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jueves, 11 de abril de 2019

Las redes sociales en la rebelión de abril de Nicaragua: usos, virtudes y peligros

Los jóvenes que encabezaron la rebelión de abril 2018 en Nicaragua salieron a las calles a pecho descubierto. Pero antes, habían estado alentando la revuelta, concientizando, organizando e intercambiando opiniones, generando consensos y disensos en los espacios virtuales de Facebook WhatsApp, Twitter e Instagram. Esas fueron sus primeras barricadas antes de levantar las de adoquines. Fueron también sus vehículos para quedar imbuidos con el don de la ubicuidad. Durante y después de la rebelión, fueron medios de denuncia cuyo precioso material fue clave en el informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Fueron muchas cosas más, que aquí voy a reseñar, sabiendo que me quedaré corto.

Sandra Ramos, coordinadora del Movimiento de Mujeres María Elena Cuadra, estima que el uso de las tecnologías informáticas fue el rasgo característico de esta generación: “Se diferencian de nuestra generación en que nosotros no teníamos tecnología, teníamos armas. Yo creo que hay que reconocer que el mundo está globalizado y que los chavalos viven en ese mundo globalizado. Y a través del internet tienen instrumentos”.

Cuando a Enrieth Martínez, una de las fundadoras de la Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia, le preguntaron si la llamada “primavera nicaragüense” inició con el incendio de la Reserva biológica Indio Maíz, la represión en el Camino de Oriente o las palizas a los ancianos en León, ella respondió: “Creo que fue la explosión en las redes sociales. Por ejemplo, yo no estaba en León en ese momento, pero me sentí indignada al ver en las redes cómo atacaban a los jóvenes protestantes, cómo atacaban a los ancianos, cómo atacaban a las feministas que fueron las que llevaban la batuta…”

Valeska Valle, del Movimiento Universitario 19 de abril, tiene una valoración aún más entusiasta del papel de las redes sociales en la rebelión de abril: “Hay algo que, aunque suena cruel, es verdad: las muertes no fueron en sí las que causaron el impacto mediático adentro y afuera de Nicaragua. Fue el boom de las redes sociales. Fue un arma con la que el régimen no contaba, pero nosotros sí. Y eso hizo que, aunque ellos censuraron los medios independientes, nosotros habíamos hablado y dijimos: si nos van a matar, que nos maten haciendo un live y así nuestra muerte va a quedar grabada de la manera que fue. Entonces, donde sea que estuviéramos habían live, estaban esos videos donde aparecían golpeándonos, o la llegada de los paramilitares, los antimotines, las turbas…”

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Los recursos son elementos clave en la resonancia que un movimiento social puede alcanzar. El uso de las redes sociales marcó la diferencia entre el movimiento de autoconvocados de abril y el movimiento campesino y su lucha contra la ley del canal interoceánico, a juicio de la profesora de comunicación Karla Lara: “Con la lucha por el canal había otro tipo de público. Ese no fue un tema que se discutió en redes sociales, si te fijas en ese detalle. También los más adultos hemos aprendido sobre cómo funciona el joven de hoy. Lo de #OcupaINSS fue puras redes sociales. Posicionar ese tema a nivel de redes sociales hizo que hubiera una respuesta de los jóvenes”. Una muchedumbre es un grupo de contacto directo, cara a cara. En la revuelta de abril en Nicaragua, la muchedumbre fue primero virtual y después física. El recurso fue el vínculo generacional y posibilitó la masificación.

Las redes sociales fueron también un instrumento para facilitar y acelerar la comunicación y la coordinación. Y también para dar la voz de alarma. Así lo expresó Juanita Paz: “La mayoría de las veces la comunicación era más por lo que nos enterábamos a través de las redes sociales y los medios que estaban en la cobertura de todo lo que sucedía”. Pero ella y otros líderes juveniles aclara que las redes fueron también un arma de doble filo: facilitaron información a los agentes de la represión. El uso de las redes sociales mantuvo esa tensión entre la difusión deseada y la exhibición inconveniente, entre el objetivo de informar y convencer, y los peligros de exponerse a las miradas indiscretas. Las redes permiten el fisgoneo inmediato de personas distantes y distintas. Y por eso tienen esa contradicción: proporcionan material al enemigo y también a las personas susceptibles de interesarse por una lucha. Es decir, aproximan a los distantes, independientemente de su signo político. La lucha se torna más transparente, pero no logra evitar la manipulación.

