Artículo publicado por VICE Argentina
A Valeria, su partera le dijo: “Nena, cerrá las piernas que se te va a caer la piba” cuando llegó a un hospital privado de Argentina, con siete de dilatación y la obstetra no respondía los llamados telefónicos para presentarse al parto. Cuenta que después de parir, la dejaron 45 minutos en el pasillo de la clínica. Los camilleros se olvidaron que tenían que bajarla a la habitación, o según dice Emilia, nadie les avisó. Inmovilizada por la anestesia, temblando de frío y lejos de su hijo recién nacido, pasó el cuarto de hora más largo de su vida mientras se perdía de compartir junto a su bebé la llamada hora sagrada: un tiempo de reconocimiento, inmediatamente posterior al parto, en el que el contacto físico tiene efectos en el vínculo y en la salud del bebé tanto inmediatos como a largo plazo.
Los médicos conversaban sobre el viaje que tenían planeado para sus vacaciones y hacían chistes acerca del asado que se comerían el fin de semana mientras le hacían una cesárea a Noelia.
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Bajo el lema "El poder de parir está en vos”, del 14 al 20 de mayo pasados se celebró la Semana Mundial del Parto Respetado. Esta iniciativa nació en 2004 gracias a la Asociación Francesa por el Parto Respetado (AFAR). Desde entonces se replica en distintas ciudades del mundo con un objetivo principal: visibilizar el modo en que se atienden partos en todo el planeta y exigir el cumplimiento de derechos vinculados al nacimiento. En Argentina existe desde el 2004 la ley nacional de Parto Respetado, que defiende los derechos de las madres y bebés al momento del trabajo de parto y posparto. La ley detalla que "toda mujer tiene derecho a un parto natural, a estar acompañada por la persona que ella desee, a elegir la posición en la que quiere parir, a transitar su embarazo, parto y posparto respetados en todos los sentidos y a ser protagonista activa y recibir información necesaria para decidir".
A pesar de ello, el número de cesáreas innecesarias continúan muy por encima del 10 y 15 por ciento que recomienda como máximo la Organización Mundial de la Salud (OMS). Solo en Argentina se realiza este procedimiento en un 32 por ciento de los partos en el sector público y casi el 66 por ciento en el sector privado. La región de América Latina y el Caribe es la de mayor tasa de cesáreas del mundo, según un estudio de la revista científica PlosOne donde cuenta que en México realiza 45,23 por ciento de cesáreas frente al 100 por ciento del total de partos, Colombia 45,9 por ciento, Paraguay 48, 7 por ciento, Perú 35,4 por ciento y Uruguay 44,2 por ciento.
Una de las sugerencias sobre el parto que la OMS publicó en 2019, ubica a la madre en el centro de toma de decisiones y rechaza todo tipo de intervenciones innecesarias como las episiotomías —incisión quirúrgica en el perineo femenino— de rutina o que no se deje dilatar a la mujer de forma natural, e incluyen el derecho de la mujer a decidir cómo controlar el dolor durante el parto.
Sofía nació en el agua y custodiada por sus gatos
A Julia le daba terror parir en una clínica y que la violentaran. Había escuchado, de parte de otras mujeres, muchas historias de maltrato y abusos. Por eso decidió que el mejor lugar para dar a luz era su casa. El día del parto, luego del almuerzo, se sintió muy cansada y decidió que era hora de dormir una siesta. Se despertó mojada y llamó a su doula —una mujer que brinda apoyo emocional y físico a otras mujeres en el embarazo, parto y primera etapa del posparto—. "Bienvenida al viaje", le dijo. También se comunicó con su partera y le contó que había roto fuente (o bolsa de agua). La partera fue a su casa, la revisó y le dijo: "vuelvo mañana a la mañana, haz lo que quieras, esto todavía no empieza”.
Cuando la partera cruzó la puerta para irse, Julia sintió una contracción fuerte. Luego otra, y otra, y otra más. Muchas, sin parar. Llamó nuevamente a su doula. “La partera había dicho que faltaba, pero me dolía mucho. Las contracciones no me daban respiro. Tenía una cada dos minutos. El único lugar donde podía estar era en el inodoro”, cuenta Julia. Recuerda haberle dicho a su doula que no iba a aguantar tres días así, porque eso había escuchado de otras mujeres: que los partos en casa pueden ser muy largos. La doula le dijo que no serían tres días. Y tenía razón.
En su casa, Julia transcurrió su trabajo de parto en una oscuridad absoluta, con rugidos feroces, sentada en el inodoro y bebiendo mucha agua helada. Para alguien que no ha pasado por un parto ni ha acompañado a una mujer en ese momento, esta escena puede parecer tétrica, pero lo cierto es que, durante este trabajo, muchas necesitan oscuridad y libertad para moverse y gritar si es necesario; cosas que no siempre le son permitidas a las mujeres en un hospital.
