Muchas de las ideas de Freud sobre el sexo son incómodas, por decir lo menos, pero es posible que ninguna lo sea tanto como la que defiende que nuestros padres nos atraen sexualmente —lo que llamó “complejo de Edipo” en hombres y “complejo de Electra” en mujeres—.
Afortunadamente, los psicólogos y psiquiatras de hoy en día se han distanciado de esta idea. Sin embargo, a pesar de que no se haya podido demostrar el hecho de que nos atraigan nuestros padres, existe una corriente que sugiere que son ellos los que determinan las personas por las que nos sentimos atraídos, según un nuevo estudio que se acaba de publicar en la revista Evolution and Human Behavior.
En este estudio, 769 mujeres heterosexuales y 149 hombres homosexuales de la República Checa veían siluetas de cuerpos de hombres desnudos cuyas formas variaban y tenían que elegir las imágenes que más se parecieran a la de su pareja de ese momento o la más reciente, a la de su hombre ideal y a la de su padre (como lo recordaban en la infancia).
Los resultados mostraron una asociación pequeña pero estadísticamente significativa entre la forma de los cuerpos de los padres de los participantes y la de sus hombres ideales. En concreto, independientemente de la corpulencia, la esbeltez y la musculatura de sus padres, las mujeres heterosexuales tendían a imaginar a sus hombres ideales con cuerpos similares a los de sus progenitores. Este descubrimiento era más frecuente entre las mujeres que habían tenido una relación positiva con sus figuras paternas en la infancia.
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Entre los hombres homosexuales, este efecto era más limitado: solamente aquellas personas cuyos padres eran delgados elegían esa misma forma para el cuerpo de sus hombres ideales, por lo que no había relación entre la musculatura y la corpulencia del padre y la preferencia por unas determinadas características físicas en este colectivo. Además, a diferencia de las mujeres heterosexuales, tampoco parecía haber ningún vínculo con la calidad de las relaciones paternofiliales.
Este estudio es solamente uno más de los muchos que han surgido en los últimos años acerca de la relación entre las características físicas de nuestros cuidadores y de nuestras parejas. Por ejemplo, en un estudio de 2013 publicado en la revista Journal of Research in Personality, unos científicos descubrieron que los participantes cuyos padres (madres y/o padres) eran más mayores tendían a sentirse atraídos por personas más mayores en la etapa adulta.
Desarrollar una atracción hacia ciertos rasgos parentales puede tener ventajas a la hora de reproducirnos
Sin embargo, esto no acaba aquí. Hay muchas otras semejanzas documentadas entre las características de los padres (generalmente del sexo opuesto, ya que la mayoría de los estudios se han centrado en personas heterosexuales) y de las parejas o personas ideales, entre las que se incluyen la altura, el pelo y color de ojos y la cantidad de vello corporal.
Entonces, ¿qué está pasando? ¿Por qué parece que nos atrae gente que se parece físicamente a nuestros padres? No lo podemos asegurar, pero hay unas cuantas teorías.
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Una de ellas es que los humanos, como muchos animales, pasamos por un proceso de impronta sexual en la infancia. Durante un período crítico del desarrollo, aprendemos a asociar los rasgos de nuestros cuidadores con los de nuestra pareja ideal. La demostración clásica de esta idea, en caso de que hayas estudiado un curso introductorio de psicología, se extrae de la investigación de Konrad Lorenz, quien demostró los procesos de impronta en las crías de los gansos.
Lorenz descubrió que las crías de los gansos siguen al primer objeto móvil que ven y lo empiezan a tratar como si fuera su madre —razón por la que en cada artículo en el que aparece el trabajo de Lorenz podemos ver una foto suya seguido por una bandada de gansos. En cambio, lo más fascinante de todo fue que los gansos sobre los que Lorenz había dejado una impronta más tarde intentaban juntarse con aquellas personas que se parecían a él.
El atractivo de esta teoría es que puede servir de ayuda a la hora de explicar no solo la razón por la que nos atraen personas que se parecen a nuestros padres, sino también el desarrollo de ciertos fetiches. La parafilia de los fetichistas de pies, por ejemplo, se puede deber en ocasiones a alguna experiencia en la infancia temprana.
¿Qué hay detrás del proceso de impronta? La mayoría lo explica mediante la evolución, ya que desarrollar una atracción hacia ciertos rasgos parentales puede tener ventajas a la hora de reproducirnos (por supuesto, siempre y cuando no sean semejanzas genéticas, ya que el incesto aumenta el riesgo de malformaciones congénitas).
No es nada raro encontrar incoherencias y contradicciones si consideramos que tenemos muchas limitaciones a la hora de elegir a nuestras parejas en el mundo real
Por ejemplo, el hecho de que esto pueda contribuir a una preferencia por los familiares muy lejanos en detrimento de las personas con las que no tenemos ningún tipo de relación puede aumentar nuestras posibilidades de éxito en la reproducción. Siendo consecuente con esta idea, un estudio ha descubierto que las parejas entre primos terceros o cuartos son las que gozan de una mayor tasa de fertilidad.
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Sin embargo, hay que tener un poco de cuidado. En primer lugar, las conexiones que los científicos han descubierto en este campo no son muy fiables y algunos estudios son contradictorios. Por ejemplo, algunos llegan a la conclusión de que los rasgos parentales se parecen a los de la persona ideal, pero no a los de la pareja (como en el nuevo estudio de Evolution and Human Behavior, que se centraba en la forma de los cuerpos).
En todo caso, no es nada raro encontrar incoherencias y contradicciones si consideramos que tenemos muchas limitaciones a la hora de elegir a nuestras parejas en el mundo real (es posible que la persona que deseamos no nos quiera o que no tengamos muchas opciones diferentes).
Por otro lado, algunos estudios han revelado que las conexiones dependen de la calidad de las relaciones paternofiliales y, como se ha mencionado anteriormente, pueden cobrar una mayor importancia en las preferencias de las personas heterosexuales —posiblemente porque los gays y las lesbianas tienen menos posibilidades de ser aceptados por sus padres—. Esto añade un poco más de leña al fuego. Además, la atracción no se basa solamente en la apariencia, ya que hay otras características, como la inteligencia, el humor, la sinceridad y la amabilidad, que pueden ser grandes factores a la hora de buscar una persona con la cual compartir una relación sentimental.
De esta manera, a la vez que existe la teoría de que, de alguna forma, nos atraen personas que se parecen físicamente a nuestros padres, no hay razones para pensar que vayas a terminar con alguien que se parezca a tu madre o a tu padre.
Justin Lehmiller es director del programa de psicología social en la Universidad Estatal Ball, una facultad filial del Instituto Kinsey, y autor del blog Sex and Psychology. Puedes seguirlo en su cuenta de Twitter @JustinLehmiller.
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