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lunes, 27 de mayo de 2019

“Con la palabra destruyes, pero también sanas”: una charla con Combo Chimbita

“Te venía buscando, palabra, que vino sola a mí. Sin conocer la verdad, yo la vi llegar”. Revelación y luz. Las palabras que le dan apertura a Ahomale resuenan en mi mente una vez que desde el otro lado de la línea escucho a Carolina Oliveros, vocalista de Combo Chimbita, hablar de su misión material con el disco. “No sé, es algo muy relativo. Nuestra misión por ahora es seguir haciendo música y llevar el mensaje, porque la palabra es la herramienta más poderosa del ser humano, con la palabras matas y das vida, con la palabras sanas y también destruyes. Saber usar esa arma es el mayor secreto”.

Caro es la voz que se esconde al fondo del espiral tropical que es el Combo Chimbita: cuatro colombianos encontrados en el fondo de un bar de Brooklyn, jammeando, riendo, y formando el génesis de uno de los proyectos de mayor trascendencia musical en los últimos meses para la diáspora latina en Estados Unidos. En primera instancia, por su meta ancestral y sanadora de espíritus, por su despliegue como manto cobertor desde el norte hacia el sur, por su narrativa iluminada que crea puentes entre conciencia y alma, sin caer en el espectro del levitamiento hueco y aleccionador. En segunda, porque desentrañan, quizás de manera mucho más orgánica y sensible que actos más cercanos al Ecuador, la raíz de la música latina protocriolla y protomestiza desde sus orígenes.

Ahomale es su musa. La humanidad capaz de conectarse con sus ancestros, y es también el nombre de su segunda placa de estudio en largo lanzada hace algunos días. “Hay una real conexión con la música que hacemos, y en este disco queremos contar esa experiencia de vida por medio de la música”, dice Caro sobre el elepé sellado por ANTI, la depurada casa disquera de Solomon Burke y Neko Case, que en diez tracks es capaz de llevar a un trance de alta densidad corporal, pero de ligereza sutil para bailar flotando entre cumbia y champeta, pero también entre funk y house. Los sudores de la noche y la pista convertidos en temazcal. Un viaje de ayahuasca que termina en un futuro revelador. La voz hipnótica de Carolina haciendo de chamán, y la instrumentación neocaribeña de Prince of Queens, Niño Lento y Dilemastronauta, demás integrantes de la agrupación, como sirenas encantando desde la oscuridad del cosmos.

A propósito del lanzamiento del álbum, hablé con la lideresa del cuarteto conectado por un teléfono hasta Brooklyn. Va en una camioneta con más gente y apenas nos escuchamos, pero no me falta nada más para entender los contextos, procesos creativos e intenciones detrás del Combo. Escucha Ahomale abajo, y lee después la charla que tuvimos:

NOISEY: Caro, cuéntame primero cómo se conocieron. ¿Cuál es su historia? ¿Qué los llevó a encontrarse en NY?
Carolina: La vida, la vida misma fue la que nos llevó a encontrarnos. Yo llegué, y ellos ya se conocían, son músicos de hace tiempo, también amigos de hace tiempo, y ya venían haciendo música con otras bandas y otros proyectos. Y bueno, hablando ya de Combo Chimbita, hay un label acá con el que grabamos El Corredor del Jaguar, nuestro primer EP (2016), un sello independiente, Names You Can Trust, que hacía unas noches de jazz y de vinilos en un bar de Brooklyn, el Bàrbes. Los chicos jammeaban en ese lugar, y yo iba a veces a verlos, no iba casi nadie [risas], porque eran los lunes en la noche. Un día me metí a jammear con ellos. Estaban ahí y empezamos a jammear, y en esa experimentación salieron cosas interesantes, buenas ideas, todo fue realmente muy orgánico. Así seguimos, jammeando y por ahí grabamos algunas de esas improvisaciones. Un día un chico llegó y nos dijo “¡Uy!, ¿no les gustaría grabar eso?” y pues dijimos que sí, que sería chévere. Los chicos me invitaron a cantar y yo les dije “sí, yo grabo”. Nos metimos a la casa de Prince of Queens a grabar y de ahí salió El Corredor del Jaguar.

¿Pero ya llevaban un rato intentándolo en NY o cuándo llegaron?
Pues quizás no tanto. Los cuatro somos de Colombia —yo soy de Barranquilla y ellos de Bogotá— pero yo llegué hace muy poco a este país, ellos ya estaban aquí desde ufff, desde hace mucho, desde los 13 o 15 años, entonces ya llevan media vida acá.

