Artículo publicado originalmente por VICE Canadá.
Para muchas mujeres, la transformación comienza de manera bastante inocua. Podríamos reprender a nuestra pareja por no haber lavado bien un plato, o celebrar equivocadamente con un "¡sí!" la repetición en tv de una hazaña deportiva que nuestros amigos miran con aburrimiento, porque en realidad sucedió 20 minutos antes. Podrían empezar a disgustarnos las motocicletas, la música a todo volumen en los bares o podríamos comprar cosas que no son muy divertidas, como bolsas térmicas para transportar el almuerzo o calzado cómodo en lugar de tacones.
Y entonces llega ese momento desconcertante de autoreconocimiento. Ay, Dios mío, pensamos, me he convertido en mi madre. E incluso si nuestra madre es nuestra heroína, la sensación de que nuestra identidad se está fusionando con la de ella nunca es del todo agradable. "Me gusta cuando mi madre es la voz de la razón en mi cabeza", me dijo mi amiga Alex, de 27 años. "Pero a veces, cuando noto una arruga o un poro abierto en mí, la veo a ella, y me da miedo envejecer. Y me siento culpable por sentir ese miedo, porque ella es muy jovial y amorosa, pero también es la representación más precisa que conozco de mi yo del futuro".
También están las mujeres cuyo miedo a transformarse en su madre es tan fuerte que las lleva a tomar decisiones importantes que alteran su vida. "Aspiro a ser completamente diferente a mi madre", dice Julie *. "Y eso realmente ha influido en la manera en que crío a mis hijos. Por ejemplo, nunca he permitido que haya una sensación de competencia entre ellos, como me ocurría a mí cuando era niña".
Entonces, sí, generalmente tenemos muchos sentimientos mezclados con respecto a nuestras madres y a en qué medida queremos o no queremos ser como ellas. Para dar sentido a estos sentimientos, VICE conversó con la Dra. Lisa Ferrari, psicóloga clínica enfocada en psicología infantil y familiar, quien nos explicó por qué el temor de parecernos a nuestras madres es algo tan generalizado, nos dijo qué podemos hacer para enfrentar ese temor y por qué es tan difícil evitar reproducir aspectos molestos de la personalidad de nuestras madres.
VICE: En tu experiencia, ¿cuán generalizado es el temor de convertirnos en nuestras madres?
Dra. Lisa Ferrari: La gente lo menciona con bastante frecuencia. Cuando las mujeres comienzan a distinguir aspectos molestos de su personalidad, los cuales reconocen como rasgos negativos de la personalidad de sus madres, piensan: esto es muy familiar, es algo que no me gusta de mi mamá y no quiero hacerlo yo también. Como yo lo veo, las mujeres se resisten a ser como sus madres sin importar lo cariñosas y dedicadas que éstas sean.
¿A qué crees que se debe esto?
Como sociedad, creo que en nuestra mente tendemos a filtrar los aspectos positivos y a poner demasiado énfasis en los aspectos negativos. Por lo tanto, realmente no importa qué tan amorosa y dedicada sea tu madre, las cosas que tendemos a recordar de nuestros padres probablemente sean los aspectos más molestos de su personalidad. Esa es la naturaleza humana.
Lo que me parece interesante también es que, incluso si notamos una faceta de la personalidad de nuestras madres que no nos gusta, digamos una muletilla al hablar o algo similar, aun así terminamos replicándola. ¿Por qué reproducimos un comportamiento que nos desagrada activamente?
Si minimizamos lo positivo y enfatizamos lo negativo, entonces caemos en un espiral cognitivo en el que reforzamos el comportamiento negativo. Si la atención a esos comportamientos molestos ocupa gran parte de nuestros pensamientos y energía, es más fácil que caigamos en ellos sin saber que los estamos replicando. Fijarnos en esos comportamientos significa aumentar la probabilidad de recrearlos.
¿Y qué pasa con las personas que tienen razones muy legítimas para no querer ser como sus madres? Por ejemplo, cuando sus madres son emocional o físicamente abusivas. ¿Alguna vez ves has tratado a gente que tiene miedo de heredar comportamientos tóxicos, y cuál es la mejor manera de lidiar con ese miedo?
