Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
Hace apenas un año (aunque parezca que han pasado más de 500), Roma era la pieza favorita del cine revolucionario. Tenía todos los elementos para convertirse en la primera película extranjera en ganar el premio a Mejor Película. En una era de retórica y políticas anti inmigrantes en los EE. UU, una protagonista indígena era la empleada doméstica de una familia adinerada de la Ciudad de México en los años setenta. Pero finalmente no sucedió, no ganó lo que se merecía. Sin embargo, un año después, los Premios de la Academia consiguieron hacer bien su tarea.
El año pasado el premio a Mejor Película se lo llevó Green Book, la historia de un personaje afroamericano contada desde la perspectiva de un hombre blanco, la cual estuvo llena de controversias como el uso de la palabra "nigger" (insulto racial en inglés) por el co protagonista, Viggo Mortensen. La derrota de Roma ante Green Book fue algo realmente doloroso, sobre todo porque se produjo después de las victorias de Moonlight (2017), la exuberante historia del autodescubrimiento de un adolescente afroamericano, y de The Shape of Water (2018), la extraña historia de amor entre dos especies distintas del director mexicano Guillermo del Toro.
Fue como si la consigna #OscarsSoWhite en los Premios de la Academia hubiera llegado a un tope. Las nominaciones de actores predominantemente blancos y la exclusión absoluta de las mujeres directoras este año hicieron que el gran muro comience a notarse aún más. Ahora, el 2019 fue un cúmulo de excelentes actuaciones por parte de actores no blancos, todos dignos de una nominación (¡Queremos justicia para J.Lo, Eddie Murphy, Awkwafina, Lupita Nyong'o y todo el maldito elenco de Parásitos!), y nos trajo también a directoras increíbles que crearon películas fantásticas (¡Greta Gerwig! ¡Lorene Scafaria! ¡Lulu Wang! ¡Melina Matsoukas! ¡Alma Har'el!), y ninguna excusa podría justificar estos desaires. Pero las históricas victorias de Parásitos de Bong Joon-Ho se sienten como una especie de retribución por el gigantesco retroceso que hubo el año pasado, y es una victoria para las historias y las personas que constantemente son ignoradas en Hollywood.
Parásitos ganó en función de su singular genialidad y su capacidad para hacer una declaración audaz contra el capitalismo y la opresión de clases. La esperanza es que sigamos viendo a las películas hechas y protagonizadas por personas de diferentes orígenes como obras de arte, y que no estén excluidas en la categoría a Mejor Película, que estas historias sean vistas como dignas de contar y elogiar, y que una victoria como esta no solo ocurra una vez y nunca más se repita (porque con una ocasión basta para cumplir con el requisito). Roma podría haber ganado en 2019 y todavía nos sentiríamos fascinados al ver triunfar a Parásitos en 2020, porque hay espacio para ambas y para un sin fin de películas más. Los filmes no deberían tener que luchar entre ellos por un solo asiento en una mesa que ofrece sillas ilimitadas para las historias con narrativas blancas.
Para aquellos que anhelan ver que Hollywood apueste más por las historias donde haya diversidad, la pérdida de Roma fue una enorme y desagradable sorpresa. Con el logro de Parásitos, podemos celebrar que se ha derribado un obstáculo más, podemos emocionarnos por el impacto positivo que podría tener y sentirnos bien al saber que su victoria es un gran incentivo para que Hollywood elimine las fronteras que impidieron que películas como Roma obtuvieran el reconocimiento que merecían.
Alex Zaragoza https://ift.tt/eA8V8J
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