al final, los resultados suelen ser bastante desastrosos? Aunque la causa en esos casos se origine en factores socioculturales, este tipo de comportamientos extremos indican que hay algo más, tal como ocurre con la diferencia entre un hábito alimentario desordenado y un trastorno alimentario completamente desarrollado.
En algunos casos, el TDC puede ser el culpable. Para 1 de cada 50 personas que sufren el trastorno, hay una enorme discrepancia entre lo que ellas ven en el espejo y lo que ven los demás. Las personas con TDC no sólo no están satisfechas con su aspecto: “Se obsesionan con lo que ellas consideran defectos físicos”, asegura Katharine Phillips, profesora de Psiquiatría en Weill Cornell Medicine y autora de varios libros sobre este trastorno. “Sus cerebros seguramente ven las cosas de forma muy distinta… Los pequeños detalles les impiden ver la imagen en conjunto”. Su obsesión por los defectos percibidos les provoca una gran angustia emocional y les impide llevar un día a día normal. También provoca que surjan comportamientos repetitivos o compulsivos, o que realicen rituales, como oscurecerse o blanquearse la piel. A su vez, esos rituales agudizan su obsesión con el supuesto defecto.
Phillips, que ha investigado el bronceado en relación con el TDC, explica que la mayoría de sus pacientes con TDC se broncean porque se ven muy pálidos. Otros lo hacen para ocultar el acné, la celulitis o el vello corporal. Una paciente pensaba que cuando estaba bronceada parecía más joven, mientras que otro estaba convencido que el bronceado le ayudaba a disimular su calvicie.
Los rituales provocados por el TDC normalmente son extremadamente difíciles de resistir por quienes lo sufren, según Phillips. Aunque en el caso de Trevor no se pueda afirmar que tuviera TDC, broncearse probablemente fuera un ritual compulsivo para él que lo arrastraba una y otra vez a las máquinas de rayos UVA, a pesar del cáncer y de la ansiedad que sentía cada vez que se metía en una. “Puede que se vean impulsados a hacerlo por si resulta que la próxima vez es diferente”, añade Phillips.
Erin Bonar, profesora adjunta de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Michigan, y Lisham Ashrafioun, del VA VISN 2 Center for Excellence for Suicide Prevention, querían entender qué características de esta obsesión podrían ser similares a la adicción a las sustancias. Dado que un componente clave de la adicción es el ansia, los dos investigadores modificaron un proceso de evaluación creado para medir la compulsión de beber alcohol y lo adaptaron para medir el ansia por broncearse. Los participantes en el estudio que mostraron un alto nivel de ansia por broncearse lo hacían con más frecuencia y gastaban más al mes en ello.
Este ansia por estar moreno “es muy similar a lo que le sucede a alguien que consume sustancias pese a que tiene muchos problemas por hacerlo”, señala Bonar. Trevor, que se refiere a su obsesión por el bronceado directamente como “adicción”, compara el hecho de que siguiera yendo a sesiones de rayos UVA tras saber que tenía cáncer con alguien que sale un rato afuera a fumar un cigarro. “Sabía que estaba mal, y ahí precisamente radica el aspecto de la adicción”, dice.
Pese a todo, Phillips se muestra reacia a usar el término “adicción al bronceado”, argumentando que hacen falta más estudios que confirmen que la obsesión por el bronceado provoque los mismos cambios biológicos que la adicción a las drogas.
Hace dos años, después de ver el maravilloso aspecto de la piel blanca de su amiga, Trevor decidió seguir su ejemplo. Cada vez que pasaba por el estudio de bronceado de camino al gimnasio, tenía que resistir la tentación para no entrar a hacerse una sesión. “Casi me costaba la vida no entrar ahí”, asegura. Pero lo ha conseguido y aún hoy evita la luz solar, caminando por la sombra y llevando manga larga. “Tuve que priorizar la salud sobre los estándares de belleza”.
Al igual que el bronceado, el blanqueamiento de piel también conlleva riesgos para la salud. Las cremas blanqueadoras pueden provocar irritación y descamación. Las que contienen hidroquinona, mercurio o corticoides pueden provocar efectos secundarios más graves, como debilitamiento de la piel o problemas en el riñón. Manlangit asegura que unas de las pastillas que tomó para aclararse la piel le provocaron náuseas. ¿Por qué, pese a ello, hay gente que sigue usando estos productos?
Lo más fácil es tachar a estas personas de enfermas mentales, pero los problemas van más allá, sobre todo en personas que se obsesionan por aclararse la piel
Choma señala que “probablemente tenga que ver con en qué medida esas personas se vean a sí mismas como objetos, más que como personas”. Muchas mujeres sabrán a qué se refiere, en mayor o menor grado: calzarse unos tacones de aguja y soportar el dolor de hacerse la depilación brasileña, todo por intentar encajar en unos cánones de belleza totalmente irreales. En su investigación sobre el blanqueamiento de piel en Tanzania, Lewis-Arthur descubrió que muchas mujeres creían equivocadamente que si continuaban usando sus productos blanqueadores, el acné, la decoloración y los demás efectos secundarios desaparecerían.
Arthur-Lewis cree que en estos casos “hay que tener presente el contexto cultural”. Lo más fácil es tachar a estas personas de enfermas mentales, pero los problemas van más allá, sobre todo en personas que se obsesionan por aclararse la piel. “En apariencia, tienen problemas psicológicos que deben resolver, pero por otro lado tienen que luchar por la supervivencia”, señala. “Para entender de verdad por qué la gente hace lo que hace, hay que tener en cuenta el contexto histórico, el trasfondo de cada persona y la comunidad en la que vive”.
Melissa Pandika https://ift.tt/eA8V8J
No hay comentarios:
Publicar un comentario