Artículo publicado por VICE México.
Hace unos días las redes sociales se encendieron por las declaraciones de Mauricio Clark, un presentador de televisión que afirmó: “lo más difícil que he hecho en mi vida ha sido arrepentirme ante Dios y haberme perdonado por todas las aberraciones que cometí, porque no nada más fui adicto a la cocaína, también fui adicto a la pornografía y fui adicto a la prostitución. Si me preguntas por mi homosexualidad, hoy puedo decirte que la homosexualidad es parte de mi pasado, hoy retomo una vida como me hizo Dios naturalmente”.
Estas declaraciones no tardaron en hacer eco, sobre todo en personas de la comunidad LGBTTTIQA+, quienes señalaron que este tipo de aseveraciones, sobre todo viniendo de alguien que tiene acceso a cámaras y micrófonos, podían reforzar la idea de que la homosexualidad (y el resto de las orientaciones sexuales) eran algo reversible o “curable”. Incluso Pedro Sola, un comunicador que se encuentra totalmente fuera del clóset ironizó al respecto: “qué pena, pero no es gripe. No se quita”.
Y en efecto, la homosexualidad no es una enfermedad. Hace 28 años la OMS la retiró oficialmente de su lista de patologías, mientras que este año ocurrió lo mismo para la transexualidad, que ya tampoco se considera un trastorno. Y sin embargo, siguen existiendo terapias para “curar”, “corregir” o “revertir” las orientaciones sexuales o expresiones de género. Pero, ¿en qué consisten? ¿son legales? ¿qué relación tienen con los grupos religiosos y conservadores?
Para responder a estas preguntas contactamos a Iván Tagle, Director General de YAAJ México, una organización reconocida por su trabajo en contra de las llamadas “terapias de conversión” o “ECOSIG” (Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual y la Identidad de Género).
Cuando le preguntamos si es posible cambiar la orientación sexual, Iván hace hincapié en que esto no es el punto central del debate, sino la libertad y sobre todo la violencia que se ejerce al buscar “corregir” a los individuos. “Actualmente existe todavía este famoso debate de si uno nace o se hace. Diversos organismos y profesionales de la salud tienen aún hoy tienen opiniones encontradas al respecto. Sobre si es posible cambiar la orientación no sería la cuestión relevante, sino que aún si se pudiera modificar la orientación sexual o la identidad de género, esto decisión nunca tendría que darse en un contexto de coerción. Y sobre todo, no se puede permitir que estos esfuerzos por modificar o corregir la identidad de género estén basados en tratos crueles, inhumanos y degradantes”
Iván puntualiza que si bien las llamadas “terapias de conversión” existen, no son los únicos esfuerzos que existen por modificar la orientación sexual. Y que todo este amplio abanico de actos suele recurrir a la violencia en diversos grados y formas. “Muchas veces se recurre a la privación de la libertad, a la tortura, a la violencia física y psicológica e incluso a las llamadas violaciones correctivas. Y somos muchos organismos los que que señalamos que además de ser ineficaces, estas terapias dañan la salud mental y física de las personas”.
Uno de los grandes problemas surge cuando los prejuicios religiosos y/o morales se mezclan con argumentos que quieren hacerse pasar por científicos. “Estas ideas no son nuevas, existen desde hace siglos y han penado y patologizado a las orientaciones sexuales diversas y a toda relación que no tenga como fin la procreación. Y lamentablemente, estos prejuicios mucho tiempo se han ido mezclando con los criterios científicos y médicos de la época para criminalizar la sexualidad e incluso hacerla pasar como una enfermedad”.
Uno de los rasgos comunes de estas terapias es que están promovidas por grupos ultraconservadores, mismos que están mezclados con la religión. “Cuando uno revisa el sustento científico o los argumentos de las personas que defienden este tipo de prácticas encontramos que la mayoría de las personas y estudios que citan, por lo general pertenecen a grupos o instituciones sumamente conservadores. Y ya cuando empiezas a hacer un poco más de investigación, te das cuenta de que aunque a veces haya médicos o grupos supuestamente científicos involucrados, te das cuenta de que al final siempre se encuentra la religión”.
La existencia de estas no es un asunto menor. Pueden parecer bien intencionadas, pero pueden terminar en la muerte de quienes las reciben. “Someter a las personas a estas terapias, muchas veces en contra de su voluntad, es ponerlas en riesgo. Por eso es que tantas organizaciones alrededor del mundo estamos trabajando para visibilizar este tema. Estas famosas terapias no sólo no “corrigen” ni “curan” las orientaciones, sino que pueden llevar a problemas como la baja autoestima, la depresión, la adicción a las drogas, al alcoholismo y en el peor de las casos incluso al suicidio”.
