Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
Hace 15.000 años, se congelaron los depósitos de agua que había sobre la meseta del Tíbet y se formó un glaciar. Mientras los humanos se entretenían domesticando perros, el hielo atrapaba a millones de microrganismos por centímetro cuadrado. Muchos murieron y sus genomas, la única prueba real de su existencia, fueron desapareciendo lentamente. Milenios después, en 2015, un grupo de científicos de Estados Unidos y China perforó el glaciar hasta una profundidad de 50 metros para ver qué encontraba.
Cinco años más tarde, han encontrado indicios de virus ancestrales en el hielo, incluidos 28 grupos virales desconocidos. El artículo en el que se explica el descubrimiento se publicó en Internet la semana pasada.
Este tipo de hallazgos permite a los científicos entender un poco mejor cómo ha evolucionado la tierra y el clima. Toda esta información recogida del hielo puede ayudar a predecir qué microrganismos sobrevivirán y cómo será el medioambiente resultante del cambio climático de nuestro planeta.
“El hielo de los glaciares alberga diversos microbios, aunque aún no se han estudiado los virus asociados y su impacto en los microbiomas”, dicen en el estudio. Los investigadores rehusaron opinar sobre el estudio, porque todavía no ha sido revisado por expertos. “Es un área de investigación nueva y emocionante para nosotros”, dijo Lonnie Thompson, uno de los autores del informe, en un correo electrónico.
Los virus que se encontraron en las muestras del glaciar, que se conocen como testigos de hielo, no se han estudiado lo suficiente a causa de su microscópico tamaño, dice Scott O. Rogers, profesor de la Universidad de Bowling Green State y autor del libro Defrosting Ancient Microbes: Emerging Genomes in a Warmer World [Descongelando microbios ancestrales: Genomas emergentes en un mundo más cálido] .
“Aún queda mucho para conseguir muestras de todos los virus que hay en la Tierra"
“La biomasa es tan reducida que cualquier cosa con la que la contamines una vez extraído va a tener una concentración mucho mayor que lo que hubiera en el testigo de hielo”, dice Rogers. “Los problemas de descontaminación son extremadamente importantes; si no, solo vas a encontrar basura”.
Según el estudio, no hay procedimiento especial o precaución de ningún tipo que se tome al perforar, manipular o transportar los testigos de hielo. Una pieza clave en la investigación fue la creación y el ensayo del proceso en tres pasos para eliminar los contaminantes de la superficie. En una habitación a -5 °C, los investigadores usaron una sierra de cinta para cortar 0.5 centímetros de la superficie del cilindro de hielo. A continuación, lo lavaron dos veces con etanol y después con agua.
El equipo probó el nuevo protocolo cubriendo la superficie de trozos de testigos de hielo estériles con bacteria, virus y material genético. En todos los casos, con el procedimiento se logró eliminar toda la contaminación.
Tras aplicarlo a dos testigos de la meseta tibetana, los investigadores usaron técnicas de microbiología para recoger la información genética que quedó en el testigo de hielo. Encontraron información genética perteneciente a 33 especies de virus diferentes, de las cuales 28 se desconocían.
No es sorprendente que algunos de estos virus no se hayan visto nunca, dice Chantal Abergel, una investigadora de Ecología Viral del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia.
“Aún queda mucho para conseguir muestras de todos los virus que hay en la Tierra”, dice.
Pero los efectos del cambio climático causado por el ser humano han impedido que descubramos gran parte de los virus ancestrales conservados en el hielo.
“Los peligros contenidos en el hielo son reales y el avance del deshielo global hace que los riesgos por liberación de estos microbios patogénicos crezcan”
Según un estudio, la subida de temperaturas está provocando que los glaciares de todo el mundo mengüen y liberen microbios y virus que habían estado atrapados durante cientos de miles de años.
“Como mínimo, esto podría llevar a la pérdida de una gran cantidad de información sobre microbios y virus que podría servir para diagnosticar y arrojar luz sobre los sistemas climáticos de la Tierra en el pasado; sin embargo, en el peor de los casos, el hielo que se derrite podría liberar patógenos en el medioambiente”, escribían los autores.
El peor de los casos parecía volverse realidad en 2016, cuando un brote de carbunco acabó con más de 2.000 renos y dejó hospitalizadas a 96 personas en Siberia. Las esporas del Bacillus anthracis, bacteria que causa la enfermedad, pueden sobrevivir años y se cree que el brote se produjo cuando el permafrost se derritió y dejó al descubierto el cuerpo de un ciervo congelado décadas atrás y que era portador de la bacteria.
Los virus congelados podrían causar problemas similares: Abergel y su marido estaban al frente un equipo que revivió un virus gigante de 30.000 años de antigüedad del permafrost y demostraron que todavía era capaz de infectar a su objetivo: una ameba. Abergel afirma que la reaparición de estos virus antiguos es preocupante, pero no debe cundir el pánico, puesto que hay virus “por todas partes” y mucho son más peligrosos para las bacterias que para los seres humanos.
Rogers expresa una mayor urgencia. En un capítulo de Defrosting Ancient Microbes, describe junto a los otros autores los diferentes patógenos, peligros y riesgos asociados con la investigación de testigos de hielo.
“Los peligros contenidos en el hielo son reales y el avance del deshielo global hace que los riesgos por liberación de estos microbios patogénicos crezcan”, dicen en el capítulo.
Maddie Bender https://ift.tt/eA8V8J
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