Artículo publicado por VICE Argentina
Desde septiembre la gran mayoría de mis amigos y amigas acechan como acosadores silenciosos a sus plantas de cannabis, que crecen al sol durante el verano. Las acarician, les hablan, les susurran suplicas para que crezcan radiantes y con cogollos gruesos y resinosos que lindan la obscenidad pornográfica. La naturaleza intenta con todas sus fuerzas enseñarles el arte de la paciencia. Algunos la escuchan y la vida les cambia, y otros tan solo siguen acosándola como asesinos seriales hasta el momento de la cosecha.
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Cuando llega ese hito, esa ansiedad se desboca como caballo enloquecido. Y solo se puede calmar fumándose un churro de esa tan ansiosamente ansiada planta. Pero para eso hay que esperar… Pero el alma ansiosa no conoce de esperas. Por eso es que se buscan trucos para adelantar esa manija, y bajar ese estrés que viene desde la primavera. Para eso recurrimos a la experiencia de esos sobrevivientes que comienzan el otoño con una sonrisa en la cara, y los ojos rojos de mirada perdida. Con un porro que sabe a verde pero pega como un cachetazo de Ringo Bonavena, nos disponemos a hacer el rejunte de esas experiencias.
Iván tiene unos tres cultivos encima, desde el primero se preguntó al cortar su primera flor como se la podía fumar. Estaba toda húmeda y pegoteada de resina. Sabía que no podía esperar, y pensó en qué tenía que emanara calor en la casa. Desde una mesita el módem le guiñaba la luz de Online. Puso la mano encima y vio que salía una brisa cálida. “Todavía tenía en la mano ese cogollo. Lo puse automáticamente en uno de los respiraderos superiores y me fui a trabajar. A la tarde la mitad del cogollo estaba seco. A la noche, tipo 11 pm, estaba para fumar. Si bien no era un coco de copa, era súper fumable. Claro que agarré todas las partes bajas de las plantas y las alineé sobre el del modem, dejando que algunos agujeritos respiren. Ahora lo hago siempre. También lo pongo encima del televisor cuando está prendido”. Simple, efectivo, aprovechando energía residual.
Sebas es un poco más extremo, pero más eficiente también. Su método de secado puede tardar una hora. “Pierdo un poco —bastante— el perfume en la parte exterior, pero en el interior el perfume delicioso está intacto. Lo que hago es cortar las flores que quiero probar, y las pongo sobre el sodio. Tengo una luminaria cerrada que concentra calor en la parte de arriba, así que ahí las acuesto. Espero un par de horas, y ya están crujientes. A la hora están fumables. Eso lo hago también cuando veo que hay una parte baja de la planta madura, y la de arriba todavía está blanca. Entonces hago una cosecha progresiva, y para ir adelantando y ver que tal va a salir esa planta, pongo algunas flores sobre el sodio”.
Una política similar tiene Alejandra. Esta uruguaya viaja mucho, y si no tiene flores secas, busca las más maduras, las cosecha y les hace un secado rápido de en menos de dos días. “Cuando quiero adelantar una cantidad de flores para irme a algún lado y no llego a secarlas convencionalmente, cosecho lo que está listo y separo las flores de las ramas. Las pongo ordenadamente en una caja de zapatos, y las pongo coloco arriba de mi mercurio de 250 watts, que ilumina a mis plantas madre y sus clones en el vegetativo. En un día y medio, dos como mucho, están listas para viajar. Un punto importante: las voy rotando cada una hora para que no se sequen demasiado de un lado y poco del otro. Y otro dato: Si tienen poco secado de caja, conservan humedad en el interior, así que no conviene cerrarlas herméticamente. Si no se humedecen bastante. Cuando llego a destino, las meto en una caja de cartón para que no les entre humedad y terminen de sacar la humedad que les puede quedar”.
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La cocina tiene varias opciones para darle a los cogollos una secada vertiginosa. Algunas son mas violentas y pueden ser más peligrosas, por eso siempre hay que estar atentos. En estos puntos no conviene colgarse, hacerlos antes de fumar alguna tuca que se encontró por ahí.
“Mi mamá calentaba las empanadas en el microondas y las envolvía en papel de cocina para que no se sequen. Leí en un libro de cultivo que se podían secar en el microondas, así que hago una junta de ambos métodos y así seco cogollos de emergencia”, nos cuenta Caro, que tiene una cajita de caramelos de menta llena de pequeños cogollitos brillantes. Son de sus secados express. Su método tiene un detalle que hay que tener en cuenta: la potencia del microondas. Tiene que estar en la más baja. “Si no, los cogollos se prenden fuego, literal. Una vez se armó una cena en lo de un amigo, no controlé la potencia y se prendió fuego adentro del microondas. Quedó todo el techo de la cocina negro. Hay que poner el cogollito adentro de una servilleta de papel e ir dándole cada 30 segundos. Yo le pongo al lado algo a que caliente, tipo un pedazo de queso para que no se sobrecargue el microondas. Si no, entra en pausa y se apaga por un rato”. Extremo, pero funciona: tiene cogollos para fumar aunque quedan muy verdes y eso se nota en el sabor.
La sartén es otra herramienta que Diego rescata de la cocina para secar. Usa esas de teflón, o las gruesas que conservan mejor el calor. “Las caliento a tope, y apago la hornalla. Pongo los cogollos y los voy girando con cuidado con un tenedor. La sartén se va enfriando, cuando se enfría por completo saco los cogollos y la vuelvo a calentar. Y luego apago, vuelvo a poner los cogollos y así hasta que se secan. Si lo haces con la hornalla prendida, como hace la mayoría, se terminan quemando. Yo he tenido amigos que usaban esta técnica y usaban un tenedor para apoyar el cogollo y que no esté en contacto directo con la sartén, pero se terminaban quemando la mano. La más efectiva es la de prender y apagar la sartén”.
Nacho juega entre el químico y la tía que hace mermeladas. A baño maría mete un frasco de mermelada que resiste temperatura con un cogollo adentro, o varios. “No muchos porque quiero que la humedad se vaya rápido. Si son muchos, no sirve. Le pongo un trapo abajo para que no esté en contacto directo con el calor del fuego, puede romper el frasco. En 15 minutos está seco, dependiendo del tamaño“. Parece que no, pero ese secado a baño maría funciona.
No voy a obviar mi método de secado acelerado, porque también soy ansiosa y las flores me duran un suspiro de espirales de humo. Uso el horno, me parece el más eficiente de todos para hacer un secado en unos 10 minutos. Prendo el horno a máxima potencia, y lo dejo calentar por entre 10 y 20 minutos. Cuando alcanzó su máxima temperatura, apago el horno lo apago. Coloco los cogollos que puse en una asadera dentro, y cierro la puerta. En minutos los cogollos están listos para fumar. Lo bueno es que el horno está apagado y si cuelgo no calcino todo. Lo malo es que el sabor a verde está muy presente. Pero nadie busca acelerar un secado para catar a lo sommelier, sino para volar un rato. El fin justifica los medios.
Lúcia de Souza Madeira http://bit.ly/2KVAGvY
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