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jueves, 19 de abril de 2018

Cuando el fetiche de ver cómo se cogen a tu pareja sale mal

Este artículo se publicó originalmente en VICE Canadá.

En el variado mundo de las fantasías sexuales, existe una que se conoce por el término inglés cuckolding. Generalmente consiste en que un hombre observe (el cuckold) cómo otro güey (el toro o bull) se coge a su pareja y humilla al primero, diciéndole, por ejemplo, que tiene el pito pequeño.

Al parecer, el término deriva de cuckoo, un ave y una de tantas formas de llamar al pene en inglés. Algunos de estos pajaritos hembra se van con otros machos y ponen sus huevos en los nidos "ajenos". De ahí la analogía con esta fantasía sexual.

Una búsqueda rápida en tu sitio porno preferido revelará gran cantidad de videos inspirados en esta fantasía, tanto amateur como profesionales. Con millones de visitas en las principales páginas de porno, no cabe duda de que el subgénero goza de excelente popularidad.

Este tipo de fantasía puede darse en la vida real o como una mera fantasía para inspirar la masturbación. David Ley, terapeuta sexual y autor de la etnografía sobre el cuckolding, Insatiable Wives, sugiere una serie de razones por las que los hombres pueden sentir el deseo de animar a sus parejas a acostarse con otros hombres. Entre esas razones puede estar el deseo de satisfacer sexualmente a su pareja, el de empoderar a la mujer, la excitación de lo prohibido y la cultura del voyeurismo.

En el caso de los hombres con preferencias masoquistas, la fantasía puede surgir a través de un deseo de ser sometido al rechazo y la humillación. Como dijo el propio Ley recientemente para CNN: “Nuestra imaginación erótica tiene la capacidad de convertir los limones de la vergüenza en una deliciosa limonada de fantasía sexual”.

Esta fantasía de la infidelidad consentida parece ser principalmente cosa de los hombres, si bien las teorías sobre por qué es así son más bien escasas. Ley se basa en la idea de que el hombre tal vez crea que tiene un mayor estatus social si su pareja resulta sexualmente deseable por otros hombres.

También hace alusión a la “teoría de la competencia del esperma”, probada en laboratorio y según la cual, si un hombre ve a otro copular con la persona que ama, su cuerpo se ve impulsado a producir mayores cantidades de esperma de mayor calidad. ¿Por qué? Para que su semen gane la “competencia” de embarazar a la mujer.

Al margen de los motivos que lleven a esta fantasía, los expertos sugieren que es una práctica en general positiva para las parejas que la llevan a cabo. El doctor Justin Lehmiller, investigador del Kinsey Institute y autor del libro Tell Me What You Want, señala que “la mayoría de las personas a las que les excitan las situaciones de infidelidad consentida suelen disfrutar de sus fantasías y hablan positivamente de su experiencia”.

Lo mismo opina la terapeuta sexual Holly Richmond, quien añade que esta fantasía no tiene nada de malo por sí misma. “No hay nada raro, anómalo o equivocado en sentirse atraído por esta fantasía en el plano cognitivo y emocional o incluso en la práctica”.

Sin embargo, hay casos en los que esa limonada de fantasía sexual resulta demasiado amarga. Otra búsqueda en Reddit muestra varias publicaciones sobre mujeres que han abandonado a sus parejas después de haber jugado a poner el cuerno. Esta, por ejemplo, empieza con la historia de un hombre que logró convencer a su novia para que abriera un perfil en un sitio web de intercambio de parejas. Situación que les llevó a concertar varias citas de este tipo y finalmente la chica dejó a su novio definitivamente.


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Otro hombre explicaba que su mujer lo había dejado dos veces, porque se había enamorado de los “toros” con los que practicaban su fantasía. Al parecer simplemente siguen juntos porque tienen hijos y él no es capaz de renunciar a sus deseos de ver a su mujer cogiendo con otros hombres.

Ambas historias parten de la misma base de consentimiento mutuo para practicar esta fantasía. Richmond señala que una relación puede tambalearse si sólo uno de los miembros de la pareja muestra interés sexual por la fantasía. “Obviamente, los problemas surgen cuando la otra persona no comparte esas preferencias sexuales y no encuentra excitante esa fantasía”.

Fue lo que le ocurrió a otro usuario de Reddit, que describía cómo ocho años practicando esta fantasía habían acabado con su relación ideal. “Mi única vía de escape sexual con mi novia terminó siendo verla cogiendo con otro o varios”, explicaba. “Al final eso me provocaba frustración y dejé de sentir deseos de acostarme con ella”.

Luego empezó a dudar de su masculinidad y de su capacidad de dar placer, ya que lo único que hacía era fantasear como observador pasivo. “Que quede claro que no estoy en contra de este fetiche”, apuntó, “pero yo lo llamo la heroína de los fetiches, porque tiene la capacidad de destrozar por completo tu sexualidad y reducirla a un bucle en el que sólo puedes representar ese escenario fetichista una y otra vez”.

