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lunes, 29 de abril de 2019

Las semillas de la transformación: debemos preservar las variedades mexicanas de marihuana

Tener una planta de marihuana en casa ayuda a normalizar, a sensibilizar, y a darse cuenta de lo absurdo que ha sido la prohibición de estas plantas y sustancias psicoactivas. Hemos lanzando una guerra contra plantas, contra semillas, contra la naturaleza, y eso debe parar.

México pasa por un cambio de paradigma en materia de políticas de drogas, y este cambio se debe en gran medida a los esfuerzos de activistas y la sociedad civil: cada vez más gente se quiere sumar a la causa y más pacientes exigen sus derechos; al mismo tiempo, aumenta la frustración institucional causada por la falta de resultados de la política prohibicionista. Nos hemos movido de un debate moral hacía un debate basado en evidencia. La discusión ahora gira entorno a cómo se debe regular el mercado de cannabis, en vez de si debe o no hacerse.

El camino no ha sido fácil: en 2015, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) otorgó permisos a cuatro personas para cultivar cannabis para su consumo personal bajo los derechos de libre desarrollo de la personalidad y la autodeterminación. Los medios salieron a anunciar que ya se había legalizado la marihuana en México, pero fueron festejos prematuros. Para llegar a la jurisprudencia, necesitábamos cinco casos consecutivos, usando los mismos criterios legales, algo que no sucedió hasta el 31 de octubre de 2018. En esa primera decisión, el Ministro Zaldívar escribió una resolución cuestionando la prohibición absoluta de cannabis y reconociendo derechos constitucionales dentro del artículo primero de la Constitución. Empezó a crear una literatura jurídica sobre este tema.

Lo que no había era una mención de las semillas. Entonces la SCJN reconoció derechos, pero no dio instrucciones sobre como ejercer esos derechos en la realidad. El abogado constitucionalista, Andrés Aguinaco, quien llevó el caso del primer amparo para consumo, empezó a buscar nuevos quejosos, y así, matizo la ruta hacía la jurisprudencia.

Yo tuve la oportunidad de representar un caso con Andrés que fue atraído por la Segunda Sala de la SCJN. Puedes leer más sobre ese viaje aquí. El tema de las semillas fue central en mi caso. En la resolución, se solicita a un organismo del Estado el resolver la forma en la que serán adquiridas las semillas para mi consumo personal. Además de querer seguir impulsando la jurisprudencia y los escritos jurídicos, yo sí cultivo. Yo quería y quiero cultivar plantas legales.


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Después de lograr la resolución en mi caso (junto con dos otros quejosos), emprendimos la ruta para conseguir las semillas. Mi caso fue resuelto en julio 2018. En octubre 2018, recibimos los requisitos por parte de COFEPRIS para la importación de semillas: libros de control para registrar las transacciones de las semillas y del material vegetal que obtengo de las semillas, una solicitud de importación de las semillas, información sobre las semillas que compramos, incluyendo la variedad, la cantidad de semillas y la justificación de las semillas, un certificado taxonómico o de análisis de las semillas por parte del fabricante, información del proveedor del las semillas, e información del lugar donde voy a cultivar dichas semillas.

Después de meses de buscar, finalmente encontramos una empresa que nos ayudó con la gestión (La Cañameria Global) y a comprar las semillas por parte de un banco de semillas en Holanda: Dutch Passion. Aunque las compramos desde enero de 2019, todavía no las tengo. ¿Por qué? Los tramites nos lo han impedido hasta ahora. Yo sigo con la esperanza de que lo vamos a lograr, pero ha sido un gran aprendizaje para la regulación que queremos. Tampoco es que no existan semillas de marihuana en México. Tenemos múltiples variedades, y una extensa genética de semillas que deberíamos estar cuidando, explorando y mejorando. Yo guardo todas las semillas que tengo y me han salido plantas muy bonitas, aunque sigue siendo muy novata en el cultivo. Lo que no tenemos es una cultura del autocultivo de cannabis, por las altas penas legales asociadas con el cultivo. Sé que hay muchos cultivadores en México y que existe un conocimiento tradicional, pero desde mi experiencia, es poco común que una persona que consume cannabis, cultive para su auto abastecimiento.

El mercado ilegal ofrece cualquier calidad de cannabis que una persona quisiera; desde onzas de 200 pesos a onzas de 2400. (Pueden tomar esta breve encuesta para ayudarnos a entender el rango de precios y calidad en el país). Cultivar es un lujo, germinar unas semillas para ver cuántas agarran, cuidarlas hasta ponerlas en la maceta, darles la mejor tierra, ver como crecen con el tiempo. Se convierte en un proceso y una apreciación única.

En la iniciativa sobre la regulación de cannabis en México, presentada por la entonces senadora Olga Sánchez Cordero y el senador Ricardo Monreal Ávila, no hay mención de las semillas. Algunos me han preguntado sobre eso y creo que es un punto importante. Al no hacer mención de las semillas, abrimos la posibilidad de que al día que publican la ley, todas las semillas que tenemos en México serían legales.

En vez de solo permitir la importación de ciertas variedades (algo que inhibe la innovación), México tendría la oportunidad de aprender de lo que ya tenemos. En lugar de pasar por un proceso lento y costoso para la creación de un registro y un banco único para la adquisición de semillas previamente autorizadas por el Estado, podríamos gozar de los beneficios que nos brinda la diversidad de semillas que existen hoy en día en el país.

Surgirían bancos de semillas en las universidades o desde el gobierno o el sector privado y sabríamos cuales son las variedades que más se dan en los climas de la Ciudad de México, Guanajuato, Veracruz, Sonora, Sinaloa, Guerrero, Michoacán y todos los estados donde quisieran (y donde están) cultivando. Podríamos pensar en bancos regionales de semillas e intercambios con otras latitudes.


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Con una legalización de las semillas que ya tenemos, la diversidad de variedades aumentaría —es lo que hemos visto en los clubes cannábicos en España o Uruguay—. Es ahí donde estamos viendo innovaciones en el breeding y la genética de las semillas. La primera vez que vi a Sensi Seeds (uno de los bancos de semillas más grandes en el mundo) vendiendo semillas que se llamaban Mexican Sativa, aumentó mi frustración con la prohibición. ¿Por qué ellos tienen la posibilidad de participar en el mercado de semillas y llevar nuestras genéticas al mundo?

Imaginemos un mundo donde México puede tener orgullo en sus semillas, en sus plantas de cannabis, de cáñamo, en los múltiples productos que podemos producir: desde papel y empaquetados, hasta coches. El gobierno tiene la oportunidad actual de promover este tema como parte de su política de desarrollo agrario y social. Solo falta impulsar estos cambios para convertir a México en un país productor legal de cannabis.

Una regulación de cannabis tiene que ser ágil, además de reconocer la realidad actual. Tiene que permitir que usuarias, usuarios y pacientes tengan acceso. Tiene que permitir el cultivo para campesinos, y también para cualquier persona que tiene un terreno y un deseo a cultivar. Ya basta de prohibir plantas y semillas. Son nuestro patrimonio.

Zara Snapp https://ift.tt/eA8V8J

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