Artículo publicado por VICE Argentina
Los flamencos son esas aves tan particulares, altas y esbeltas, de patas y cuello larguísimos y un plumaje rosado muy característico. Su pico es una historia aparte, formado por miles de años de evolución para filtrar microorganismos del barro y el agua, parece más un gancho que un instrumento para picotear. Son además, especies emblemáticas para la conservación de los humedales salinos de altura, ya que para alimentarse y reproducirse utilizan estos paisajes, dando cuenta de la salud de los mismos. Se mueven de laguna en laguna, de manera alternativa y complementaria durante su ciclo anual de reproducción y a lo largo de sus vidas.
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Existen seis especies de flamencos en el mundo y tres se encuentran en el sur de Sudamérica. El flamenco puna (Phoenicoparrus jamesi) y el flamenco andino ( P. andinus), que están mayormente restringidos al Altiplano compartido por Argentina, Bolivia, Chile y Perú, y el flamenco austral ( Phoenicopterus chilensis). El flamenco andino es la especie con la población más pequeña del mundo, rondando los 56 mil individuos en 2015. Se reproducen poco y sufren de un elevado grado de amenaza, por lo que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) los clasificó como especie “vulnerable”. Las poblaciones de flamenco puna no alcanzaban en 2015 a 160 mil individuos y están aún más concentrados en el Altiplano que los otros flamencos. Por último, el flamenco austral ostenta una mayor población y habitan desde los lagos salinos de la Puna Seca Central hasta los humedales costeros de Patagonia.
El Altiplano, una región única en el mundo.
El Altiplano de Sudamérica se desarrolla desde los Andes del sur de Perú, a lo largo de Bolivia y norte de Chile, hasta el noroeste de Argentina. Comprende dos eco-regiones: Puna entre los 3000 y los 4300 msnm y Altoandina por encima de los 4300 msnm. El clima es duro; frío y seco, con temperaturas por debajo de los cero grados casi todo el año y poquísima lluvia. La amplitud térmica diaria supera los 30° C. Es un ecosistema de una gran belleza paisajística, con volcanes que estuvieron activos hace millones de años y formaron campos de lava, llamados escoriales, cadenas montañosas y suelos arenosos y pedregosos. El clima inclemente determina la presencia de vegetación capaz de vivir en este medio. Las vicuñas, guanacos, chinchillas, zorros colorados y pumas son otros animales representativos de esta región.
Los ambientes acuáticos donde viven los flamencos han sido poco estudiados por los biólogos, principalmente por el difícil acceso debido a las grandes distancias, la altura y el clima extremo y para complicar aún más el panorama, según los investigadores del Grupo de Conservación Flamencos Altoandinos (GCFA) “Los humedales salinos del Altiplano que constituyen el hábitat de los flamencos, así como la flora y fauna asociada, están amenazados por el desarrollo industrial —expansión de la minería metálica y no metálica, ampliación de la producción de energía geotérmica y de instalación de gasoductos y electroductos— avance de la frontera agrícola y el sobrepastoreo y el turismo no regulado. En tanto que en Tierras Bajas, la industrialización agrícola, particularmente el monocultivo de soja y la consecuente impermeabilización de suelos, provoca la expansión y dilución de humedales salinos o el drenaje y desecación de los mismos para desarrollo urbano y de redes viales.”
Científicos por los flamencos en el clima más extremo
En 1996 un grupo de investigadores científicos y de especialistas en áreas protegidas, preocupados por la conservación de los flamencos altoandinos y sus hábitats, conformó el Grupo de Conservación Flamencos Altoandinos que reúne a conservacionistas de la sociedad civil, la academia y el sector gubernamental de Argentina, Bolivia, Chile y Perú. Desde que comenzaron con sus investigaciones, el grupo coordina un programa regional de investigación y conservación que, en base al monitoreo de las poblaciones de flamencos, el estudio de la distribución y su uso del hábitat, promueve el fortaleciendo de actividades de conservación y manejo de sitios clave donde habitan. La protección de colonias de nidificación que impulsan logró generar conocimiento suficiente para saber más sobre las amenazas que sufren estas aves y planificar acciones para mitigarlas. Paralelamente, trabajaron en capacitar a la comunidad sobre estas problemáticas.
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Para conocer cuántos flamencos hay en un lugar se realizan conteos o “censos” simultáneos en distintas lagunas. No es una tarea fácil, ya que estos sitios son de difícil acceso y el clima muy inhóspito. Sin embargo, gracias a esta labor se generó nueva información y se formularon nuevos interrogantes que dieron lugar a estudios orientados a conocer con más detalle el ciclo de vida y los desplazamientos de estas especies.
“También se desarrollaron las primeras gestiones de conservación a escala local y transfronteriza, estas últimas apoyadas por la Convención de los Humedales Ramsar y por la Convención de Especies Migratorias (CMS)” informa Patricia Marconi, miembro del GCFA, además “el análisis de los datos obtenidos permitió al equipo identificar humedales prioritarios para la conservación de los flamencos altoandinos y focalizar de esta manera las acciones de protección, mediante la formulación de un proyecto de Red de Humedales de Importancia para la Conservación de Flamencos Altoandinos”.