El testimonio negativo de este usuario no es el único. Mac*, de 39 años, lleva siete años lidiando con los estragos de su fantasía. Tiene la autoestima baja y cree que eso, junto con el hecho de que se haya perdido la chispa en su relación, contribuye a acrecentar su excitación al fantasear con la infidelidad de su pareja.

“Mi pareja tampoco había estado nunca con otra persona, por lo que la idea de verla perder el control y entregarse a sus instintos primarios era muy atractiva”, explica. A medida que aumentaba la obsesión de Mac por ver a su pareja con otros hombres, empezó a pensar en formas de poner en práctica su fantasía. “Pensaba en ello en el trabajo, planeando qué diría o haría al llegar a casa para convencerla”.

La novia de Mac le expresó rechazo. Richmon asegura que es común que las parejas vean la fantasía a través de la lente de lo emocional, lo cual puede desencadenar sentimientos negativos.

“Las mujeres en esta posición a menudo afirman que esperan que sus compañeros se sientan celosos y quieran mantenerlas alejadas de otros hombres, como en una relación monógama tradicional”, explica. “Esto se traduce en una sensación de no sentirse deseado o amado”.

Según Richmond, las parejas en esta situación deberían intentar hablar sobre el origen de esta fantasía con la ayuda de un terapeuta. Una opción que obviamente no está al alcance económico de todo el mundo. En cualquier caso, Richmond sugiere que se establezcan normas y límites para garantizar que ambos miembros de la pareja se sientan escuchados, seguros y apoyados por el otro.

Para algunas parejas, esto se traduce en llevar a la práctica su fantasía de infidelidad consentida; para otras, alguna que otra sesión ocasional de juegos de rol. Después de charlar con su pareja, Mac se dio cuenta de que se había obsesionado con sus sensaciones sexuales y había dejado de centrarse en complacer a su novia. Mac dio prioridad a su relación sentimental y accedió a abandonar esa fantasía.


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El caso de Amber* de 28 años también es similar. Su exnovio le confesó su fantasía al principio de la relación. “Me incomodó, pero por otro lado, no quería mostrarme negativa sobre sus fetiches”, explica. Amber se considera bastante abierta a las fantasías sexuales, pero se dio cuenta de que su novio sólo se centraba en sus propias necesidades sexuales. “Empezó a susurrarme que le excitaría mucho que me cogiera a otros güeyes o que usáramos un glory hole [los agujeros que hay en ciertos baños públicos para masturbar a quien está en el cubículo contiguo manteniendo el anonimato]”, recuerda.

Al principio, Amber se prestó a los juegos de rol con su novio, aunque no lo disfrutaba. “Cuanto más intentaba satisfacer su fantasía, menos interesado parecía él en practicar sexo conmigo”, explica. A petición expresa de su novio, Amber probó una solución que pudiera, en principio, satisfacerlos a los dos. Empezó a tener varias parejas sexuales —todos ellos sabían que Amber tenía pareja— y le contaba a su novio sobre sus aventuras. Aquello hizo que a Amber tuviera una idea: “El hecho de ir con otros hombres me hizo darme cuenta de que mi novio no estaba satisfaciendo mis necesidades y de que el sexo era mejor con desconocidos”.

A diferencia de Mac, que se dio cuenta de que a su novia no le gustaba su fetiche y habló del tema con ella, los intentos de Amber por comentarlo con su pareja se veían siempre frustrados. La comunicación y el disfrute mutuo son los pilares de cualquier relación, y Richmond señala que esto es especialmente importante cuando se trata de fetiches y fantasías: “Nos calienta lo que nos calienta. Punto, no hay más... siempre que sea consensuado y placentero”.

Escuchando a su pareja y reconociendo sus preocupaciones, Mac ha empezado a superar sus dificultades. Estuvo un mes sin porno ni sexo y planeó citas sin sexo para ayudarse. Paralelamente, empezó a cuidar su alimentación y se inscribió al gimnasio. “Empecé a trabajar en mejorar mi persona y mi relación con mi pareja”, explica. “Todavía no estoy del todo ‘recuperado’, pero estoy trabajando en ello”.

Desgraciadamente para Amber, su novio nunca estuvo preparado para escucharla. Amber se dio cuenta de que él no tenía intención de cambiar, o que al menos no lo haría por ella, y decidió terminar con la relación. Cree que la fantasía de la infidelidad consentida difiere de otras en que en esta se erotiza la propia relación, en lugar de los cuerpos u objetos que puedan obtenerse dentro o fuera de la pareja.

Amber tuvo una experiencia negativa con este fetiche que le provocó un considerable daño emocional, y tiene muy claro qué consejo dar a los hombres que tengan pensado poner en práctica su fantasía: “Yo les diría que tienen que ser muy conscientes de cómo interactúan sexualmente con sus parejas, de forma que se aseguren de que el placer sea mutuo y de que ella no se sienta agobiada por intentar llevar a cabo la fantasía”, recomienda. “Y que se aseguren de, por encima de todo, tratar a su pareja como a una persona, y no como a un objeto que les da placer sexual”.

*Se han cambiado los nombres para proteger la intimidad de los protagonistas.

Richard Greenhill https://ift.tt/eA8V8J

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