Artículo publicado originalmente por Tonic Estados Unidos.
“Me llamas por aquel caso de 1990, ¿verdad?”.
Sí, admití. Aunque habían pasado más de 25 años, Paul Paulman, médico de familia y decano adjunto de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nebraska, lo recordaba todo hasta el último detalle. Una mujer de 30 años acudió al hospital en el que Paulman trabaja con el vientre hinchado. Parecía estar a punto de dar a luz. Un caso rutinario.
Antes que nada, el único residente que había trabajando le hizo una ecografía para conocer el estado del bebé. Fue entonces cuando el médico vio algo totalmente inesperado: la mujer no tenía útero. Anteriormente le habían practicado una histerectomía, por lo que era físicamente imposible que hubiera quedado embarazada. Ella sabía que le habían hecho esa operación, pero como se le había hinchado el abdomen como al de una mujer embarazada, estaba convencida de que iba a parir en cualquier momento.
Se trataba de un falso embarazo, denominado pseudociesis en términos médicos. Los casos de falsos embarazos son poco frecuentes: en la literatura médica hay registrados solamente 80 casos entre 2000 y 2014. Desde entonces, Paulman no ha vuelto a tener ningún otro.
No todos los médicos están tan preparados como Paulman y su equipo de residentes. En Carolina del Norte, en 2010, hubo otro caso de falso embarazo. Una mujer con aspecto de estar embarazada llegó a urgencias con su marido y quería que le practicaran una cesárea. No fue hasta que la mujer estuvo en quirófano y los médicos empezaron el procedimiento que se dieron cuenta de que realmente no había ningún bebé. Nunca lo hubo. El médico que hizo la cesárea y su ayudante fueron amonestados por no haber detectado que se trataba de un falso embarazo antes de empezar la operación. Lo mismo ocurrió en Río de Janeiro en 2013, cuando otra mujer con el abdomen hinchado llegó a un hospital diciendo que estaba a punto de dar a luz. Los médicos intentaron encontrarle los latidos al bebé y, al no lograrlo, trasladaron corriendo a la mujer a un quirófano para practicarle una cesárea con la esperanza de salvar al bebé. Cuando la intervinieron, descubrieron que la mujer no tenía ningún bebé.
Existe constancia de casos de falsos embarazos en los registros médicos desde la Antigüedad. Hipócrates documentó haber tratado a 12 mujeres que presentaban falsos embarazos hacia el 300 a. C. En la antigua China, estos casos eran conocidos como “fetos fantasma" y se decía que se eran el resultado de la unión de una mujer con un fantasma. También se suele citar a menudo a María Tudor, cuando el tan ansiado bebé que pensaba que llevaba en su interior a los cuarenta y tantos resultó no ser real.
Es difícil distinguir un embarazo real de uno falso sin métodos de examen modernos, como las ecografías. Las mujeres que han vivido falsos embarazos presentaban exactamente los mismos signos, desde vientres distendidos a pechos hinchados o interrupción de la menstruación. Lo único que faltaba en todos los casos era el propio bebé. Otro aspecto que contribuía a hacer la ilusión más creíble era que en la mayoría de los casos, las mujeres estaban en edad de concebir y estaban casadas; muchas de ellas incluso llevaban años intentando quedarse embarazadas.
Los falsos embarazos están oficialmente clasificados como trastornos somatoformes, según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5). Aunque siguen sin conocerse las causas de este trastorno, existen diversas teorías. El deseo de quedar embarazada es extremadamente poderoso, afirma Paulman.
El embarazo psicológico podría producirse debido a cambios hormonales que provocan síntomas que se atribuyen al embarazo en mujeres especialmente susceptibles. El deseo psicológico también podría hacer que se produjeran esos cambios hormonales y físicos, según Catherine Birndorf, psiquiatra reproductiva y profesora clínica adjunta de Psiquiatría en el New York Presbyterian Hospital.
Dada la rareza y la naturaleza negativa de este trastorno, se ha investigado muy poco sobre él, según Paulman; los pocos estudios realizados son de casos en los que se describen experiencias individuales. Paulman afirma que las mujeres que experimentan falsos embarazos no quieren ofrecerse como voluntarias para participar en estudios. También se han dado casos de falsos embarazos en animales. Los perros, en concreto, son muy susceptibles a experimentarlos. En el caso de los perros, el trastorno lo causan los altos niveles de hormonas reproductoras durante el celo. El fenómeno también se da en cabras. Existe un caso registrado de una hembra de panda que sufrió un falso embarazo, si bien sus cuidadores nunca llegaron a averiguar si realmente se trataba de eso o de que la osa era tan inteligente que simuló los síntomas para recibir mejor trato.
Por otra parte, existen pruebas que demuestran que los cambios hormonales tienen un origen psicológico. Los embarazos psicológicos son más comunes en países en desarrollo en los que el alumbramiento se considera una parte fundamental del papel de la mujer en la sociedad. Los investigadores creen que la enorme presión a la que se ven sometidas estas mujeres para tener hijos, sobre todo varones, y la falta de otras formas de realizarse en la vida deriva en una mayor incidencia de falsos embarazos. En los países en desarrollo, además, la infertilidad suele atribuirse a las mujeres (cuando en realidad las causas están repartidas equitativamente entre hombres y mujeres), lo que añade más presión a las mujeres que no pueden concebir. Paulman asegura que se trata de un trastorno físico, emocional y social, como la anorexia nerviosa.
Aunque son extremadamente infrecuentes, también ha habido casos de falsos embarazos en hombres. A diferencia de los que se dan en mujeres, los hombres que los sufren suelen ser individuos con enfermedades mentales graves, según afirma Paulman. Un caso práctico de 1995, por ejemplo, se dio en un hombre de 43 años con esquizofrenia que sufría alucinaciones auditivas y visuales persistentes y había pasado la vida entrando y saliendo de hospitales psiquiátricos antes de creer que estaba embarazado.
Esto lleva a pensar que no hace falta ser un yogui experimentado para lograr que nuestras mentes influyan profundamente sobre nuestro cuerpo. Hay hombres que incluso experimentan síntomas del embarazo durante el periodo de gestación de sus parejas como muestra de solidaridad. Estos síntomas suelen ser dolor de espalda o aumento de peso. Se trata de una respuesta empática extrema, asegura Birndorf.
Como ocurre con cualquier delirio, no es nada fácil convencer a una persona que está tan segura de estar encinta de que todo está en su cabeza. Muchas veces no es suficiente con una ecografía que demuestre que no hay bebé en el útero, ya que algunas pacientes insisten en que el médico no está mirando donde debe, asegura Paulman. En estos casos es muy recomendable que la paciente empiece una terapia psicológica, si bien la mayoría se niega porque consideran que no les pasa nada. Birndorf asegura que intentar convencer a la paciente de que su embarazo no es real hará que pierda la confianza en ti y se busque otro médico.
Las perspectivas de que en el futuro se desarrollen protocolos de tratamiento más efectivos no son muy buenas. Si bien se trata de un trastorno muy duro para quienes lo sufren, no supone una amenaza a la vida de la paciente, asegura Paulman, y añade que ninguna farmacéutica está interesada en financiar una investigación para hallar un tratamiento porque la carga de sufrimiento puede ser grande para la paciente, pero no para la sociedad.
Artículo publicado en octubre de 2017.
Olga Oksman https://ift.tt/eA8V8J
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