Artículo publicado por VICE México. Texto publicado en colaboración con La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
Nací el 2 de octubre de 1986 en la República Democrática del Congo. Soy casada y tengo dos hijos. Salí de mi país porque el gobierno perseguía a mi familia. Somos parte de un partido político, un grupo de oposición, donde trabajaba como secretaria del grupo y mi casa funcionaba como la base de mi delegación. Ahí hacíamos las juntas porque uno de mis familiares es el presidente de esa delegación.
Desde el año 2001 el gobierno comenzó a buscar a los líderes de los partidos políticos. Arrestaron a mi familiar y lo torturaron. Después de las intervenciones lo liberaron, pero fueron muchos arrestos, además de una constante intimidación a mi familia. En 2008 mi familiar salió del país y el grupo cambió de base. En 2009 me casé y mis papás nos ofrecieron un lugar para vivir. Como el gobierno seguía buscando a mi familiar, mi esposo fue arrestado en muchas ocasiones porque lo confundieron con él. Sufrimos de mucha violencia, hasta que mis padres decidieron vender la casa porque pensaron que así podríamos encontrar la paz. Pero nunca hemos tenido paz. Una mujer de mi familia fue víctima de violencia sexual y quedó embarazada. Aún así, Dios no permitió que naciera el bebé. La misma mujer de mi familia, mi esposo y yo fuimos secuestrados más de una vez.
En 2010 comenzamos a buscar una manera de salir del país, pero no fue fácil. Después de meter papeles en muchas embajadas, México fue el primer país que nos contestó positivamente. Por situaciones económicas, sólo yo pude salir, con un embarazo de casi ocho meses, acompañada de mi hijo y un primo. Nuestro tránsito fue en Sudáfrica. Salimos la mañana del 24 de marzo de 2013 y por la tarde ya estábamos en Sudáfrica. La cita con la embajada era dos días después, pero esa madrugada fuimos al hospital porque iba a dar luz. Fue muy traumático, más cuando me informaron que no podría viajar con el bebé. Fue una experiencia muy difícil en mi vida. Aunque en mi país me habían secuestrado y amenazado mil veces, eso de dejar a mi bebé en las manos de un desconocido fue como la última gota de mi sufrimiento. Sufrí cuatro años y cuatro meses para ver de nuevo a mi bebé y a mi esposo.
El 26 de marzo de 2013 llegué a Mexico. Fue una vida totalmente diferente en muchos sentidos.
Una cosa que he observado hasta el día de hoy es que me enfermo frecuentemente. Tengo problemas de presión, piel, respiración y de la vista. Cuando voy al hospital, aún en estado delicado, me piden tener una cita.
En México dicen que en África la gente se muere de hambre, pero en cada país hay de todo. A mí nunca me faltó de comer porque vengo de una familia grande. Pero cuando llegué a Mexico me empezó a faltar comida. Aquí muchos trabajos son de tiempo completo y con mi hijo no podía hacerlo. Los mexicanos son lindos, pero para algunas cosas no confían en los extranjeros. Además, al saber que eres extrajera —y además negra—, te hacen trabajar de una manera inexplicable y te culpan de todo.
Otro de los problemas a los que me he enfrentado es que al buscar trabajo me piden experiencia. La experiencia la tengo, pero no he trabajado en México, entonces, ¿no puedo trabajar? Para rentar una vivienda me piden una cuenta bancaria y mucho dinero. A veces sólo rechazan mi solicitud. Inscribir a los niños a una escuela es otra complicación.
También hay personas que me han acompañado y ayudado. Por mis hijos aprendí a salir adelante. Apenas me estoy recuperando. Ahora que llegó mi esposo y mi otro hijo me volvió la felicidad. Lo que me preocupa actualmente es la desaparición de mi hermano menor desde noviembre. Hay mucha inseguridad que se vive en la República Democrática del Congo. Sigo esperando a encontrar a mi hermano. Quiero que toda mi familia pueda salir del país.
El nombre de la protagonista fue omitido por razones de seguridad.
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