Artículo publicado por VICE Argentina
Vas a un banco, pedís un Uber o recibís masajes en un consultorio: en la actualidad, ¿cuántos podemos festejar nuestro día en una redacción, en una radio o en un canal de televisión? Son muchos en la calle que no tienen nada que celebrar. Sergio Borrone es abogado laboralista hace 20 años y nunca vio una situación así en los medios de comunicación del país: “Algunos ya pierden la esperanza de volver a reinsertarse, quieren irse al exterior o están acá pero en otras actividades”.
Para ser periodista en Argentina muchas veces hay que ser vendedor. Es que la primera incursión de muchos trabajadores de prensa se inicia en una radio zonal y así uno termina pidiendo la asistencia económica de un tío o un vecino con un pequeño comercio.
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La aventura de pagar un alquiler
Pablo Ferrari tiene 31 años y cuando se recibió como periodista deportivo armó un programa radial con un grupo de compañeros de su curso. No había una compañía de telefonía móvil auspiciando las comunicaciones con la producción ni una marca de ropas vistiéndolos: la plata la ponía el tío de uno de los chicos que tenía una empresa de catering y otro familiar, dueño de una empresa de seguridad. Más tarde tendría la chance de una pasantía y tiempo después ingresar a una redacción web. Su carrera parecía encaminarse, pero el medio empezó a tener problemas en los pagos y en 2014, unos tres años después de su primer día, arregló con la empresa una salida consensuada. Es que como muchos jóvenes quería irse a vivir solo, dejar la casa de sus padres, pero pagar un alquiler y ser periodista es una aventura para unos pocos afortunados: “La realidad te acomoda y en cierto punto te resignás, te das cuenta que tenés que hacer otras cosas”. Hace cuatro años que trabaja como administrativo. Sin tal vez darse cuenta en la charla que tuvimos con él habló de “comodidades” y “beneficios” cuando nos dijo que priorizó “cobrar en fecha”. Su derecho básico como trabajador, convertido en comodidad y beneficio. “Yo no dejé el periodismo, el periodismo me dejó a mí”, define. Pablo ve un móvil, una salida de un cronista y presta atención a la iluminación, a los planos; corrige y está alerta a los graphs de los noticieros. Todavía siente el cosquilleo de la profesión.
Empezando como vendedor
Leandro Meza la peleó en radios de Almirante Brown, en la zona sur del Gran Buenos Aires. Una casa de fotografías y un local de ropa lo ayudaron para cobrar algo en sus comienzos: “Es empezar a ser vendedor y después periodista”, resume. Cubrió la actualidad de clubes de fútbol de la Primera Divisón de Argentina, pero cansado de “ir de acá para allá sin ver un mango, de tocar puertas con promesas de un llamado”, de insistir en un mercado con miles de aspirantes y poca oferta, desistió de su idea de ser periodista. Para graficar la sensación de lo que atravesó nos confiesa que si un sobrino le dijera que quiere ser periodista él le recomendaría “que haga otra cosa”. Leandro hoy vive en Alemania. Trabaja como kinesiólogo. En semanas viaja a Rusia a disfrutar del Mundial como hincha.
El inicio es como prostituirse
Pablo M. se diferenció de Leandro y nos dijo que incentivaría a un familiar para que sea periodista pero con una advertencia: “Vas a ser pobre toda la vida”. Con 28 años intentó trabajar en los medios, ilusionado con la Ley de Servicios Audiovisuales sancionada en 2009. Desde que empezó la carrera de periodismo supo “las reglas del juego”. Para él ese inicio en la profesión es como “prostituirse”, es trabajar ad honorem o escribir varias notas “para juntar sólo 2000 pesos a fin de mes”. Como tantos colegas tuvo un blog. Nunca consiguió trabajar en un medio tradicional. Llegó a entrevistar a Eduardo Galeano y hoy, alejado de los medios, elige hablar sobre la actualidad del país en sus redes sociales “para despuntar el vicio”. En su opinión, la pauta como premio por audiencia y no como nivelador de los medios es uno de los motivos de la crisis que atraviesa la profesión en el país. Hoy es chofer de Uber. Para él, como para todos, hay un momento en el que la oportunidad se presenta pero “sin una banca económica” es imposible. El tren pasa, pero la paga es muy mala.
Un doble turno y un final desalentador
Denise Troya también quiso ser periodista deportiva, un ambiente que recuerda “muy machista”, aunque hoy reconoce ver más chicas en pantalla. Visitó casi todas las canchas del ascenso. Recuerda que al mismo tiempo tenía otro trabajo en un call center. Trabajó “doble turno” durante un año: “Fue súper difícil, muy sacrificado, tenía horarios distintos a la gente común”. El fin de semana tampoco descansaba. Lo que ganaba en un trabajo, el del call center, lo gastaba en la radio para ir a cubrir el fútbol del ascenso argentino: “Tenía mucha ilusión cuando arranqué. Estaba muy abocada, mi viejo también me incentivaba, pero a medida que pasa el tiempo te das cuenta que es muy sacrificado”. Denise todavía vivía con sus padres cuando bajó los brazos. Se fue de vacaciones porque la cabeza “no le daba más”. Cuando volvió ya tenía la decisión tomada de que no podía seguir otro año trabajando doble turno: “El ir de allá para acá te desalienta”. Hoy trabaja en un banco. “Con el diario del lunes te digo que tal vez hubiera aguantado un poco más, pero con la edad que tengo ya está, ya estoy abocada a otra cosa”. Denise tiene un cuaderno donde se saca las ganas de escribir. La mirada crítica de Pablo Ferrari al ver un noticiero, el blog de Pablo M., el viaje de Leandro a Rusia, el cuaderno de Denise, el cosquilleo de la profesión a pesar de los cachetazos.
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A mediados del año pasado el abogado Sergio Borrone recibió una veintena de llamados de un grupo de trabajadores de televisión. Los habían echado. Ellos se enteraron en la puerta: daban su nombre y apellido y les informaban ahí mismo si tocaba trabajar o volver a casa. Personas con familia, sostenes de una casa y con ese trabajo como único ingreso, en la calle.
A él lo contactaron poco más de 20 periodistas, pero los despidos fueron cerca de 100. “Muchos quedaron bollando, otros están en otras actividades y otros quieren irse al exterior”, nos contó Borrone.
El caso no fue aislado y se repitió en este 2018.
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El domingo 27 de mayo Radio del Plata, una de las más escuchadas del país, informó cerca de 30 despidos. En un comunicado, la empresa habló de “la crisis que está atravesando desde hace algunos años el sector”. A pesar de esos “años en crisis”, los trabajadores de la Radio siguieron en funciones. Fue esa pasión por la profesión, tal vez irracional, el amor por lo que uno hace. Es el mismo de los que eligieron otro camino.
En sus 20 años como abogado laboralista, Borrone nunca vio una situación tan compleja como la actual. Cree que “un porcentaje chico tal vez se vaya reinsertando” en los medios, pero también tiene la sensación de que el problema se va a profundizar. Y no ve “una proporción así de despidos” en otra profesión: “Son masivos”.
Con trabajadores en la calle, con los que eligieron otro camino para algo básico como “cobrar en fecha”, o dejar la casa de los padres, con periodistas manejando un auto para Uber y con la preocupación de que la situación empeore, así se “festeja” hoy el Día del Periodista en la Argentina.
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