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miércoles, 6 de noviembre de 2019

Cómo hackear el cerebro para tener sexo sin involucrarse emocionalmente

Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.

Vanessa* juró no volver a tener sexo casual después de lo que le sucedió en la despedida de soltera de una amiga. Había cuadrado que se vería con un match de Tinder a las dos de la mañana "mientras bebía de un popote con forma de pene", y finalmente se encontró con él. Tuvieron un sexo que califica con un "no estuvo mal" y el personaje tampoco le gustó mucho: "odié todo de él con cada fibra de mi ser", afirma. Aun así, acabó enganchada después del encuentro. "Cada parte de mi cuerpo gritaba ¡nunca lo dejes ir!", explica. "Me volví loca".

Esta situación es bastante familiar: decides tener sexo con alguien cuya personalidad te parece repugnante y con quien no tienes ningún interés en salir y al final acabas extrañamente enganchado.

"Siempre termino saliendo con la gente con la que me acuesto. Aunque los odie", confiesa Lucy, de 25 años.

El vínculo romántico funciona de una manera misteriosa; se cree que es resultado de un complejo coctel de hormonas, procesos neurobiológicos y condicionamientos sociales. Aunque muchas partes de la cognición humana siguen siendo un enigma total, los científicos han logrado aislar unas cuantas hormonas y estructuras cerebrales que podrían ser las responsables de esos locos mensajes de texto que enviaste la otra noche.



Gran parte de lo que sabemos sobre el amor ha sido gracias a los ratones de campo. Los científicos que tratan de dilucidar los misterios del amor humano adoran a estos roedores: a diferencia del 97% de los mamíferos, son monógamos y las parejas desarrollan vínculos extremadamente fuertes entre sí. Cuando se les da la opción, estos animales —naturales de los bosques de Europa y Asia— eligen permanecer exclusivamente con sus parejas y, finalmente, hacer un nido juntos. En diversos estudios, los investigadores han logrado aislar dos hormonas responsables de estos vínculos duraderos: la oxitocina y la vasopresina, ambas liberadas durante el sexo entre ratones de campo.

Diversas pruebas muestran que cuando los ratones macho reciben una dosis de vasopresina —o las hembras de oxitocina—, los animales se sienten vinculados al instante con su compañero potencial más cercano, incluso antes de que se produzca el apareamiento. Los investigadores han concluido por tanto que, en el caso de los ratones de campo machos y hembras, la vasopresina y la oxitocina son ingredientes mágicos para conseguir una monogamia que dura toda la vida, estableciendo un vínculo que se mantiene hasta que la muerte los separa.

"Los ratones macho producen vasopresina", explica Larry Young, investigador de la Universidad Emory especializado en el comportamiento social de los ratones de campo. "El sistema de la vasopresina estimula el comportamiento territorial. Se trata más bien de un vínculo de posesión". Diversos estudios han demostrado que cuando se inyecta una sustancia química que previene la liberación de vasopresina a ratones macho, estos no establecen ningún vínculo con sus compañeras hembra.

Mientras tanto, los ratones hembra dependen más de la oxitocina (aunque los machos también liberan esta hormona). La oxitocina, que se produce en el hipotálamo, está profundamente ligada a toda una serie de comportamientos sociales, incluyendo el vínculo maternal, la creación de vínculos afectivos y la lectura y el reconocimiento de signos sociales. En los ratones hembra, la oxitocina se combina con dopamina para crear una fuerte sensación de vínculo.

"Hay un coctel de sustancias químicas en el cerebro [de los ratones hembra] y una de ellas es la oxitocina", explica Young. "La oxitocina hace que el cerebro absorba los signos sociales de la pareja sexual, como la cara, el olor o los sonidos que emite". Cuando los ratones de campo copulan, una parte de su cerebro llamada núcleo accumbens establece una conexión entre los signos sociales que la oxitocina les hace observar y la sensación de placer provocada por una descarga masiva de dopamina (la hormona del placer) en sus cerebros.

Como la dopamina y la oxitocina quedan conectadas en el cerebro de los ratones de campo después del sexo, el vínculo entre ambos aumenta. "Ahí se produce el vínculo", explica Young. "Se produce en la parte del cerebro que también está involucrada en las adicciones".

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Topillos de campo. Imagen vía Wikipedia.

El cerebro humano también contiene receptores de oxitocina y vasopresina y, al igual que los ratones de campo, los humanos liberan cantidades enormes de oxitocina durante el sexo. El Dr. Young explica que se sabe que la estimulación de los pechos y la zona cervical durante el sexo libera grandes cantidades de oxitocina en el cerebro femenino, hecho que se complementa con una descarga posterior de oxitocina después del orgasmo. Una investigación llevada a cabo por la Dra. Helen Fisher, de la Universidad de Indiana, ha mostrado que, al hacer un escáner del cerebro de personas enamoradas, estas presentan actividad en las partes que producen y distribuyen la dopamina, las mismas regiones que se activan cuando consumes cocaína.

Young afirma que el vínculo romántico es un complejo evolutivo creado para animarnos a emparejarnos y así garantizar que nuestra descendencia tenga las mayores probabilidades posibles de sobrevivir. "La descendencia humana tarda mucho en desarrollarse, las madres deben cuidar de sus bebés durante años. Históricamente, resultaba beneficioso que las parejas sexuales desarrollaran un vínculo para poder sacar juntos adelante una prole sana", concluye.

