Además de sus afinidades por los trajes militaristas, el desarrollo de armas nucleares y mentir sobre sus puntajes de golf, el fallecido dictador norcoreano Kim Jong-il también amaba la pizza. Durante más de una década soñó con abrir una pizzería y envió a los chefs de su país a Nápoles y Roma para que pudieran llevar los secretos de los pizzaioli italianos a Pyongyang. ("Uno de los oficiales que [el chef Ermanno] Furlanis estaba entrenando le pidió que especificara la distancia precisa en la que las aceitunas deberían estar esparcidas en una pizza", señaló un artículo del Guardián en 2009.) En 2008, abrió su tan esperado restaurante —con el ingenioso nombre de "Pizza Restaurant"— e importó harina, mantequilla y queso de Italia para que él y otros miembros de la élite gobernante pudieran tener las mejores (y únicas) rebanadas al norte de Seúl.
"El general Kim Jong-il dijo que a la gente también se le debería permitir tener acceso a los famosos platos del mundo", dijo el entonces gerente, Kim Sang-Soon. Pero los líderes totalitarios tienden a ser pura apariencia, por lo que el restaurante y los decadentes bocados de pepperoni con queso permanecieron fuera del alcance de los ciudadanos de Corea del Norte. (Bocados de cualquier cosa fueron inalcanzables para muchos norcoreanos; a mediados de los años 90, mientras Kim soñaba despierto con ingredientes para pizza, más de 2 millones de personas morían de inanición y desnutrición).
Poco después de la inauguración de Pizza Restaurant, el artista surcoreano Hwang Kim decidió que la pizza no debería restringirse a Kim Jong-il y sus compinches. Comenzó a trabajar en una serie de cuatro cortometrajes que esperaba pudiera presentar algunos aspectos de la cultura occidental a los norcoreanos, y posiblemente también les brindará un poco de educación culinaria.
"En Corea del Norte hay un acceso muy limitado a las influencias de otras culturas, al menos para la gente común y está estrictamente controlado", dijo a Deutsche Welle. "La clase política tiene estos privilegios, por supuesto. Y de repente hubo una pizzería en Corea del Norte, pero muy poca gente podía comer allí".
La serie de videos, a la que llamó "Pizza for the People" [Pizza para el Pueblo], exploró la idea de lo que sucedería si Corea del Norte se convirtiera en una democracia, y la mujer y el hombre que protagonizaron cada episodio representaron cuatro escenarios, incluyendo instrucciones para hacer una pizza (con todo y una corteza de papa hecha desde cero), empacar una maleta para ir al extranjero, celebrar Navidad y "cómo convertirse en un líder de tendencias en el baile pop".
"Todo se presenta como una especie de mezcla entre telenovela y video casero", dijo Kim. "Queríamos usar un tono satírico y ligero para intentar explicar algo a los norcoreanos sobre los estilos de vida occidentales".
Una vez finalizada la filmación, grabó el video en 500 DVDs y se los entregó a cinco contrabandistas a quienes les encomendó pasarlos por la frontera y distribuirlos en la nación ermitaña. Los DVDs se distribuyeron en el mercado negro y, aunque Kim no sabe cuántas personas finalmente vieron su película, o si los contrabandistas en realidad cumplieron su parte del trato, dijo que sí había recibido fotos y cartas de personas que habían realizado con éxito sus propias pizzas.
Kim presentó hace poco las cuatro partes del documental en un festival de teatro en Heidelberg, Alemania. Y luego, cuando las personas de la audiencia caminaron hacia su casa pasando por las pizzerías que hay frente a otras pizzerías, tal vez sintiéndose un poco más afortunados que unas horas antes.
Este artículo fue publicado originalmente por VICE US.
Jelisa Castrodale https://ift.tt/eA8V8J
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