¿Qué añadieron las redes sociales como medios de comunicación de masas? No sólo la aceleración. Añadieron la posibilidad de retroalimentación, que existía en la radio, aunque de forma limitada, con las llamadas del público. Pero hay que moderar el entusiasmo; los grupos marginados no han sido plenamente incorporados al conjunto de emisores en las redes sociales.

Sin embargo, los trabajadores y otras personas que suelen ser rostros sumergidos en la multitud emergieron por obra de las redes sociales. La vieja escuela de las organizaciones y movimientos sociales tenía la pretensión de que unos pocos podían “ser la voz de los que no la tienen”. Y los jóvenes universitarios no sólo tuvieron voz, y la usaron como instrumento clave según las declaraciones que arriba consigné, sino que también dieron voz a otros actores del colectivo de autoconvocados, haciendo uso del potencial democratizante de las redes sociales. Esas redes posibilitaron la visualización de gente ordinaria y el aprecio de acciones que solían pasar desapercibidas para quienes no estaban in situ en el momento de los hechos o no pertenecían al entorno inmediato de los hechores.

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La gente ordinaria ha protagonizado con su coraje el Movimiento 19 de abril. Es gente motivada por sus valores y catapultada por los acontecimientos —la represión, ante todo— hasta el ojo del huracán y los grandes escenarios de la política. Ejemplos abundan: doña Coquito, una vendedora de bolsas de agua que fue apresada porque en un arrebato sostenido de compasión decidió regalar su mercancía a las madres de los universitarios detenidos; doña Flor, llevada a empellones hasta una patrulla policial y luego a El Chipote por bailar folklore en las marchas contra el Gobierno; el Comandante Caperucita, monimboseño, papá soltero de dos hijos y vendedor en el mercado de Masaya, convertido en objetivo de las pesquisas policiales por haber aparecido profiriendo amenazas contra el régimen de Ortega en videos que se hicieron virales; y el maratonista de 62 años, Alex Vanegas, que recorre el país llamando a la liberación de los presos políticos y que ya ha cosechado más de siete detenciones y fue recientemente liberado después de permanecer recluido en condicionas infrahumanas durante casi cuatro meses. Los cuatro son personas símbolo que se autoconvocaron en la lucha. Sus imágenes circulan como si de los grandes próceres de nuestra liberación se trataran. Están presentes en stickers, piñatas, muñecos de plástico, tazas y camisetas que un comercio subterráneo se ha encargado de diseminar, en un significativo abrazo entre mercado y política.

Hace 30 años no hubieran sido más que una anécdota que acaso habría circulado de boca en boca. Hoy son tres colosos de la rebelión. Los jóvenes con sus redes sociales los han hecho visibles y audibles, y lograron que el régimen de Ortega los identifique como una amenaza para su continuidad. Un experimento basta para comprobarlo: al escribir maratonista Nicaragua en Google, las primeras 61 entradas en enero de 2019 se referían a Alex Vanegas. En una carta escrita a dos meses de la caída de la Comuna de País, Marx observó que “la prensa cotidiana y el telégrafo que difunden sus inventos en un abrir y cerrar de ojos por todo el globo, fabrican más mitos en un día que lo que antaño de podía fabricar en un siglo”. ¿Qué hubiera dicho de las redes sociales del siglo XXI? Acaso que pueden elevar a la condición de leyenda a gente del pueblo y darlas a conocer a millones en cuestión de minutos. El cuchicheo, el chisme y la calumnia han sido armas de los débiles durante siglos. Con el WhatsApp, Facebook y Twitter magnificaron su poder, expandieron su cobertura y aceleraron su ritmo.

José Luis Rocha http://bit.ly/2Udke9w

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