Páginas

lunes, 20 de enero de 2020

La serie 'The New Pope' evidencia que el Papa no es más que un influencer glorificado

Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.

Un buen sacerdote probablemente te absolvería del pecado de pensar que The Young Pope fue creado únicamente para generar memes. Cuando HBO y Sky Atlantic anunciaron la serie de 2016, dirigida por el cineasta italiano Paolo Sorrentino y protagonizada por Jude Law en el papel de un joven Sumo Pontífice estadounidense, la gente no perdió ni un segundo para obtener un poco de diversión a costa de la serie. La versión que imaginaron de un papa joven era desenfadada. Salió de un programa de sketches en el que el Papa tenía sexo.

La premisa de The Young Pope da lugar a bromas en las que el Papa, una posición generalmente ocupada por personas de edad avanzada y profundamente conservadoras, es repentinamente un hombre joven, con todas las transgresiones que implica el concepto de juventud. Pero resultó que Sorrentino estaba un paso adelante de nosotros: The Young Pope se trataba del hecho de que, ante la existencia de un Papa joven, el mundo se reiría sin control: el programa presenta a un Papa que lidia con su estatus forzado de meme internacional.

Entre las muchas decisiones importantes que Lenny Belardo, alias el Papa Pío XIII, tiene que tomar al inicio de su papado está encontrar la mejor manera de cultivar su imagen mundial. En el segundo episodio de The Young Pope, Lenny se ve obligado a reunirse con Sofía, la directora de marketing del Vaticano. Ella tiene signos de dólares en sus ojos y quiere poner la cara de él en un montón de objetos. Pero Lenny tiene otras ideas y aprovecha la oportunidad para exponer su teoría de la marca papal.

Las comparaciones con Banksy y Daft Punk no son solo para alardear; Lenny intuye que, para sobrevivir como una figura mundialmente importante, debe ser "inalcanzable como una estrella de rock". A lo largo de The Young Pope, Lenny se concibe a sí mismo como una mercancía; una figura con un poder estelar real pero limitado que puede ser utilizada como un recurso. A menudo hace hincapié en lo guapo que es, usando su apariencia para abrumar y confundir a sus enemigos. Amenaza con revelar su belleza para ganar un concurso de debate político con el Primer Ministro italiano. Se niega a diluir su marca profundizando demasiado en el mercantilismo.

Pero para el comienzo de The New Pope, la secuela de Sorrentino, que se estrenó el martes 14 de enero en HBO, Lenny ya había perdido esa batalla. Al inicio de la serie —una disculpa por el spoiler bíblico—, el Papa joven se encuentra en un coma irreversible, y la iglesia debe elegir un nuevo Papa. Un grupo de acérrimos creyentes que están convencidos de que Lenny es el mesías, ha creado una línea de sudaderas estampadas con su rostro. (HBO le dijo a VICE que estas sudaderas no se comercializarán oficialmente, pero deberían). La relevancia publica de Lenny simplemente se ha salido de control.

Parece burdo y reduccionista decir que la habitación de hospital de Lenny es esencialmente vigilada por un ejército de fanáticos obsesionados. Pero el abrumador fandom tiene la tendencia a hacer que las cosas se vuelvan burdas y reduccionistas: si el Papa es un influencer involuntario, entonces la iglesia es su patrocinador y cosecha con avidez las recompensas del magnetismo personal de Lenny, pero entra en pánico cuando ese poder crece ligado fuertemente al personaje específico de Lenny Belardo.

Los primeros episodios de The New Pope se ocupan básicamente de cómo moderar esa influencia a medida que la iglesia avanza, una cuestión que es resuelta en una serie de debates acerca de quién debería ser el nuevo papa. Estos debates funcionan más como juntas para hacer propuestas en agencias de publicidad que como negociaciones espirituales. El papel de la directora de marketing, Sofía, ha crecido enormemente, en parte porque ninguno de los sacerdotes parece saber qué hacer. En conversaciones secretas, presentan una visión del cargo papal como una figura insigne, alguien que diseminará el contenido sagrado que los jefes (en este caso, los otros cardenales) ordenan.

Guiados por el pánico, eligen a Tommaso Viglietti, un monje torpe que es demasiado estúpido para hacer algo por sí mismo. (En The Young Pope, Tommaso se queja con Lenny de que le duele el cabello.) Pero una vez que Tommaso, quien toma el nombre de Francisco II, se encuentra realmente frente a la multitud en la Plaza de San Pedro, se da cuenta de que tiene el poder del cargo papal: simplemente con decir en voz alta su plan a los fieles, puede obligar al Vaticano a comprometerse a aceptar refugiados y deshacerse de gran parte de su riqueza acumulada. El resto de la iglesia no tiene el poder para detenerlo. Al hablar claramente e intentar cumplir un compromiso alineado con un conjunto de valores puros y conservadores, que ya no se encuentra vinculado a Lenny, logra tomar el control de la marca sagrada.

Al sacar provecho de su capacidad para comunicarse con el público, Tommasso hace honor al nombre papal de su elección: en enero pasado, el Papa Francisco sacudió al mundo con un tuit que declaraba que María, madre de Jesús, fue la primera influencer del mundo. Casi un año después, todavía no terminamos de comprender completamente el impacto de ese tuit en la producción mundial de chistes sobre clérigos jóvenes.

Es divertido imaginar al Papa, un anciano elegido para dirigir una institución de 2.000 años de antigüedad, hablando sobre la capacidad de María de volverse viral. Pero ni siquiera es el propio Papa quien escribe o envía sus tuits. Su personaje en línea parece ser una versión de la vida real del meme "how do you do fellow kids" [¿Cómo les va compañeros?].

Pero el intento en la vida real de replantear la doctrina religiosa usando el lenguaje de las redes sociales es parte de un patrón: el papado de Francisco ha estado marcado por memes, ya sean positivos (fotos del Santo Padre donde parece un talentoso rapero), negativos (un video del Santo Padre dándole un manazo a una mujer que no lo soltaba), o simplemente tristes (el Santo Padre dando una charla TED). El tuit sobre María surgió en relación con un comentario en el que dijo que ella se encontraba fuera de las "redes sociales". Al comienzo de su papado, llamó a Internet "un regalo de Dios".

Resulta que Sorrentino no es el único que concibe al papado como un herramienta para influir a los demás.

Es imposible escribir sobre la convergencia de la figura del "influencer" como un empleo, la industria mediática en su conjunto y la religión sin sonar como el tipo de persona que le enviaría inocentemente el tuit de influencer del Papa Francisco a sus nietos. Aún así, todos los papas, tanto reales como ficcionales, nos prometen que existe una cura para la sensación de vergüenza si es que eres un creyente. Como Lenny descubre al final de The Young Pope, y como tal vez Francisco ha sabido siempre, Dios es cursi.

Eric Thurm https://ift.tt/eA8V8J

No hay comentarios:

Publicar un comentario