Algo pasó con las barbas a finales de los 2000. Bon Iver sacó un álbum y, poco después, los hombres de medio mundo se entregaron en cuerpo y alma al fetiche de las cervezas de elaboración propia, a las prendas vaqueras y a la barberías de la vieja escuela. Y la gente a la que nos gustan los hombres sentimos una punzada. Uy, pensamos, barbas.
Las barbas marcaban el regreso de la “estética del hombre de verdad”, aunque dotado de una sensibilidad que se adecuara más al hombre millennial, esto es, un leñador que te llevaría a lo bruto al campo y allí te hablaría de su relación con tu madre. De la noche a la mañana, nos vimos obligadas a mirar a los hombres con otros ojos. Aquellos en los que nunca antes nos habíamos fijado, de repente nos resultaban atractivos, y los que ya lo eran, se volvían irresistibles. Todo era nuevo, emocionante.
Pero también era un truco.
Al cabo de unos meses, quedó claro que, nueve de cada diez veces, la barba se convertía en un sustituto de la personalidad, como las boinas o la afición a la hierba. Se descubrió el pastel y, con ello, el atractivo sexual de la barba perdió casi todo su poder.
Bien, pues lamentamos comunicar que acaba de empezar un fenómeno similar, pero esta vez con el pelo decolorado.
¿Qué es?
Seamos claros: no estamos hablando, por ejemplo, de la reciente transformación de Troye Sivan en un querubín de Botticelli. No hablamos de gente que se tiñe el pelo y luego se lo cuida. Hablamos de personas que no han oído hablar en su vida del decolorante para el pelo que se lo aplican y parecen una mezcla entre Boris Johnson y Billie Joe en 1995. En la tabla de colores, el tono se situaría entre “Amanecer cítrico” y “El amarillo chillón con el que tu madre pintó la cocina cuando tenía la menopausia”.
¿De dónde viene?
Es difícil llegar a la raíz de esta tendencia, pero en general parece una amalgama de varias cosas.
I) Ryan Gosling haciendo derrapes con una moto y caminando por ahí con su camiseta de Metallica en The Place Beyond the Pines.
II) Otro síntoma recurrente de la nostalgia de los 90. ¿Se acuerdan de cuando los famosos, desde Justin Timberlake a Brad Pitt, llevaban el pelo decolorado con las raíces oscuras y en aquella época tenía sentido porque la cosa era “pasar de todo y llevar algo vaquero”? Bien, pues aquí han recuperado eso de cuello para arriba, una moda adoptada por hombres que llevan ropa que vale miles de pesos.
Y ahí está la ofensa: si te puedes gastar 13,800 pesos en unos pants Palace, puedes permitirte ir a un peluquero profesional. Estamos ante otro ejemplo de tipos (principalmente) heteros que quieren algo objetivamente bueno y la cagan haciendo lo mínimo.
¿Quién sigue esta moda?
Tipos de derechas
La tendencia tiene una legión de fieles entre la comunidad de megalómanos —Donald Trump, Milo Yiannopoulos y Julian Assange—, lo que sugiere que existe cierto simbolismo subyacente. Es una forma sencilla de destacar, al margen de las razones.
Tipos modernos
Entre los más recientes se encuentran Zayn Malik, en una versión moderna y bastante impactante del Coronel Sanders, Adam Levine, Professor Green, todos los raperos de Soundcloud, la poco reconocida periodista de VICE Emma Garland y —lo siento, chicos— muchísima más gente en nuestra oficina.
Deportistas
Los deportistas empezaron a unirse a los Goslings, Biebers y Kanyes del mundo hacia el año 2015, haciendo que la decoloración pasara de ser “una declaración de intenciones atrevida y subversiva” a “la opción para cualquiera que no sepa qué hacerse en el pelo”.
Casanovas
Esta es la única característica que la mayoría de los que siguen esta moda tienen en común. Si ampliáramos la imagen del meme sobre los Vans Old Skool, veríamos a tres chicos con el pelo decolorado y probablemente algún piercing en la nariz. Al igual que pasó con la barba antes de hacerse mainstream y despojarse así de todo rastro de interés o personalidad, el pelo decolorado dice poco de una persona.
¿Por qué?
“¡A mi mujer le encanta!”. Adam Levine, 2018
Fecha aproximada en la que terminará todo esto
Pues esta tendencia, como tantas otras, sobrevivirá mientras haya gente que la siga validando. Por tanto, en nuestras manos está cambiar las cosas.
No obstante, sospechamos que 2018 marcará un punto de inflexión. Salpicados por parques y pueblos, como si de una pintura impresionista se tratara, veremos puntos de distintas tonalidades de rubio platino. Hacia finales de año, las editoriales encargarán libros en cuyas portadas aparecerán tipos con el pelo decolorado y una camiseta blanca o negra apoyados sobre persianas pintadas de colores. Durante los siguientes años, los archivos de moda declararán que la moda post-2000 fue un caleidoscopio, una mezcla liberal de estilos de varias décadas con el denominador común del pelo decolorado.
Estamos tan convencidos de que así será que contactamos con WGSN, el sitio web de análisis y predicción de tendencias, para probar nuestra teoría. “Corto, afeitado, en cortina, incluso con rastas; cualquier estilo vale, y en cuestión de un año el uso del color ha pasado de las mechas a la decoloración de todo el pelo, lo que corrobora que 2018 es el año en que ese look se generalizará”, señaló Emma Grace Bailey, editora de belleza de WGSN. Plot twist: también creen que “el rubio es solo el principio” y que se usarán también los colores primarios. Eso es lo que nos espera.
Pero, ¿alguna vez las barbas han llegado a desaparecer? No. Pero sí que han vuelto a convertirse en el único interés de los que ya estaban predispuestos a que les gustasen. Este será también el inevitable destino del pelo decolorado. Cuando deje de ser novedad, volverá a ser un estilo limitado a su público incondicional: idiotas cachondos atraídos por cualquier cosa que denote problemas de ira o con sus madres causados por situaciones emocionales sin resolver. Nosotras, básicamente.
Y recuerden: en cualquier caso, todo se acabará en el momento en que Liam Payne forme parte de esto.
Sigue a @hannahrosewens y a @emmaggarland
Este artículo apareció originalmente en VICE UK.
Hannah Ewens https://ift.tt/eA8V8J
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