En NY los conociste y le dieron forma al Combo, pero, ¿qué habían hecho tú y los chicos antes?
Yo ya vengo en esto de la música desde hace muchos años. Estudié en un conservatorio de música, allá tenía proyectos investigativos de música tradicional, especialmente de bailes cantados como el bullerengue, y ellos —Prince of Queens, Niño Lento y Dilemastronauta— también tenían sus proyectos. Yo fui metalera en mis inicios musicales, tuve una banda de metal durante cinco años y conocí casi toda Colombia con ella, fue mi primer proyecto. Ya después me metí en la música clásica, me acerqué al folclor y demás. También muchos tienen en Colombia esa onda por el metal, por el rock, pero bueno, ya estando en Nueva York no tanto, es todo más diverso, llegan cosas muy variadas. Pero podría decirse que sí, que ya todos tenemos una larga trayectoria en cuanto a música se refiere.

“El Combo Chimbita ha sido la sorpresa más grande de mi vida porque es ver como se materializan todas las ideas que uno tiene”.

Supongo que llegar a NY fue de alguna forma una declaración de intenciones de tu parte...
El plan siempre fue ese, estar en lo que a uno le gusta, yo estoy en el arte y en la música. El Combo Chimbita ha sido la sorpresa más grande de mi vida porque es ver como se materializan todas las ideas que uno tiene, y que todas las piezas se unan sabes que es algo difícil. Por ejemplo, en Colombia yo trabajé haciendo música con mucha gente, pero no había mucha conexión, no había oportunidad para desarrollar muchos conceptos de la forma en que yo quería, ese tipo de ideas, que van muy ligadas a tus experiencias de vida, ¿me entiendes? Antes del Combo yo empecé a trabajar con Niño Lento en un disco que fue firmado bajo Carolina Oliveros y la Nación. De hecho hay un longplay que grabamos que se llama Monte, que fue la primera grabación que hice. Bueno, no fue la primera, pero sí fue mi primera apuesta, y de eso salió ese disco que hicimos bajo nuestro propio sello, Casa del Indio, que tiene, creo, ocho canciones. Tiene canciones que me gustan, hay algo ahí, canciones íntimas, más mías, ya después vino Combo Chimbita.

¿Cómo ha sido su acercamiento, a la distancia, de los ritmos y sonidos que sirven como base de su propuesta, es decir, de la música de raíz afrolatina?
Mira, yo creo que una de las cosas que no se pueden negar es que Nueva York le brinda mucho a uno, ¿sabes? Y cuando uno está fuera del foco, logras ver cosas que estando en el foco no habías visto, y eso fue un poco lo que me pasó a mí, y lo que creo que nos pasó a todos. Venirme a Nueva York me dio la oportunidad de conocer el folclor de Colombia, y suena loco, pero me dió más inquietud, más ganas de conocer, como de apropiarme más, no necesariamente de Colombia, porque los ritmos que nosotros usamos no son cien por ciento colombianos, es más, no se puede hablar de un sonido colombiano porque no lo es, nuestra música viene de África, y todos nuestros ritmos se condensan en eso. Nuestras influencias van muy enraizadas a la música del Caribe, eso sí está muy claro. Creo que también se debe hablar de Panamá, pues mis grandes maestras son las cantantes de música panameña y tamborito, también está República Dominicana, con todos estos ritmos del merengue pero también la música salve, el rará, el pambiche, Cuba desde luego, con todos los ritmos que tienen que ver con los batá y los yoruba, pero también hay todos esos matices electrónicos que vienen del house, del rock, aunque sí, nuestra raíz, nuestro punto de creación, vienen de las músicas tradicionales. Obviamente entrelazamos nuestros sonidos, porque somos muchas cosas, no es cuestión de limitarnos, hoy soy esto, y mañana soy otra cosa, eso se ve reflejado ahí.

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Fotografía por Stephanie Orentas

Y por el otro lado, ¿qué papel ha tenido Brooklyn en el enriquecimiento como proyecto del Combo Chimbita? ¿Cuál dirías que es su herencia más clara dentro de su sonido?
Yo no hablaría solo de Brooklyn, es un espacio interesante y pasan muchas cosas, hay mucha mente abierta, ves mucho arte por todos lados, pero yo hablaría también de Jackson Heights, Queens en general, hasta el mismo Manhattan. Todo Nueva York ofrece muchas experiencias donde uno se envuelve, el latino tiene la oportunidad de ver todas esas cosas que ocurren e inspiran. Salir al parque y ver tantas culturas, ahorita que viene el verano toda la gente sale, ves conciertos gratuitos, nueva música, ¿me entiendes? Yo no podría hablar solo de Brooklyn, que sí, es muy especial porque ahí es donde tenemos nuestro estudio, donde componemos, donde hacemos música, y también es donde más parchamos, porque ahí hay diferentes venues, casi todos los lugares donde tocamos están en Brooklyn, pero no podría solo quedarme ahí.

