“Oye, ¿te rifas a entrevistar mañana a Mick Rock?”, me preguntó mi editor. Lloré un poquito de emoción y acepté.
A Mick Rock le debemos el registro de toda una década. A través de sus fotos capturó la escena del rock and roll y la juventud de los años 70; el espíritu revolucionario y rebelde del panorama artístico underground, y se convirtió en uno de los fotógrafos más buscados del mundo. Es autor de imágenes icónicas como Transformer de Lou Reed, Raw Power de Iggy Pop y Queen II de Queen, y ha fotografiado a músicos como David Bowie, Sex Pistols, Blondie, Joan Jett, The Rolling Stones, Ozzy Osbourne y Mötley Crüe, hasta Lana del Rey, Snoop Dogg y Kate Moss.
Mick Rock vino a México para presentar su exposición “Queen: el origen de una Leyenda” en el Fotomuseo Cuatrocaminos. Ahí lo conocí. Cuando llegué al museo, me tomé unos minutos para ver la exhibición y me inundó un sentimiento extraño, iba a conocer a la persona que había llenado salas, a quien sólo había visto en televisión y de quien sólo había leído en internet.
Mick Rock se encontraba sentado en un sillón que asemejaba un trono al final de una larga alfombra negra. Detrás de él estaba Queen II, una de sus fotos legendarias con Brian May, Freddy Mercury, Roger Taylor y John Deacon sobre un fondo negro y los rostros iluminados. Vestía pantalones y camisa de mezclilla, un pañuelo naranja alrededor del cuello y sus icónicos lentes oscuros.
Caminé por la alfombra y me senté frente a él, intentando disimular mis nervios. Relajado, me dio la mano y preguntó mi nombre. Después, con acento británico y voz profunda, me dijo: “¿Qué necesitas saber de mí?” Mick acomodó su pelo gris y miró distraídamente a su alrededor, hasta que hice la primera pregunta y entonces pareció enfocarse: “¿Qué estabas haciendo a mi edad?”
Mick Rock nació en 1948 en Londres, Inglaterra. A los 19 años era un joven estudiante de Lenguas y Literatura que experimentaba con LSD. Nunca quiso ser fotógrafo, siempre pensó que sería escritor o compositor. “La primera vez que tomé una cámara fue durante un viaje de ácido”, me confesó, “ni yo sabía lo que estaba haciendo, pero parecía que la gente disfrutaba mi trabajo”, así que continuó.
El primer acercamiento que tuvo Mick con un músico fue en 1969. Syd Barret le pidió una sesión de fotos para su álbum como solista The Madcap Laughs. Desde su encuentro, Mick descubrió que podía llevar una vida muy interesante si se rodeaba de personas como el entonces líder de Pink Floyd: entusiastas de los psicodélicos, los excesos y el rock and roll.
En el 72, cuando tenía 24 años, ya era el fotógrafo oficial de David Bowie. Su trabajo no solo ha capturado a algunos de los mejores músicos de la década, Mick es el autor de un archivo repleto de la esencia de una escena de juventud. “No se trata sólo de la música, es sobre toda una cultura”, me dijo y se quedó en silencio un momento, después aseguró: “éramos los rebeldes que vivíamos sin ley”.
Los años 70 fueron una época de liberación y mucha experimentación, de acuerdo con Mick. “¿Qué es lo que más extrañas de esos tiempos?”, pregunté. Mick llevo su mano a la barbilla, como recapitulando sucesos, y me contestó seguro: “Las chicas y el sexo interminable. Eso era más importante para mí que la fotografía”.
Ahora Mick llena salas de museos y viaja por el mundo exhibiendo su trabajo, que es considerado como registro histórico de toda una época. Su legado ha formado a la escena de la música y su relación con los más grandes creativos le han otorgado el título de “El hombre que fotografió a los 70”. En el 2017 se estrenó Shot! The Psycho-Spiritual Mantra of Rock, un documental que habla no solo de su trabajo artístico, sino de la relación más allá de lo mundano que compartía con las personas a las que fotografiaba.
“Me enfoco en el aura de las personas”, me contó Mick, cuyo proceso creativo actual incluye la espiritualidad, el yoga y la meditación. “Me meto en un estado psicofísico, tomo una taza de café, me paro de cabeza y le doy dos toques a un porro antes de cada sesión”.
En una entrevista, Mick dijo que vivíamos en la era dorada de la fotografía. “¿Por qué?”, pregunté. Mick sacó su celular y una cámara digital, me los mostró y contestó: “Por esto”. Segun Mick, lo que nos da el privilegio son los teléfonos celulares y las redes sociales.
Le enseñé que lo seguía en Instagram, pero a él no le importan las redes sociales. Hace tres años le dijeron que tenía que abrir una cuenta de Instagram y dijo: “Fuck it”, aunque terminó aceptando tiempo después. Actualmente tiene una cuenta activa con más de 100 mil seguidores, aunque me confesó que le paga a alguien para que manejen sus redes por él. Aún así, acepta que las redes funcionan como una gran plataforma para los jóvenes artistas y fotógrafos.
“Como en los 70 todo el mundo quería ser guitarrista, ahora todo el mundo quiere ser fotógrafo porque puede, es más, puedo tomarte una foto ahora for the hell of it”, dijo mientras sacaba su cámara. “El lente tiene puesta la tapa todavía”, señalé mientras le ayudaba a quitarla. Así es, a uno de los mejores fotógrafos del mundo también se le olvida quitarle la tapa al lente. Me acomodé el pelo lo mejor que pude y reí nerviosamente. Pensé que si salía mal en la foto de Mick Rock sería algo de lo que me arrepentiría toda la vida. Mick apuntó y disparó el obturador.
“¿Eres hispana? Tus ojos se ven eurasiáticos”, me sorprendí porque nunca me habían dicho algo así. Ahora mi biografía de Twitter dice: “Eurasiática según Mick Rock”. Tomó varias fotos con su cámara y después con su celular, y me propuso tomarnos una foto juntos para finalizar la entrevista. “Tienes mucho camino por delante”, dijo mirándome a los ojos fijamente, como si fuera una certeza.
Mick es un alma infinita y un hombre encantador. “¿Por qué tu fascinación con los músicos?”, pregunté. Se acercó a mí y dijo, casi susurrando: “Es como una enfermedad, cariño, no puedo deshacerme de ella”.
Paola Aranda http://bit.ly/2X47kMR
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