Después de un rato largo llegó la partera y le propuso darse un baño de agua tibia. Se acostó reclinada hacia un lado de la bañadera, levantó una pierna y sintió que su hija coronaba. Allí, custodiada por sus gatos, vieron por primera vez y en medio de la oscuridad, la cabeza de Sofía. “Me invadió la calma. Luego de un rato, con una contracción, pujé y así nació”. Madre e hija salieron del agua y se acostaron juntas por primera vez.
Si bien su hija nació en la bañera, Julia dice que su parto fue muy animal, más de tierra que de agua. “Yo siento que pude parir, que mi hija nació en casa como lo había soñado”, dice. Después de esta experiencia Julia decidió ser doula para acompañar a otras mujeres, tal como ella fue acompañada.
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Un siglo atrás, parir en el hogar era la regla. Pero con el avance de la medicina y la importancia de su intervención en casos donde surgen complicaciones, los partos comenzaron a hospitalizarse. Y si bien es cierto que en Argentina han disminuido notablemente las tasas de muerte materna —un 15 por ciento entre 2016 y 2019 según la Secretaría de Salud—, debemos tener en cuenta que hace 100 años no todos accedían al agua potable, no se había descubierto la penicilina para tratar infecciones, y la higiene de manos no era frecuente en quienes asistían en los partos.
Hoy, subyace la idea de que el nacimiento es algo complicado donde la mamá o el bebé se pueden morir y por eso es necesario que se medicalice el proceso. “Y es todo lo contrario: lo que funciona es el impulso de vida, la gran potencia de supervivencia y la fuerza de parir y de nacer” dice Julia, doula y profesora de yoga. Explica que los riesgos de los nacimientos en casa están asociados a si hay una patología preexistente en la mujer, como presión alta, diabetes gestacional o malformación del bebé; cosas que hoy en día se pueden diagnosticar en forma previa. “Ninguna mujer debería morir en el parto porque es un hecho seguro” asegura Julia y explica que la razón principal de muerte materna sucede en el posparto: debido al sangrado excesivo. Estas hemorragias de riesgo están asociadas a un mal estado de salud de la mujer, mal nutrición y falta de cuidados posparto. Otra de las situaciones de riesgo tiene que ver con el desprendimiento inadecuado de placenta, lo que se considera mala praxis. Al igual que en un hospital, el monitoreo del bebé en domicilio se hace permanentemente y si surge alguna complicación es una señal de alarma para dirigirse a un centro de salud.
El ginecólo español Jackie Calleja se ha mostrado a favor del parto humanizado pero desaconseja los alumbramientos en domicilio. "La asistencia especializada de un parto en casa no garantiza que se pueda resolver a tiempo una complicación", dice a VICE. La falta de medicación, que puede ser eventualmente necesaria, de medios, instrumentos y banco de sangre, sumado al tiempo que implica un traslado de urgencia, son factores que según él pueden accionar en contra de la salud de la mujer y el bebé. Calleja está de acuerdo en humanizar el parto, cuidar la intimidad de la pareja y el respeto a la naturaleza y a sus tiempos. "Pero en un entorno adecuado, de seguridad", dice.
Talita: entre el cannabis y la anestesia.
La cocinera cannábica Talita Chef se preparó para tener a su hija, Esmeralda, junto a una doula. Durante el embarazo utilizó aceite cannábico y maceró tintura de raíces de marihuana para utilizar como un bálsamo durante el posparto: las raíces contienen un grupo de compuestos químicos con poderes antimicrobianos, antinflamatorios y analgésicos. Deseaba tener un parto fisiológico y respetado.
Había tenido un embarazo sin complicaciones y realizó casi todo el trabajo de parto en su casa hasta que alcanzó la dilatación necesaria para que se produzca el pasaje del bebé por el canal de parto. Su doula le sugirió que ya era hora de salir al hospital. La recibió la partera de turno quien al enterarse que la acompañante de Talita era una doula —también la acompañaba su marido— la encerró en un cuarto para mantenerla alejada. Talita estaba junto a su marido cuando en la sala de dilatación le pusieron una inyección de anestesia que en combinación con el cannabis la desmayó. Ella no informó a los médicos que había consumido cannabis, pero les pidió en reiteradas oportunidades, y sin ser escuchada, que no le dieran anestesia. En ese contexto de violencia y maltrato, comenzó a sufrir una baja en el nivel de Oxitocina, la hormona necesaria para la distensión del cuello uterino y la vagina. Ella y su hija terminaron sometidas a una cesárea. “Me ataron de pies y manos y comencé a delirar con que era la época de la inquisición y que me habían crucificado. Pensé que me moría en ese delirio de droga entre el aceite de cannabis que me había hecho mucho bien y la mezcla con la anestesia”, recuerda. “Después del parto, cuando salí del quirófano y me pasaron a la habitación, apareció un policía que custodiaba la clínica y dijo que solo podía tener un acompañante en la habitación: mi pareja o mi doula. Cuando le acercaron a su hija Esmeralda al pecho, Talita no podía ni hablar. “Solo llegué a decirle te amo”, recuerda.