Claro, un paciente pueda llegar y decir: 'Mi mamá solía perder el control' o 'gritaba mucho, y no quiero gritar o exaltarme demasiado en mi relación romántica, con mis amigos, o con mis hijos'. Entonces, ¿qué hacemos con eso? Bueno, creo que cuando estamos familiarizados con las cosas que no queremos —los comportamientos, las actitudes, los rasgos de personalidad, etcétera—, tendemos a enfocarnos en ese conocimiento. Sabemos qué es lo que no se siente correcto, pero creo que lo que debe suceder es que debemos ir más lejos y enfocarnos realmente en cómo podemos hacer las cosas de manera distinta. Si no pasamos por un proceso de pensamiento para establecer realmente lo que vamos a hacer de manera diferente y cómo se manifestará eso para nosotros en nuestro futuro, nuestras relaciones o en el mundo, no tendremos una idea sólida o una visión clara de cuál sería nuestra manera de ser alternativa, y terminaremos por defecto replicando aquello que conocemos y que nos ha modelado.
Parece ser que estás hablando de establecer objetivos concretos, o incluso del poder de la visualización.
Sí. Creo también que el miedo de convertirnos en nuestra madre no tiene por qué ser considerado como algo negativo. Las mujeres de hoy están muy enfocadas en el crecimiento, ya sea a través de un estilo de vida saludable, de nuevas experiencias o de la educación. Hay mucha apertura, y una mentalidad orientada hacia el crecimiento, lo que significa una gran dedicación a la mejora de uno mismo. Hoy en día, hay más recursos, datos y accesibilidad a la información que cuando nuestros padres tenían nuestra edad. No querer ser como nuestras madres podría ser un intento por ser conocidas y reconocidas por ser únicas por mérito propio. Se trata de dejar nuestra propia marca, en lugar de replicar quién era nuestra madre como pareja, como madre o como amiga.
También me pregunto si el deseo de no ser como nuestras madres tiene que ver con un cambio generacional y el deseo de ser más progresistas. Creo que hay un fuerte deseo de desafiar los roles tradicionales por el bien de la política y el feminismo. ¿Crees que eso también es un factor?
Creo que sí. Pero es interesante porque hacer lo contrario de lo que hizo nuestra madre, en un hogar tradicional, sigue siendo un intento por ser únicas y reconocidas por algo más que lo que hizo mamá. Luchamos por un lugar en el mundo que sea único para nosotras. Y quién puede saber si para nosotras lo ideal sería dedicarnos al hogar en el caso de que nuestra mamá se hubiera concentrado mucho en su carrera y hubiera dedicado muchas horas al trabajo y, por lo tanto, nos hubiera dejado irritantemente solas en casa con la niñera después de la escuela. Podríamos pensar, cuando sea mi turno de hacer esto, lo haré de manera diferente. Para ponerlo en contexto, en las familias donde el hermano mayor está totalmente involucrado en los deportes, es probable que al niño que le sigue le gusten los deportes, pero que gravite hacia algo más creativo, porque el rol deportivo ya esta tomado.
¿Y qué pasa con la sexualidad? Al crecer, realmente no pensamos en nuestras madres como seres sexuales porque eso es muy incómodo. ¿Crees que, en algún nivel, asociamos el convertirnos en nuestras madres con una pérdida de identidad sexual?
Es correcto, no vemos a nuestras mamás como seres sexuales porque las consideramos viejas. Están envejeciendo y asociamos la sexualidad con la juventud, la espontaneidad e ideas más románticas sobre la sexualidad. También está el hecho de que, cuando envejecemos y comenzamos a ver en nosotros aspectos de la personalidad de nuestras madres que no queremos, asociamos eso con el envejecimiento y empezamos a sentirnos menos conectadas con nuestro propio yo más joven. Si nos convertimos en ellas, cognitivamente, sentimos que estamos envejeciendo y hay una verdadera renuencia a llegar a ese punto.
¿Deberíamos discutir ese miedo a convertirnos en nuestras madres con nuestras madres? ¿O ése es un territorio emocionalmente complicado?
Es un territorio emocionalmente complicado, pero si tienen una relación amorosa y enriquecedora, y la libertad para comunicarse, podría ser una conversación fructífera. Quizás podrías saber un poco sobre lo que hacía la madre de tu madre que a ella le provocaba emociones similares a las tuyas. Todo depende del tipo de conexión y relación que tengan, porque podría terminar siendo una conversación que tus padres entendieran fácilmente a partir de su propia relación con sus padres. Podrías encontrar nuevas cosas en común con tus padres y comprensión.
En tu experiencia, ¿cuál dirías que es el rasgo número uno que las personas temen heredar de sus madres?
El aspecto controlador, sin lugar a dudas.
¿Por qué es un rasgo tan indeseable? ¿Por qué crees que las mujeres quieren ser menos controladoras que sus madres?
Tengo la sensación de que el impacto de ese control resulta muy sofocante para los hijos mientras crecen. Ese control puede ser muy limitante en cuanto a la autonomía y la independencia.
Sigue a Mica en Twitter.
Mica Lemiski https://ift.tt/eA8V8J
No hay comentarios:
Publicar un comentario