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jueves, 20 de septiembre de 2018

Diana: la ausencia detrás de su feminicidio

Artículo publicado por VICE México.

Diana Colin Hernández nació el 14 de enero de 1988, en Toluca, Estado de México. Tenía 29 años y era licenciada en Turismo egresada de la Universidad Autónoma del Estado de México. Había viajado por muchos estados del país, e incluso había ido a Guatemala. Su madre, Elisa, recuerda que desde pequeña su hija se caracterizó por tener un carácter muy lindo, por ser amorosa, amigable y ambiciosa.

Tras vivir en Oaxaca por algunos años, Diana volvió a Toluca en 2010. Ahí comenzó a trabajar en un Hotel llamado “La Muralla”, donde conoció a un hombre llamado Eduardo, que trabajaba como Bell boy. Comenzaron a salir en el mes de noviembre de 2010 y para marzo 2011 decidieron vivir en unión libre y mudarse a Cancún, Quintana Roo, donde supuestamente Diana encontraría un empleo mejor.

“Yo como madre no me opuse puesto que eran sus planes, pero le pregunté si estaba segura de irse con aquél muchacho, ya que no tenían mucho tiempo de conocerse”, recuerda Elisa. “Ella contestó que sí. Él se presentó en la casa, comentó cuáles eran sus intenciones con mi hija e incluso nos presentó a unos de sus familiares, ya que el resto radica desde hace varios años en Estados Unidos”.

Después de no encontrar empleo en Cancún, la pareja decidió mudarse a Playa del Carmen para buscar mejores oportunidades. Elisa, al ver la situación de estabilidad que buscaba Diana decidió apoyarlos con una casa que tramitó con su crédito. Tiempo después, Diana obtuvo un trabajo; Eduardo, por su parte, comenzó a trabajar a una joyería.

“Nosotros tratábamos de visitarla a menudo, e incluso pasábamos vacaciones allá, mi otra hija Mariana, mi hermana o yo. Siempre estábamos al pendiente de su vida”, recuerda Elisa. “Él empezó a ser muy grosero con ella y hacía comentarios machistas, pero ella decía que se encontraba feliz, lo idolatraba. Ahora después de todo lo que ha pasado nos enteramos que su relación fue muy conflictiva. Él la golpeaba y contaba con un carácter muy explosivo y agresivo cuando ingería bebidas alcohólicas. Incluso la amenazó de muerte, pero ella nunca lo denunció”.

En el año 2015, luego del nacimiento de su pequeño, Diana y Eduardo comenzaron a tener problemas. Diana descubrió que Eduardo la engañaba y lo corrió de la casa.

Al quedarse sola, Diana obtuvo el apoyo de su tía Ángeles, quien se mudó Playa del Carmen para ayudarle con el cuidado del bebé. Diana siguió en contacto con Eduardo pensando en el hijo de ambos. Durante ese proceso la relación no fue muy buen, Eduardo mantenía una constante vigilancia en la vida y actividades de Diana. “Mi hermana observó que el era una persona muy explosiva y celosa”, comenta Elisa.

Ante la excesiva violencia y control que el sujeto seguía ejerciendo en la joven madre, Diana decidió regresar a Toluca. No le agradaba estar lejos de su familia, además de que era muy incómodo encontrarse al padre de su hijo con la pareja en turno. Sin embargo, Diana expresó que le preocupaban en demasía las amenazas que recibió por parte de Eduardo cuando le comentó que regresarían al Estado de México.

Diana se estableció de nuevo en Toluca a finales del año 2016. La relación no era muy buena pero ella la sobrellevaba por el niño. Él seguía al pendiente de sus actividades y le hablaba al niño cuando quería.

En diciembre de 2017, Eduardo, quien se quedó a vivir en Playa del Carmen, le pidió a Diana llevar en las vacaciones de año nuevo a su pequeño, ya que en su visita a noviembre le habían comentado que iría en fechas próximas. Ella accedió debido a que él le comentó pagaría por los vuelos.