Pero, ¿puede se puede evitar este vínculo? Puesto que se cree que la oxitocina y la vasopresina crean esos molestos vínculos después del sexo, ¿es posible manipular estas hormonas para evitar llenar de lágrimas tu vaso de whisky mientras lloras borracha después de tu último rollo de una noche? El Dr. Young dice que sí es factible.

El primer paso para controlar las hormonas del amor, según él, es evitar el contacto visual, ya que se sabe que el contacto visual prolongado incrementa la liberación de oxitocina en el cerebro. "Cuando tienes sexo con alguien", explica Young, "estableces una conexión íntima con su cara y con sus ojos en particular. Esto llega hasta tu cerebro y resulta inherentemente gratificante. El amor y el vínculo emocional se parecen mucho a una adicción, comparten muchas sustancias químicas. De modo que puedes evitar que esa información llegue a tu cerebro no manteniendo ese contacto visual".



Respecto a la adicción, podría resultar útil tener sexo después de consumir drogas si lo que deseas es evitar un vínculo emocional. "La cocaína y la metanfetamina incrementan la secreción de dopamina, culpable en última instancia de crear vínculos de pareja. Si incrementas de forma exógena este nivel de dopamina antes de un momento íntimo, no tendrá la misma repercusión después", explica Young. "Lo especial que resulte el sexo y el diferenciador provocado por la liberación de dopamina no serán tan elevados". En otras palabras, si te pones pedo antes de entrar en faena tendrás menos probabilidades de asociar la oleada de oxitocina creadora de vínculos con tu pareja sexual.

Una advertencia: aunque puede que las drogas sean útiles para tener corazón de hielo de forma intencionada, el alcohol puede tener justo el efecto contrario en las mujeres. "Cuando los ratones macho beben alcohol se vuelven promiscuos y no consiguen crear vínculos", afirma Young, citando un estudio que está desarrollando actualmente en el que se suministra alcohol a los ratones macho y después se les deja aparearse con una hembra. "Normalmente, si el ratón macho se aparea con una hembra, cuando le colocamos al día siguiente en una jaula dividida en tres cámaras que contienen tres ratones hembra, siempre opta por sentarse junto a la hembra con la que se apareó previamente. Sin embargo, si el ratón macho estaba borracho en el momento del apareamiento, elige no sentarse junto a la hembra con la que tuvo sexo: prefiere probar hembras nuevas".

Por desgracia no sucede lo mismo con los ratones hembra. "Cuando las hembras beben alcohol sus probabilidades de crear un vínculo prematuro se incrementan".

Otra forma de prevenir la asociación íntima entre tu pareja sexual y el incremento de la actividad en el centro de recompensas de tu cerebro es centrar conscientemente tus pensamientos en otra persona durante el sexo. "Así obligas a tu cerebro a asociar el placer que estás sintiendo con otra persona", explica Young. "Podría ser una estrella de cine o alguien que nunca vayas a conocer en realidad. Al hacerlo, desvías la atención del cerebro hacia una persona que no está ahí". Esto impide que el cerebro establezca un vínculo con la persona con la que estás teniendo sexo en realidad, porque no absorbes los signos visuales que resultan fundamentales para la liberación de oxitocina.

Young also suggests avoiding nipple play. Well, OK, he didn't exactly say that—I paraphrase. Here's what he actually said: "Humans are the only species where men have adopted the strategy of breast stimulation during sex to stimulate oxytocin release. The breast has become in humans a point of sexual attraction and foreplay. It's a way to activate the oxytocin system, coaxing the female's brain to become attached to the sexual partner." (Women are conditioned to release oxytocin in response to nipple stimulation; it's how we nurse our babies.)

Young también sugiere evitar jugar con los pezones. Bueno, no dijo ESO exactamente. Lo que dijo en realidad es lo siguiente: "Los humanos somos la única especie en la que los hombres han adoptado la estrategia de la estimulación de los pechos durante el sexo para incentivar la liberación de oxitocina. Los pechos se han convertido para los humanos en un punto de atracción sexual y juego previo. Es una forma de activar el sistema de la oxitocina, alentando al cerebro femenino a que se sienta vinculado a la pareja sexual". (Las mujeres están condicionadas a liberar oxitocina en respuesta a la estimulación de los pezones. Así es como amamantamos a nuestros bebés).

Si has llevado a la práctica todas estas cosas y todavía te sientes inexplicablemente atraída hacia el misterioso ser humano que está tumbado a tu lado, no te inquietes. La sexóloga Nan Wise te insta a que recuerdes que en realidad, tal y como dicen los Bloodhound Gang, no somos nada más que mamíferos.

"Esos sentimientos hacia una persona son una reacción natural de los mamíferos. Es como una droga, esa sensación de apasionamiento, pero es posible aprender a manejarla", afirma Wise. "No te lo tomes como algo excesivamente significativo. Los sentimientos no proceden de esa persona [con la que te acabas de acostar], sino más bien de tu reacción ante la estimulación".

A diferencia de lo que sucede con los ratones de campo, (la mayoría de) los humanos cuentan con la conciencia y la capacidad intelectual necesarias para comprender que lo que están sintiendo no es necesariamente real. Saber que tu cerebro se ha visto inundado por una poderosa sustancia química que finalmente se disipará puede ayudarte a modular tus emociones postcoitales. Reconoce que sencillamente estás bajo las garras de un efímero romance químico y permite que tus genitales vivan en libertad.

Sirin Kale https://ift.tt/2Nmxokn

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