Vivimos una coyuntura muy especial, donde parece que lo acontecido política y socialmente ha generado una nueva ola de orgullo latino en Estados Unidos con muchos actos como el suyo tomando esa bandera. Sin embargo, también parece ser una especie de etiqueta que encasilla y delimita muchos de sus alcances y cualidades, al menos desde quienes consumimos música en América Latina, fuera de EE. UU. ¿Qué piensas al respecto? ¿Cómo ha sido su caso?
Pues es que es una etiqueta que te pones tú, es como cuando hablamos de racismo, la gente negra está mamada de que siempre estén hablando de racismo, racismo, racismo, o de que sufrieron mucho, y eso parece formar parte de la historia y ya, el mundo sigue rodando. Uno es consciente de todo lo que pasa, de todos los problemas sociales y políticos que hay, pero cada quien está en su película. Nuestro rol va más allá de ser latinos o no, la música no tiene que ver necesariamente con eso. Obviamente hay cosas que lo marcan a uno porque es algo innato, pero el hecho de que llevemos una bandera o ir diciendo “somos latinos, acéptennos” la verdad es que no, no sé qué tan bueno o malo sea, solo es hacer lo que tenemos que hacer, porque al final es algo que nos sale del corazón ¿sabes? Y la circunstancia es que lo hacemos desde este lugar, pero abanderarnos como latinos no. También somos conscientes de las dimensiones cada vez más grandes que alcanza la música latina, y que el ritmo viene del Caribe, que no importa del lugar que seas, con un tambor te vas a mover. Creo que nuestra música dice todo, no hay más que eso, ella dice todo.

Nuestro rol va más allá de ser latinos o no, la música no tiene que ver necesariamente con eso.

Hablanos un poco de Ahomale , ¿cómo fue el proceso de irlo creando y desarrollando, especialmente como miembros nuevos de una disquera que, más allá de la herencia de Antibalas, normalmente centra sus esfuerzos en otro tipo de proyectos?
El disco surgió como lo hemos hecho siempre: haciendo música, y de alguna forma todos nuestros discos están conectados uno con el otro, desde el principio. Nuestros trabajos no son solo singles, hay una conexión en cuanto a lírica y en cuanto a arte. En particular, este disco está cargado de cosas bastantes espirituales, desde mi experiencia como cantante y como escritora. Fue muy bonito, creo que personalmente y desde lo que estamos viviendo cada uno de nosotros, hay una real conexión con la música que hacemos, y este disco es contar esa experiencia de vida por medio de la música. Desde la técnica también fue muy interesante, porque con el nuevo sello con el que firmamos, ANTI, tuvimos la oportunidad de tener un presupuesto más flexible para poder hacer cosas más chéveres, grabamos en el estudio en el que queríamos grabar, lo produjo un chico que es súper increíble con mucha energía, y también fuimos parte de la producción, que es algo que no habíamos hecho porque los discos anteriores los hicimos muy análogamente, muy en crudo como a nosotros nos gusta. Fue una dinámica diferente, con más espacio para pensar, dedicarnos más, descansar, volver al estudio, jugar con las maquinitas, que eso es para nosotros, como jugar, es lo mejor que te puede pasar, hacer música así, que ya estén todos los recursos a la mano para que tú puedas hacer lo tuyo.

Y bueno, ¿qué significa Ahomale?
Mientras hacíamos la música estábamos pensando en el nombre y llegó, llegó esa palabra, que es yoruba y que nos llegó como un mensaje divino, así como la música misma. Es un término que se utiliza para definir a esa persona que es capaz de comunicarse con los ancestros, eso significa básicamente.

A todo esto, y desde esta cosmovisión tremendamente espiritual, ¿qué misión le encuentran a su música y el quehacer alrededor de ello?
Creo que es algo bien relativo, para mí y de manera personal lo veo como que todas las personas tenemos una sensibilidad bastante grande con el amor y con la energía, ¿me entiendes? Sobre mi misión, creo que estoy todavía en la búsqueda, pero definitivamente la vida te va marcando los pasos y se te va manifestando, que es lo que estamos haciendo en este tiempo, en este momento, con estas personas. No sé, hay algunas cosas muy personales que quizás tengan que ver con esto, pero sí hay algo. Siento que todas esas personas que logran conectar con lo que nosotros hacemos, no es por hablar, pero son muy especiales, más allá de cualquier etiqueta, porque nosotros no estamos pensando en mercadear nuestra música. Va más allá, todavía lo estamos descubriendo. Nuestra misión, por ahora, es seguir haciendo música, llevar el mensaje, porque la palabra es la herramienta más poderosa del ser humano, con la palabras matas y das vida, con la palabras sanas y también destruyes. Saber usar esa arma es el mayor secreto y saber usar los dones. Todos tenemos dones, pero hay que saber usarlos, para ayudarnos en primera instancia a nosotros mismos, porque eso es lo más importante, y entonces sí a los demás. Yo sé que quizás mi música encuentre a alguien y le ayude, pero para mí, primero será siempre buscar sanarme a mi misma. Sé que hay muchas personas dentro de ese carril, y habrá a quienes logré servirles esto.

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Juan Carlos Rios http://bit.ly/2X8C004

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