Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
La semana pasada, internet ardió con una petición dirigida a HBO para que "rehicieran la temporada 8 de Game of Thrones con guionistas competentes". Aunque obviamente la plataforma no va a arreglar toda una temporada de zombis de hielo y dragones de fuego, la petición de Change.org se hizo viral y reunió más de un millón de firmas y muchas reseñas en línea. Por muy inútil que sea la lucha por que se rehaga la octava temporada, la decepción es totalmente comprensible, y es que son muchos los fans a los que esta última entrega de episodios les pareció frustrante, predecible y bastante insatisfactoria, salvo por un puñado de hilos argumentales bien llevados a término.
Pese a todo, los únicos culpables de este despropósito no son solo los guionistas de la serie. Lo cierto es que, en los dos libros que le quedan, George R. R. Martin posiblemente no sea capaz de salir de este atolladero más airoso que los creadores de la serie, Benioff y Weiss, en la última temporada. Un guion "más fiel a los libros" no va a arreglar Game of Thrones, porque los libros también tienen fallas desde la base.
Antes de que grites “Dracarys”, deja que te lo explique con un argumento muy razonable. En la novela A Song of Ice and Fire, Martin plantea un gran problema respecto a sus personajes: "¿Cómo es posible ostentar el poder (idealmente para hacer el bien) sin ser asesinado?". Estuvo muy bien ver cómo miembros de los Stark, Baratheon y Lannister participaban en este juego, a menudo con desastrosos resultados. El problema es que Martin no ofrece una respuesta a la pregunta que plantea ni crea personajes capaces de hacerlo de forma convincente: o bien mueren, o se estancan, o son sustituidos por otros que nada interesan a los lectores. Los libros parecen confiar tanto como la serie en oportunos mecanismos narrativos y en la magia para equilibrar la balanza.
Recapitulemos: El rey Robert muere porque es un borracho incompetente; Ned Stark muere porque le faltan tablas en el juego de la política; Robb muere porque no es capaz de hacer sacrificios necesarios; Jeoffrey muere porque es un psicótico. Bueno, hasta Tywin, que era despiadado y astuto como nadie, acaba asaetado mientras estaba en el baño por ser demasiado cruel con su hijo. Todas esas muertes fueron mensajes poderosos (y muy entretenidos) que daban una idea de la crudeza del mundo. Son momentos dramáticos y conmovedores tanto en papel como en la pantalla. Pero las muertes sorprendentes de personajes al final va perdiendo fuerza. La siguiente fase de las tramas después de Game of Thrones (volumen 1), A Clash of Kings (volumen 2) y A Storm of Swords
(volumen 3) debería mostrar cómo manejan el poder las nuevas generaciones, pero no lo hace.
En lugar de eso, en A Feast for Crows (volumen 4) y A Dance with Dragons (volumen 5), Martin se limita a seguir matando personajes centrales. En ambos libros, Arya y Tyrion se alejan de la política de Westeros y del continente mismo. Daenerys no parece aprender mucho de los desafíos que se le presentan, como demuestra su incapacidad de gobernar ciertas ciudades, y al final casi parece que abandona Essos por la puerta de atrás. Jon también muere por no saber manejar el poder, enemistándose con sus seguidores más cercanos y centrándose en formar una coalición. ¿Qué habrá aprendido en The Winds of Winter (el futuro sexto libro) si también reescriben su historia?
Sansa tiene potencial para resultar más interesante en los libros, ya que en A Dance with Dragons la dejamos aprendiendo el arte de la política y las intrigas en el Valle. Si sigue mejorando esas habilidades en los próximos dos libros, su desarrollo puede llegar a ser asombroso. No debemos descartar tampoco la posibilidad de que Sansa termine sufriendo junto con un personaje innecesariamente violento, como ocurrió en la serie con Ramsay.
Para empeorar más las cosas, en los libros Martin no introduce nuevos pesos pesados polifacéticos que sustituyan a los protagonistas derrotados. Como escritor, Martin se considera una especie de "jardinero", más que un arquitecto, en tanto que principalmente se dedica a plantar la semilla de los personajes y los hilos argumentales y luego escribe las partes buenas. Este estilo lleva a Martin a contar historias de un número creciente de personajes que tienen cada vez menos conexión con los Stark y los Lannister, las familias más conspiradoras de la serie. En los libros, los Bolton y los Frey son básicamente títeres en su papel de malos despiadados, pero no añaden nada a la estructura moral de la historia. Cersei se ha convertido en una auténtica sociópata en los últimos libros. Martin introduce las intrigas de los Greyjoy y los Martell, pero sinceramente, ¿a quién le importan los juegos de poder en las Islas del Hierro y Dorne? Y luego, en un par de capítulos de lo más tedioso y que no conducen a nada, Martin decide darse un paseo por Essos. No nos interesan nada Volantis ni Jon Connington.
Esta última decisión quizá haya sido la que más fastidió a Benioff y Weiss, quienes han tratado de eliminar elementos extra para hacer avanzar la serie, como quien prepara una partida de ajedrez quitando todos los peones. El verdadero problema es que, hoy por hoy, no parece atisbarse ningún final cercano en A Song of Ice and Fire. En los últimos volúmenes, Martin prácticamente ignora a los personajes principales para desarrollar unos nuevos con nuevas versiones del problema, en lugar de centrarse en los viejos conocidos y en cómo estos intenta solucionar sus asuntos.Benioff y Weiss aseguran que su guion seguía más o menos el final planificado por Martin, si bien los añadidos del escritor a los dos últimos libros han hecho que ese final sea cada vez más difícil de cumplir. De esta forma nos queda un mundo televisivo más reducido, simple y estéril que empieza a desmoronarse en la temporada final.
Para que los libros y la serie lleguen finalmente a buen puerto, hacen falta un Robert Bruce o un Guillermo el Conquistador, un político medieval que entienda el equilibrio entre espíritu cívico, crueldad despiadada, competencia general, capacidad de formar coaliciones, de mantener la fidelidad de su entorno y de liderazgo carismático. Dany parece la candidata adecuada, pero sigue sin saber desenvolverse como es debido en la Bahía de los Esclavos. Jon podría ser otro candidato, pero no es capaz de poner orden en el norte. Sansa es muy buena elección, pero aún no hemos tenido oportunidad de verla esgrimir el poder en los libros.
Martin ha acabado por arrinconarse narrativamente, en parte porque la pregunta que planteaba inicialmente no tiene una respuesta fácil y ninguno de sus personajes parece dispuesto a resolverla. Ni la evolución de Jon, ni la de Sansa ni la de Dany apuntan a que se convertirán en líderes poderosos. Simplemente son personajes intocables hasta el mismísimo final porque forman parte de una profecía mística. Westeros no es el tipo de sitio en que el peso de la trama recaiga sobre un grupo de inadaptados en sus aventuras por derrotar a monstruosos secuaces sin rostro al servicio de un gigantesco villano unidimensional, pero al final es lo único que les ha quedado a los señores de HBO.
Si bien la serie de televisión es una causa perdida, todavía hay esperanza de que Martin halle el modo de llevar a sus personajes a un final satisfactorio en los dos libros que le quedan. Aunque a estas alturas, sería más divertido ver una revuelta de campesinos que se cargaran a todos los personajes.
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