Pensar en el futuro es un hábito natural: predecimos, meditamos, planeamos. Hacemos apuestas sobre cómo pensamos que serán nuestras vidas. Pero el futuro se ve cada vez menos familiar de lo que alguna vez fue, y si algo nos han enseñado estos últimos años es que muchas de las cosas que dábamos por hechas ahora están en riesgo.
¿Nos estamos deslizando hacia un futuro distópico donde el odio sigue triunfando? ¿O los recientes momentos, movimientos, coyunturas políticas y descubrimientos cruciales nos encaminan hacia un entorno más justo y utópico?
En pocas palabras, ¿deberíamos estar aterrorizados o ser optimistas?
Estas son las preguntas que planteamos en nuestro número Distopía y Utopía, donde no hay una respuesta correcta o incorrecta a estos interrogantes. Desde el asesinato sistemático de líderes sociales hasta el éxodo venezolano hacia nuestro país, pasando por los conflictos mundiales, el alarmante deterioro climático y la tenencia de la tierra, hay muchas cosas por las que preocuparse. Pero también queremos ubicar el foco en las personas y las organizaciones que trabajan por un futuro mejor y que encaran este con optimismo. Personas que se anticipan a los obstáculos que todos vamos a tener que enfrentar tarde o temprano. No sabemos qué nos depara el futuro. Este es nuestro intento de comprender mejor qué camino estamos tomando.
Nuestro compromiso es informar sobre las tensiones que están moldeando nuestro destino. Para hacerlo, salimos por todo el país a escucharlos a ustedes: la eterna tensión por la tenencia de la tierra en nuestro país a través de campesinos colombianos que decidieron construir su propia fantasía agrícola; la tragedia de la migración venezolana a través de sus mujeres, que están viviendo la pesadilla de la prostitución como única opción en un país que no es el suyo; la proliferación de asentamientos irregulares representada en lo más alto de la localidad de Usme, con un barrio que se cansó de perseguir el bienestar; las opresiones de género traducidas en una visión apocalíptica de mundo donde las mujeres dejarían de existir y la comida como terreno revestido de utopía con iniciativas capitalinas que están luchando poco a poco por posicionar su tradición gastronómica.
Estas son algunas de las historias que decidimos contar en esta edición, muestra de que muchas veces Colombia es un país que parece arder en llamas, pero que hace sutura al mismo tiempo.
Seguiremos mirando este 2018 a través de lentes temáticos que le hacen eco a las fuerzas que rigen nuestro mundo actual —esperanza y miedo, poder y privilegio, polarización y unión, odio y amor— y la infinidad de formas en que estas entran en conflicto o se complementan entre sí en nuestra vida diaria.
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