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lunes, 24 de septiembre de 2018

Enrique y Beto, ¿tenían una relación tóxica?

Hace unos días, las declaraciones de Mark Saltzman, guionista de Plaza Sésamo, encendieron las redes sociales. En una entrevista ofrecida a la revista Queerty, pareció revelar lo que para muchos era un secreto a voces: Enrique y Beto, dos de los personajes más populares de Sesame Street, en realidad eran una pareja romántica.

No había que ser muy perspicaces para sospecharlo: dos personajes claramente identificados como masculinos, viviendo juntos en la misma habitación y teniendo incluso cuadros en su casa donde aparecen abrazándose, ¿no serían claramente una pareja gay? Las palabras de Saltzman de inmediato se regaron como la pólvora, llegando a los titulares de cientos de publicaciones que afirmaban que al fin uno de los grandes misterios de la televisión habían sido revelados y la pareja de títeres había salido del clóset. Pero no era la primera vez que la cuestión era abordada de forma pública. Ya en 2013, ante el histórico fallo de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos a favor del matrimonio igualitario, la revista New Yorker presentó en su portada a Enrique y Beto de espaldas, abrazados y mirando la TV. La portada, sin afirmar nada, sugería que estos dos personajes que por décadas había ocultado su amor, al fin podían consumar su relación ante los ojos del mundo.

Por supuesto no faltó la controversia. La misma Sesame Workshop, organización dueña de los derechos de Sesame Street, salió a desmentir la versión del guionista afirmando (de manera bastante torpe, por cierto) lo siguiente: “Como siempre lo hemos dicho, Beto y Enrique son mejores amigos. Ellos fueron creados para enseñar a los niños en etapa preescolar que pueden ser mejores amigos con aquellos que pueden ser muy diferentes de ellos mismos. Aunque están identificados como personajes masculinos y tienen algunas cualidades y características humanas (como la mayoría de los personajes de Plaza Sésamo), son marionetas y carecen de una orientación sexual”.

Ahora bien, asumamos que sí, que a pesar de los torpes balbuceos de Sesame Workshop, en realidad la relación de Enrique y Beto (O Ernie and Bert, para los puristas) sí es la de una pareja gay. Finalmente el guionista que por años creó sus situaciones, dijo que se inspiró en su vida y la de su pareja, el cineasta Arnold Glassman, para crear todas las historias, chistes y anécdotas que le ocurrían a la dupla de marionetas.

¿Es eso razón suficiente para aseverar que se trataba de una relación sana? Porque admitámoslo: más allá del gag recurrente de la pareja dispareja, hay algo que es innegable: en cada uno de los episodios (si no es que en todos) puede verse a Beto gritarle a Enrique. Lo que podría ser una bonita historia de una dupla que a pesar de sus diferencias resulta complementaria, degenera muy fácilmente en una historia de violencia doméstica en la que uno de los dos (Beto) se la pasa gritándole al otro y reprochándole por su forma alegre y despreocupada de ser (Enrique).

Ya si nos queremos ver un poco más observadores, podemos acudir a otro detalle que para el ojo distraído podría resultar imperceptible, pero que también es muy importante: Enrique y Beto duermen en camas separadas. “Ay, ¿qué tiene?”, —dirían algunos— “es para tener su respectivo espacio”. Pero, ¿qué dicen los psicólogos con respecto al hecho de dormir juntos y la manera en que esto refuerza los lazos en la relación?

Wendy Troxel, psiquiatra del Sleep Medicine Institute de la Universidad de Pittsburgh, explica que, “aunque dormimos más profundamente si dormimos solos, preferimos dormir con alguien, lo que sugiere una necesidad humana fundamental de apegarnos durante la noche. Las personas en relaciones largas y estables se duermen más rápido y se despiertan menos cuando duermen con su pareja; disfrutan dormir con alguien a su lado y les da sensación de seguridad”.

Troxel también afirma que, indistintamente de si es es hombre o mujer —o marioneta, como en el caso la pareja que nos ocupa— dormir con el ser amado contribuye al bienestar mental y reduce la posibilidad de enfermedades del corazón. Según la especialista, dormir al lado de la pareja reduce notablemente los niveles de cortisol (la hormona que provoca el estrés) y aumenta la oxitocina, también conocida como “la hormona del amor”.

Eso podría, al menos parcialmente, explicar por qué Beto siempre está enfadado, estresado y gritándole a su pareja: le sobraba cortisol y le faltaba, LE URGÍA oxitocina. Y sí, aunque nos parezca absurdo hablar de la vida sexual de dos títeres de trapo, ¿qué dicen los especialistas del sexo al respecto de dormir separados? La Doctora Laurel Steinberg, sexóloga de la Universidad de Columbia sostiene que al dormir separada, la pareja pierde la oportunidad de practicar “sexo espontáneo”, además del coito matutino (los famosos “mañaneros”) que ayudan a muchos a estar de mejor humor y que refuerzan la intimidad en la pareja.

Pero lo que es aún más importante: la relación de Enrique y Beto tenía pocas posibilidades de ser sana al estar obligada al clóset. Cuando una pareja no puede vivir su afecto públicamente, muchas veces se vuelve una experiencia frustrante y tóxica. Al respecto, la psicoterapeuta sexual Margie Nichols afirma que “en general, cuando la pareja no ha salido del clóset, ambos miembros se sienten invisibles, anulados como personas y como pareja. De alguna forma parece que la invisibilidad es un acuerdo tácito de que hay algo por qué estar avergonzados, que la sociedad tiene razón: que nuestras relaciones son defectuosas, igual que nosotros”.

Y es al clóset ese oscuro lugar al que la Sesame Workshop volvió a meter a Enrique y Beto, a pesar de que el guionista Mark Saltzman claramente haya dicho que él no los podía concebir sino como una pareja sentimental. Los metieron a empellones a un lugar del que les tomó décadas salir y a ver cuántos años más durarán ahí. Esperemos que, por el bien y la felicidad de ambos, un día sí puedan decir públicamente que se aman y que no sea demasiado tarde y la toxicidad no haya meado del todo su relación. Ojalá que incluso —si así lo desean— puedan casarse como ya lo hicieron también la rana Kermit y la cerdita Piggy. Porque por muy marionetas que sean, ellos sí son pareja y tienen una orientación sexual.

Pero hasta que las cosas no cambien, seguramente Enrique y Beto vivirán una relación cada vez más distante, tóxica, violenta y condenada a la invisibilidad. Y a nosotros como televidentes, sólo nos restará gritarle desesperadamente a la pantalla: “¡Amiga Enrique, date cuenta! ¡Tú tienes derecho a ser feliz!”

@PaveloRockstar

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