El proyecto de Red fue oficialmente presentado en 2007 y fue incorporado como proyecto subregional de la Estrategia Regional de Conservación de Humedales Altoandinos impulsada por la Convención Ramsar y suscripta por ocho países de América, incluyendo Argentina, Bolivia, Chile y Perú.
El oro blanco que puede acabar con los humedales del altiplano
Argentina, Chile y Bolivia concentran más del 75 por ciento de las reservas de litio mundial. La tonelada pasó de costar de 4.000 a 14.000 dólares en cuatro años, especulando con que en un futuro cercano, la demanda será mayor que la oferta. La mayor concentración de litio en salmuera se encuentra en el Altiplano de Sudamérica y coincide con los sitios prioritarios de la Red de Humedales de Importancia para la Conservación de Flamencos Altoandinos.
El Altiplano de Catamarca, por ejemplo, es una gran planicie de altura de más de 30.000 km2, donde se destacan más de 40 humedales que constituyen un oasis para la diversidad biológica y las actividades humanas. Allí, la mina Fénix es el único proyecto en estado de producción. El año pasado, alcanzó las 21.500 toneladas anuales pero según comentan en la Secretaría de Minería provincial, el objetivo es ampliar la capacidad a 40 mil. Los demás proyectos catamarqueños, Tres Quebradas y Sal de Vida, se encuentran en estudio de factibilidad y cuando comiencen a producir en 2025, Catamarca habrá alcanzado una capacidad superior a las 100 mil toneladas.
Para extraer el litio de la salmuera, debajo de los salares, se utiliza la técnica de la evaporación de agua, pero en este ambiente desértico de altura, el balance hídrico, aún sin intervención humana, es negativo. La extracción de grandes volúmenes de agua dulce y salobre provoca serios desbalances hídricos y disturbios hidrogeológicos dentro de la cuenca que es intervenida y en cuencas adyacentes, con consecuencias sobre la biodiversidad y los modos de vida de las comunidades locales, mayormente integradas por pueblos originarios .
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Para empezar, los proyectos de explotación minera requieren de la obtención de la licencia ambiental y social. El proceso de obtención de estas licencias depende de la aprobación de evaluaciones de impacto ambiental (EIA) pero en “el triángulo del litio”, estas no se ajustan a los criterios y estándares internacionales. Según denuncian los investigadores, los aspectos hidrológicos son subestimados, el agua no se valora como servicio ambiental, carecen de enfoque ecosistémico y de manejo integrado de cuencas, y se ignora la condición de las áreas protegidas (Reserva de Biósfera,Sitio Ramsar, Reserva Nacional o Subnacional). Para peor, los EIA son aprobados por la autoridad minera, sin intervención de otras áreas administrativas como ambiente, turismo, agricultura o recursos hidrícos. “La participación pública se restringe a presentaciones informativas y se ignoran los compromisos emanados de las convenciones internacionales, así como las herramientas de planificación y gestión participativa de las áreas protegidas” denuncian.
En cuanto a los flamencos, actualmente su población muestra tendencia al crecimiento poblacional de las subespecies andina y puna, sin embargo, se registraron algunos fenómenos alarmantes como el evento de mortandad masiva por desnutrición registrado en 2015 en Laguna Grande, Catamarca.
Quienes trabajan por la protección de los flamencos y sus hábitats luchan por logran la implementación de una estrategia de conservación regional a largo plazo, que a través de la conservación de los flamencos asegure la integridad de los humedales altoandinos y su contribución a los sistemas humanos locales y globales. Esta tarea requiere de un enfoque regional y transfronterizo y de un esfuerzo compartido por los países del área de distribución de los flamencos, así como también por todos aquellos sectores —minería, turismo, producción animal— que intervienen en el Altiplano.
En ese camino, los investigadores han desarrollado, en algunos sitios prioritarios, programas de conservación participativa que incorporan a las comunidades locales en la planificación y protección efectiva de los humedales altoandinos, y en conjunto con el sector privado y gubernamental, se establecieron directrices y protocolos de buenas prácticas en turismo y en minería. Sin embargo, queda mucho por hacer si queremos que esas maravillosas aves y los ecosistemas que les dan cobijo sobrevivan. Según el grupo de conservación de flamencos altoandinos “el desarrollo de investigación para determinar la dinámica hidrogeológica de todas las cuencas cerradas del Altiplano es imprescindible, luego establecer una zonificación basada en información científica, a fin de proteger los humedales más valiosos y vulnerables y garantizar la participación de las comunidades, fortaleciendo la regulación internacional, nacional y local en todas las etapas del proceso de las baterías de litio, de la cuna a la tumba.”
Desde su perspectiva, el crecimiento de la minería de litio en el Altiplano de Catamarca no puede ocurrir por fuera de los ecosistemas naturales y de las comunidades locales, que es justamente lo que han comprobado que está ocurriendo con graves consecuencias: afectando la diversidad biológica, los procesos naturales y el modo de vida de las comunidades locales.
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