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martes, 14 de mayo de 2019

El nuevo disco de PUTOCHINOMARICÓN es el moodboard del apocalipsis milénico

Incendios masivos en todo el mundo. La contaminación llegando a sus registros más altos en décadas. Plagas de insectos gigantes en Medio Oriente. El modelo democrático decepcionándonos otra vez. Game of Thrones a punto de llegar a su decepcionante final. Messi y Cristiano fuera de la final de la Champions. Y se te acabó la pila y lx dejaste en doble palomita azul. El apocalipsis nos respira en el oído.

Cuando PUTOCHINOMARICÓN lanzó su debut en la tradición de estudio el año pasado con Corazón de cerdo con ginseng al vapor, dejó muy claro que eso de medirle el pulso a la tragedia contemporánea escondida entre filtros y stalkeo le sale muy bien. De alguna forma, es la más estricta adaptación de lo que puede ser un influencer incursionando en la música popular –además de violinista, escritor, activista y arquitecto–, desde la crítica más severa de lo que su personaje puede representar. O sea que, es víctima pero sobre todo verdugo desde el retrato social. Actitud de tuitstar y discurso anarquista. Ordeñador de esa sustancia que corre por las venas de las redes sociales y rara vez es extraída.

Ha pasado un año desde entonces, y aunque muchos de esos temas han expirado casi al instante de su consumo, su personaje sigue aquí, siendo un producto necesario, dándole valor a la coyuntura fatalista del homo digitus, con lo cual ha llegado la decisión de entregar un segundo mini-LP de ocho tracks que más bien son loops para el uso efímero e indiscriminado, o como el propio Chenta explica, “para repetir hasta que te canses de ellos y los tires a la basura”. Sabiduría jedi.

Miseria humana es muy similar a su antecesor en cuanto a circunstancias pero quizás no en cuanto a cualidades. Tiene un enfoque muy claro en cuanto al retrato de lo que hace. Sí emociones, sí actitudes, pero todas enmarcadas dentro de un ánimo contextual de la miseria millennial. “Se me da mal ser mayor” es una apología al odio por la madurez, esa que dicta rutinas y modos de vida. “Deporte nacional” es una recriminación a la constante necesidad de llamar la atención opinando y criticando. “Hasta el fin del mundo” es una autocrítica a la indiferencia moderna ante el fin del mundo –”La ropa está, la ropa está amontonada, pero todo va a acabar así que no pasa nada”–. “Ojalá (Te Murieras)” la insensata intención existencialista de aceptar los malos sentimientos. Todos y cada uno son un mood que ilustra nuestro apocalipsis. Quizás banal, pero validado en platillos de digestión ligera por Chenta Tsai. A la vez, el álbum contiene esa cualidad intrínseca de la generación Y de variar en cuanto a estándares y circular en la indecisión, yendo del trap cyborg al pop chicle al happy punk de café internet. Todo en un material de menos de 15 minutos con influencias que beben cercanamente de Charli XCX o Grimes o en menor medida de Radiohead y MGMT. Todo enmarcado dentro de esa estética de falla en el software que PUTOCHINO también tiene bien ensayada.

El mundo se está acabando. Y llegaremos al final en medio de la miseria, pero siendo conscientes de ella gracias a un chino de prefijo puto y sufijo maricón. Escucha Miseria humana abajo.

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