La joven madre junto a su pequeño se instalaron en lo que era su casa. Entregó al niño a su padre que vivía a lado, y se mantuvo en constante comunicación con su ex debido a que el pequeño se encontraba enfermo. “Así era siempre, ella siempre estaba al pendiente”, enfatiza Elisa.

El 28 de diciembre Diana se comunicó por última vez con su madre. También fue su última conexión en WhatsApp. “Creímos que era su celular debido a que se le había mojado, pero Eduardo nos llamó preguntando si no sabíamos nada de ella. Posteriormente su amiga nos hizo saber que tampoco la localizaba”.

La hermana, la madre y la tía de Diana comenzaron a buscarla. Nadie sabía que estaba en Playa del Carmen. A las doce y minutos del día 2 de enero 2018, uno de los amigos de Diana les dio la noticia: en redes sociales se estaban compartiendo las fotos de uno de los primeros feminicidios de este año. Una mujer había sido encontrada en estado putrefacto el día 1 de enero en Playa del Carmen. Unos minutos más tarde se comunicó un vecino de Diana, asegurándoles que era ella.

Aproximadamente a la una de la mañana se comunicó la expareja y padre del pequeño, preguntándoles que si era cierta la noticia. Mariana, la hermana de Diana, fue la que contestó el teléfono. Le hizo saber que ignoraban si era verdad, ya que recién se enteraban.

“Todavía recuerdo su voz”, recuerda Mariana, hermana de Diana. “Sollozó por algunos segundos y luego siguió haciendo preguntas como si nada”. Mariana preguntó por el pequeño y Eduardo le hizo saber que estaba bien y que después se contactaría con ellas.

Ante esta situación, las mujeres salieron rumbo a Playa del Carmen el 2 de enero. Eduardo marcó al celular de Mariana, justo antes de su salida. “Me preguntó cuando llegaríamos y ofreció su casa”, recuerda.

“Alrededor de las 11 de la noche llegamos a Playa del Carmen y no nos proporcionaban información. Hasta que un agente señaló que la llevarían a Tulum para más pruebas; y que por el momento no había nadie más que nos diera informes”.

Ante esta respuesta, las mujeres regresaron al día siguiente. Esta vez las atendió el agente Eduardo Villamil. “El agente nos hizo saber cómo la habían encontrado, nos tomó declaraciones, pero no nos dio ninguna respuesta ni información clara. Mi hija le comentó que había tenido problemas con su ex —incluidas amenazas de muerte— pero desde ese momento y hasta ahora nos han señalado que eso 'es pasado', que no tiene cabida”, recuerda Elisa.

Las autoridades de Playa del Carmen les hicieron saber que era un crimen pasional debido a las heridas que le habían ocasionado. Jamás les especificaron qué tipo de heridas, solo se limitaron a decirles que fue con un arma punzocortante. Les hicieron saber que Diana había tenido relaciones sexuales consensuadas, sin más explicación. El celular inservible de la joven madre no se encontraba en el lugar, la casa estaba completamente cerrada, las puertas no habían sido violadas.

Mariana se citó con Eduardo para que les permitiera ver al pequeño y llevarlo al Estado de México para que no atravesara por todo el proceso en Playa del Carmen y pudiera terminar el segundo año de Kinder. Eduardo les argumentó que el niño era suyo y que ya se había asesorado con alguien del DIF.

“Eduardo me abrazó, me dio el pésame, sollozó por segundos, señaló que él no había sido, que no era cierto lo que habían publicado en las redes sociales y se reincorporó”, recuerda Mariana. “Entonces pidió ver a Diana, pero le hice saber que no era apropiado. Luego de una larga platica le pedí que fuera al sepelio en el Estado de México, y que trajera al niño, pero me comentó que no podía salir del estado por la situación”.

Después de insistir accedió para que las mujeres vieran al niño por la tarde para llevarlo a comer, pero no fue hasta el día siguiente por la mañana que les permitió ver al pequeño, solamente para despedirse. Todo el tiempo les negó hablar a solas con el niño. Después de este suceso Elisa interpuso una demanda de custodia para tener con ella al pequeño de su hija.