Otro de los puntos a resaltar es que estas terapias actúan al margen de la ley. “En México ya existe una legislación en contra de la tortura y de los actos crueles y degradantes, así como el atropello a los derechos humanos. Las terapias de conversión y los ECOSIG en general están dentro de estos actos violatorios de los derechos humanos. En el caso de las lesbianas, por ejemplo, es común la existencia de las “violaciones correctivas”, en las que las mujeres son sometidas en contra de su voluntad a actos sexuales con el fin de “restituir” su heterosexualidad. Por supuesto, la violación es un delito. Pero no sólo este método lo es. Las terapias de conversión constituyen un delito porque coartan el libre y pleno desarrollo de la personalidad. Por otro lado también son actos discriminatorios, y la discriminación también está penada en nuestro país”.
Uno de los signos más alarmantes es que la mayoría de quienes son sometidos a estas “terapias” son menores de edad: “El que muchos de los que acuden a estas terapias sean menores de edad plantea un riesgo aún mayor y un reto muy grande para las organizaciones que estamos peleando por erradicarlas. Muchas veces estos menores en teoría acuden en libertad, cuando en realidad están coercionados por sus propias familias y por un entorno hostil, agresivo y machista que no los acepta y los violenta. A esa edad lo que buscas es ser aceptado, y si acudes a estas terapias por complacer a los padres o a la familia, mucho menos los vas a denunciar. Es por eso que se tienen tan pocos números respecto a estos casos”.
Otra de las razones por las que pocas veces se penaliza estas “terapias” es que se les disfraza de otros “servicios”. “Se vuelve muy complejo denunciar a alguien cuando están disfrazando las terapias de conversión con otras fachadas. Hay quienes los llaman “grupos de autoayuda”, terapia psicológica, hipnosis. Nos han tocado casos casi insólitos, como los de oftalmólogos que presumen que pueden “curar” la homosexualidad. Es por eso que no sólo hablamos de terapias de conversión, sino de Esfuerzos por Corregir la Orientación, ya que la diversidad de “oferta” en este sentido es muy amplia”.
Aún con este panorama ambiguo y nebuloso, en México sí se puede denunciar a quien oferte o realice estas terapias de conversión, “claro que pueden realizarse las denuncias, estas se pueden hacer en instituciones como Copred y la CNDH. Una vez que la resolución sea emitida, se debe acudir con la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas para la completa reparación del daño”.
Para Iván, mientras exista la homofobia, tanto la externa como la interiorizada, existirán este tipo de esfuerzos y terapias: “es un fenómeno muy interesante cómo las personas y asociaciones que brindan este tipo de terapias se han apropiado del discurso abortista del derecho a decidir. Ellos legitiman el ofertar estas terapias porque dicen que hay personas homosexuales, lesbianas y trans que los buscan libremente, y si nosotros nos oponemos a que acudan con ellos estamos coartando su libertad. Pero no podemos hablar de una verdadera libertad cuando estas personas, tal vez sin darse cuenta, están actuando bajo coerción”.
“Por querer ser aceptadas y por miedo a ser hostigadas, segregadas o violentadas, muchas personas normalizan e interiorizan discursos homofóbicos de la sociedad en la que han vivido. Por eso me parece que mientras siga existiendo homofobia, la exterior y la interiorizada, seguirán existiendo estas terapias de conversión y esfuerzos por corregir la orientación sexual y la identidad de género”.
Finalmente, respecto a las declaraciones de Mauricio Clark, no tiene empacho en afirmar: “a título personal, sólo puedo ver al señor Clark como lo que es: una víctima. Y no podemos caer en el juego de culpabilizar a las víctimas. Está siendo una víctima de la homofobia exterior, y ya la ha empezado a interiorizar. Y el tiempo ya nos dará la razón, como ha pasado muchas veces en la historia: estos famosos conversos que salen a decir que están “curados” casi siempre regresan a ser homosexuales y lo hacen de una manera escandalosa”.
“Pero que no se le culpabilice no lo exime de decir la verdad: la homosexualidad no se puede curar, esa discusión ya se superó en 1990. El que personas como él, que tienen acceso a los medios hablen de estas supuestas “curas”, lo único que fomentan es que las familias sometan a sus seres queridos a esos tratos crueles, inhumanos y degradantes. Y si bien vivimos en un estado laico que respeta la libertad de cultos y en el que todas las opiniones caben, también vivimos en un estado de derecho”.
Iván es contundente cuando afirma que nadie, ni aún los grupos conservadores allegados al poder, están por encima de la ley: “Nadie está por encima de la Constitución Política. Y en nuestra Constitución también está consagrado el derecho a la no discriminación por orientación sexual. Está penalizada la tortura, está penalizado privar de la libertad y están garantizados los derechos humanos. Y si las personas que promueven estas supuestas “curas” cometen algunos de estos delitos, tendrán que rendir cuentas ante la justicia”.
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