Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
Cuando era adolescente no sabía que existían los "Sunday Scaries" (la ansiedad que se produce los domingos por la noche con el inminente regreso a la oficina, la escuela o el trabajo), pero eso no me impedía sentirlos. Llegaban a mí al final de cada vacaciones de invierno; después de dos semanas de hacer lo que quisiera, y la idea de volver a la escuela, los exámenes y reglas de matemáticas, se sentía cruel e imposible. Hasta que un año, cuando a mi genio cerebral se le ocurrió no necesariamente una cura, sino una buena y digna distracción; cuando sentía que simplemente sería horrible volver a la escuela, escribía una lista en mi diario con cosas que me entusiasmaban hacer el próximo año. Incluía: juegos de lacrosse, vacaciones de primavera, sacar mi licencia de conducir, una clase de geografía con mi nuevo crush y "chicos, chichos y más chicos".
La idea era llenar la lista con eventos recurrentes y únicos. Quería cosas que pudiera tachar conforme pasaran (¡qué bello es tachar cosas de una lista!), y también cosas que me emocionaran una y otra vez. Tampoco estaba consciente de este concepto cuando era adolescente, pero hay un poder legítimo y estudiado en simplemente... escribir algo; la ciencia muestra continuamente que es más probable que un objetivo se logre cuando lo escribimos.
Nada en la lista era desafiante; no estaba destinada a ser una colección de "propósitos" u "objetivos" en ningún sentido. Ciertas cosas eran quizás "motivadoras" –el punto de conseguir una cita era realmente un poco de ánimo para tener menos miedo de hablar con los chicos– pero no quería que nada en la lista me hiciera sentir mal o presionada. Solo quería algo que pudiera ver cuando esa sensación asquerosa regresara y me dejara tirada en mi cama, algo tonto para apaciguar mi temor sobre el próximo año, y recordar que en realidad había muchas cosas divertidas por las que valía la pena estar emocionada. Escribí la lista, firmé la parte inferior y la titulé, "LISTA ANUAL DE HANNAH DE LAS COSAS QUE ME ENTUSIASMAN", deseando que se convirtiera en una tradición.
La seguí haciendo durante el resto de la secundaria y en la universidad, ya que la ansiedad regresaba inevitablemente antes del comienzo de cada semestre. Finalmente, la lista se convirtió en algo propio. Era divertido pensar en todas las promesas de Año Nuevo (debido al horario escolar, siempre terminaba escribiéndola unos días después del Año Nuevo). Incluso comenzaba a planificarla con anticipación, entusiasmada por la posibilidad de... sentirme emocionada. Recuerdo escribir entusiasmada"baile de graduación", "¡¡¡graduación !!!!!", "mi fiesta de cumpleaños número 18" y "mudarme a la universidad" en una de mis listas.
A medida que crecía, mis listas también lo hacían. En la universidad, mis deseos adolescentes fueron suplantados por una mezcla de cosas que eran a la vez ambiciosas y tontas, como "publicar mi primera historia", "hacer bongs hechos en casa" e "ir a nadar de noche en Barton Springs". Cuidadosamente volvía durante todo el año y tachaba las cosas a medida que pasaban, y siempre me aseguraba de poner algunas cosas (eventos recurrentes y eventos vagos, sin fecha) que no se podían tachar, por lo que nunca se me acababan las cosas emocionantes.
Al ver la colección de todas las listas escritas a mano ahora es como mirar un highlight de Instagram; son un registro de algunos de mis mejores días. A veces son tan serias que son casi vergonzosas de leer: escribía todas las cosas que más quería, cosas grandes y pequeñas que calmaban la ansiedad durante de Año Nuevo en mi cerebro y me hacían sentir legítimamente emocionada.
Hasta la fecha sigo haciendo la lista, aunque ahora soy un adulto que ya no tiene vacaciones de invierno. Esa ansiedad aún existe a raíz de la fiebre de las fiestas. También sigo esperando unos días antes de Año Nuevo para escribir la lista, por lo que se mantiene completamente separada en mi cerebro de cualquier propósito que haya decidido tener.
A pesar de que los elementos en ella han madurado, sigo asegurándome de que la lista no se ponga demasiado seria. La misma idea general: querer una referencia de las cosas que me entusiasman mucho, sigue siendo la misma. En todo caso, la lista se vuelve más tonta e insignificante cada año, ya que toda la mierda que tengo que hacer para ser una persona se vuelve más complicada y difícil. La del año pasado incluía "pintar mi habitación" y "salir a comer sola más seguido".
Reconozco que solo es un truco simple para mi cerebro, pero es muy efectivo. Como adulta, la lista trata tanto de esperar cosas como de reflexionar sobre el año anterior, y de encontrar pequeñas formas de hacer que mi vida sea un poco más divertida. Las cosas pueden ser emocionantes si decides entusiasmarte por ellas, y especialmente si las escribes en los primeros días del año.
Sigue a Hannah Smothers en Twitter.
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