Fue hasta el mes de abril que le llegó el citatorio de la demanda que interpusieron contra él. “En ese momento bloqueó llamadas y mensajes”, recuerda Elisa. El pequeño no podía ver a su familia sin la constante vigilancia de Eduardo, quien solo les permitía hablar con él de vez en cuando, detalla.

El caso es complejo. Elisa vive en el Estado de México y tiene que invertir dinero cada vez que tiene que estar en Quintana Roo. Aunque la Comisión de Atención a Víctimas de Quintana Roo les brindó asesoría jurídica, solo se concretaron a solicitar que el caso fuera turnado a feminicidio. Nunca le notificaron a la familia que los gastos provenientes de un crimen —más tratándose de un feminicidio— deben ser cubierto por la Comisión. Lo dice claramente la ley. La CEAV de Quintana Roo se limitó a dejar de atender las llamadas.

En la necesidad de encontrar respuestas Elisa buscó entonces el acompañamiento de la Directora del área de violencia del Instituto Quintanarroense de la Mujer, Yarime Martínez, quien les hizo saber que por falta de presupuesto y porque los abogados estaban en un curso no les era posible apoyarla. Ante la ineficacia y el desamparo Institucional, la familia de Diana tuvo que contratar un abogado particular: “No queremos quitar el dedo del renglón y que quién le hizo eso a mi hija se quedé sin pagar por lo que le hizo”, afirma Elisa.

En el mes de marzo, después de múltiples solicitudes a la Fiscal Lorena Anchevida, quien está a cargo del caso, se les proporcionó la carpeta. No tenía nada más que los resultados de la necropsia. Entonces Elisa comprobó que el protocolo de feminicidio no fue aplicado a la necropsia de su hija. Había testimonios de vecinos, pero faltaban muchos más. "En ese momento la licenciada nos cuestionó si sabíamos que Diana había sido violada”, detalla Elisa.

La carpeta continuó igual. La respuesta constante era la misma: no había nada, nada de resultados. El sabaneo y rastreo del celular de Diana nunca se solicitó. No se tomó en cuenta que aquella noche se vio un auto blanco frente a la casa, que su ex pareja rondaba la casa en el tiempo que estuvo deshabitada. “Siempre se nos argumentó que lo que solicitábamos no se podía realizar”, me dice Elisa.

El 15 de junio se realizó un segundo peritaje, que duró alrededor de 30 minutos. Los peritos entraron sin ninguna protección. Se citó a su ex pareja pero no se tomó una declaración adecuada, sólo se le preguntaron por sus actividades de aquel día. A mediados del mes de julio les proporcionaron por primera vez los resultados del primer peritaje, lleno de incongruencias.

“Diana no es una cifra más, no es una más a la lista. Era una persona, una mujer, una madre, una hija, una hermana, una sobrina. Con un sueños, con un hijo al cual tenía que ver crecer, con una vida como todas a las que vilmente les han arrebatado la vida. Personas llenas de vida y proyectos que son truncados en un abrir y cerrar de ojos”, concluye Elisa.

Desde el día 2 de enero me comuniqué vía telefónica con Mariana. Ellas preocupadas no quisieron hablar en ese momento, por seguridad del pequeño. Su historia la pospusimos en dos ocasiones, pero hace unos días Elisa desesperada me pidió hacer pública la historia de vida de Diana, el viacrucis que han padecido desde hace ocho meses, y me enfatizó: “Hacemos esto por ellas, porque no se merecían lo que les hicieron, porque ya no están aquí para exigir justicia pero nosotras sí. Y seguiremos alzando la voz, aún con los pies cansados, hartas, llenas de desesperanza, porque solo merecemos, justicia y verdad. Para todas".

Eres madre, padre, hermana, hermano, de una mujer víctima de feminicidio, desaparición, o intento de feminicidio búscame, ayúdame a visualizarlas y contar su historia. Voces de la Ausencia.

@FridaGuerrera

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