Artículo publicado originalmente por VICE Canadá.
En 1994, cuando Sandy y Sarah Adam se mudaron a su casa en The Point, Tuktoyaktuk, en la punta noroeste de Canadá, tenían un enorme patio trasero y una playa que separaba su casa del océano.
Ahora, las piedras que se habían puesto para proteger la costa es la única cosa que separa la casa del destructivo oleaje del mar de Beaufort.
Sandy dice que, a pesar de que las rocas y los geotextiles se han puesto hace tres años, el mar se está tragando estos refuerzos poco a poco. Gran parte de su propiedad se la ha llevado la marea, nos cuenta, sacudiendo la cabeza.
Tuktoyaktuk, un pueblo Inuvialuit de alrededor de 950 personas, es el primero en Canada que podría ser reubicado a causa de los efectos del cambio climático. A pesar de que se han llevado a cabo medidas para proteger la costa en las últimas décadas, el océano sigue avanzando y llevándose consigo la tierra. Esto, en gran parte, se debe a las temporadas de hielo más cortas, el aumento del nivel del mar y el deshielo del permafrost.
Ya se han quitado 6 edificios de la costa desde 2016, la mayoría viviendas públicas.
La casa de los Adam, al igual que la de Noella Cockney, son dos de las cuatro casas que necesitan ser reubicadas urgentemente lejos de la costa. Tuktoyaktuk recibió 800 000 dólares para mover estas cuatro casas a Reindeer Point, a unos seis kilómetros.
La razón por la que aún no se han reubicado los edificios es el mismo permafrost sobre el que descansan. Aquí, los edificios normalmente se construyen sobre bloques o pilotes que hacen que el permafrost no se derrita. Estos pilotes se rellenan con grava que se tiene que dejar al menos un año (un ciclo completo de descongelación y congelación) para que las casas no se hundan en el suelo.
Además de todo esto, la mayoría de los trabajos de construcción se llevan a cabo durante el invierno porque el suelo es más estable. Si se manipula el permafrost o se conduce sobre él con equipamiento pesado cuando la temperatura es mayor a cero grados, se convierte básicamente en un pantano.
Ahora se habla de volver a reforzar la costa.
“A decir verdad, ya no tengo ni idea de lo que va a pasar. Ahora que llega el invierno nadie habla de ello ni se preocupa”, dice Cockney y añade que la oficina del pueblo “no nos ha dado ninguna noticia sobre lo que va a pasar”.
En toda la costa canadiense del mar de Beaufort se pueden ver ejemplos dramáticos de esta erosión progresiva.
La isla de Tuktoyaktuk, que mide alrededor de un kilómetro de largo, es una barrera natural que protege el puerto de Tuktoyaktuk. Al ritmo actual al que se erosiona la costa, se espera que desaparezca por completo en los próximos 20 o 30 años, según un informe de la empresa W.F. Baird & Associates Coastal Engineers, a la que el pueblo contrató para estudiar las posibles soluciones.
La temporada en la que el agua no está congelada dura ahora 110 días, frente a los 95 días que duraba en 1975, y se espera que se alargue hasta dos meses más en 2060, dice el informe.
Según Dustin Whalen, que trabaja para el Ministerio de Recursos Naturales de Canadá, algunas partes de la isla de Pelly, una isla remota a unos 100 kilómetros al este de Tuktoyaktuk, sufren la erosión de casi 30-40 metros de su superficie al año.
Cuando estás en Pelly, puedes escuchar el sonido del permafrost al aire que se derrite goteando y salpicando; incluso puedes olerlo, es como el olor a tierra cuando llueve. Tienes que tener cuidado de dónde pisas porque hay hoyos muy profundos entre la tundra de los bloques que se van separando de la isla.
Todavía se desconoce el alcance del impacto a largo plazo de la descongelación del permafrost en los entornos vecinos. Para los residentes de Tuktoyaktuk, que tradicionalmente han vivido de la pesca y la caza, la acidificación de los océanos, su efecto en la vida marina y las elevadas concentraciones de mercurio en la pesca y la fauna son casi tan preocupantes como la erosión o las inundaciones.
Los Cockney y los Adam han aceptado que no vivirán en The Point por mucho tiempo más y anhelan el momento en el que ya no tengan que preocuparse de que el mar destruya o se trague sus casas.
Weronika Murray es una reportera gráfica que vive en Inuvik, al noroeste de Canadá. Comenzó a documentar el impacto del cambio climático en las comunidades y paisajes del Ártico en 2017. Síguelaen Instagram
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