La cocinera cannábica hace referencia a los estudios que realizó la pediatra Melanie Dreher en 24 bebés recién nacidos, expuestos a marihuana prenatalmente. La pediatra concluyó que, al mes de vida, estos bebés mostraron mejores resultados en calidad de alerta, irritabilidad y autorregulación en relación a otros bebés cuyas madres no consumieron cannabis durante el embarazo. The National Academies of Medicine publicó un reporte en el que analizó la exposición prenatal, perinatal y neonatal al cannabis, a partir del análisis de una serie de casos. De acuerdo a este reporte, el único factor con evidencia sustancial es que los bebés de madres consumidoras nacieron con bajo peso. Y se advierte que hay poca evidencia sobre si el consumo de cannabis puede generar complicaciones en el parto y problemas posteriores como muerte súbita o predisposición al consumo. Lo que se desaconseja es fumar marihuana, ya que irrita las vías respiratorias.
Si hablamos del uso de cannabis durante el parto y postparto, y de formas no convencionales de atravesar esas experiencias, el testimonio de la actriz y youtuber peruana Oriuana Cicconi cuenta cómo utilizó el cannabis para calmar los dolores que le provocó la cesárea. “Recién salida de la operación tomé los analgésicos que me dieron los médicos. Pero luego decidí que no quería tomar más esos químicos. Tomé gotitas de CBD con THC vaporizadas y no necesité más pastillas”.
Nayla: el segundo hijo y la concreción de un deseo
Cuando se enteró de que estaba embarazada Nayla, comerciante de 33 años, deseó tener el parto en su casa, pero su madre y marido le dijeron que era una locura. Tuvo a su primera hija en una clínica. “Pasé por distintas intervenciones: La bebé estuvo sus primeras dos horas lejos de mí. El monitoreo constante me resultó muy molesto. Estuve sola en una sala de espera, con las piernas abiertas. Me pusieron la epidural con nueve de dilatación porque el anestesista llegó tarde. Con su segundo embarazo se animó a cumplir su deseo: quería otro trato y otro contexto para su cuerpo y la llegada de su bebé.
A las 11:30 a.m. tuvo la primera contracción fuerte y pensó que ese día, o como mucho al siguiente, nacería. En el living de su casa preparó la pileta de parto que había alquilado. Después decidió que era momento de acostarse. “Llamó a la doula que estaba por entrar al cine y le dijo que mire sin apuro lapelícula: todavía faltaba para el nacimiento. Al rato comenzó a sentir dolores más intensos, se acostó, intentó dormir y escuchó un disco de Diego Torres. Ese día pasó muchas horas sumergida en la pileta, mientras le fue enganchando el ritmo a las contracciones y pujos. Por momentos se dormía en el agua. “Me repetía a mí misma que no se puede ir en contra del dolor”. Esa fue una frase que escuchó en una ronda de embarazadas. En dos o tres pujos, Pedro llegó. “Parir en mi casa fue mi mejor experiencia: sentí mucha paz, mucha confianza en mí. Pero hay que hacer un trabajo personal previo”, dice.
La mayor cantidad de denuncias por violencia obstétrica en Argentina están relacionadas con trato deshumanizado hacia la parturienta. Por ahora no hay estadísticas de cuántos partos domiciliarios se realizan en Argentina, pero sí se sabe que la tendencia a este tipo de alumbramientos creció en países como Bélgica, Dinamarca, Suecia y Holanda, donde las mujeres buscan espacios alternativos a las clínicas y hospitales para evitar la medicalización e intervenciones de rutina, cuando no hay motivos de riesgos. El parto seguro y respetado no es un parto que necesariamente se practica en casa. Es un parto en el que con o sin consumo de cannabis, con o sin la compañía de una doula, la mujer ha podido elegir, se siente segura, confía en su cuerpo; y el profesional que la atiende, además de conocer y respetar la fisiología femenina, conoce los riesgos de las intervenciones y no las practica de forma injustificada. El bebé también merece un parto respetado: así podrá estar en contacto con su madre desde el primer momento. Se trata de lograr que el pasaje de la vida uterina al plano terrenal suceda en un contexto de amor, cuidado y respeto.
María Cecilia Toledo https://ift.tt/eA8V8J
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