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jueves, 9 de mayo de 2019

Sinceramente: Furor por el libro de Cristina Fernández

Artículo publicado por VICE Argentina

El 9 de diciembre de 2015 me desmayé en Plaza de Mayo. Me había metido entre cuerpos cada vez más apretados para no tener que depender de una pantalla. No llegaba a verla, pero en algún lado más allá de la marea humana estaba Cristina Fernández de Kirchner dando su último discurso como presidenta de la Argentina. Nunca la había visto durante sus mandatos y esa era mi última chance. Avancé cuanto pude hasta que en el horizonte la vi con su vestido blanco en un escenario minúsculo justo delante de la Casa Rosada. En ese momento, pedía que, más allá de todo, siempre respetáramos la voluntad popular. “No voy a hablar mucho porque a las 12 me convierto en calabaza”, dijo segundos antes de que, entre risas, me bajara la presión. A duras penas pude terminar la hora completa que duró ese discurso que todavía recuerdo.

Desde ese último acto como presidenta, fueron pocas las entrevistas y aún menos los discursos y apariciones públicas de Cristina. Tal vez sea por eso que, cuando sacó un libro sorpresa el 23 de abril, no tardó en convertirse en uno de los fenómenos editoriales más importantes del país. Sinceramente no sólo vendió más de 200 mil ejemplares en cuestión de días, con casi 100 mil más por venir, sino que además inspiró en la gente las formas más alocadas para compartirlo: fotocopias de mano en mano, PDFs, archivos pesadísimos con una foto por cada una de las 600 páginas y hasta gente leyendo capítulos enteros en YouTube.


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“Este libro no es autobiográfico ni tampoco una enumeración de logros personales o políticos, es una mirada y una reflexión retrospectiva para desentrañar algunos hechos y capítulos de la historia reciente y cómo han impactado en la vida de los argentinos y en la mía también”, explica Cristina en el primero de los 10 capítulos del libro. Más allá de que cada uno tenga un eje temático distinto (sus primeros años con Néstor, sus mandatos, Nisman, Bergoglio, Clarín, entre otros), los personajes, las anécdotas e hitos históricos se entremezclan en un relato cohesivo que además de leerse y entenderse con facilidad, da la sensación de estar escuchando uno de sus kilométricos discursos.

Sinceramente arranca con una explicación detallada de la situación en la que se encuentra su hija, Florencia Kirchner, “quien producto de la persecución mediática y judicial feroz a la que fue sometida, empezó hace ya un tiempo a tener severos problemas de salud”. Según denuncia a lo largo del libro, la causa principal, no sólo del estado de salud de su hija sino también de gran parte de los problemas durante los 12 años y medio de gobiernos kirchneristas, es el monopolio de Clarín y los medios hegemónicos. “Tengo claro que quienes gobernamos pensando en las necesidades y en las postergaciones que sufren los más humildes y en los intereses nacionales debemos sufrir el calvario de ver mancillado nuestro nombre y el de nuestros hijos. Tengo claro también que es el precio que debo afrontar por ser Cristina”, aclara la ex presidenta.

“Estábamos —y estamos— frente a una campaña de ataque y demonización a escala regional contra las figuras que habíamos liderado los procesos nacionales, populares y democráticos en América del Sur durante la última década y que, con nuestras políticas, habíamos cambiado favorablemente la condiciones de vida de millones de hombres y mujeres”, sostiene. En el año 2010, durante su primer mandato como presidenta, su esposo y, según sus palabras, “mejor amigo” Néstor Kirchner se lo advirtió: “Te van a perseguir a vos y a tus hijos”. Él no se incluía en esa premonición, como si de alguna manera supiera que fallecería meses más tarde a causa de un infarto agudo de miocardio.

Para Cristina, la muerte de Néstor marcó un antes y un después en su vida, que según ella no había empezado hasta que lo conoció. Ambos eran estudiantes de Derecho en la Universidad de La Plata. Con sus padres y madres en contra, se casaron el 9 de mayo del 75, a menos de un mes del Rodrigazo. Ambos estuvieron presos 17 días en enero del 76 (la anécdota de ella asesorando legalmente a las otras presas de la comisaría es una de las joyas más fantásticas del libro). Fundaron un estudio de abogados que, según informó el diario La Nación cuando todavía no eran rivales, era tan exitoso que habían llegado a tener 23 propiedades a su nombre antes de su llegada a la política en el 83. Sus primeros años en la gobernación de Santa Cruz se mezclan con los primeros años de Máximo, su otro hijo, donde abundan recuerdos del jardín de infantes, anécdotas de cálidos asados familiares (“Néstor nunca supo hacerlos”), y una detallada lista de sus vacaciones. La última vez que fueron a Pinamar fue en el 97, el verano del asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas; en el 2001 fueron por última vez a Nueva York como turistas, justo antes del atentado a las Torres Gemelas. “Cada uno de mis recuerdos personales, de un modo u otro, siempre termina entrelazándose con la historia. Qué cosa, ¿no?”, remata ella.


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Hay también un capítulo entero dedicado a Jorge Bergoglio (acá el papa Francisco), que se destaca por las anécdotas más divertidas del libro. Por un lado, mientras narra la primera reunión que tuvo con el papa recién salido del horno, Cristina recuerda: “El protocolo decía que yo debía estar con la cabeza cubierta y atuendo de color negro. Aunque me autorizaba a quitarme el sombrero al momento del almuerzo, decidí no hacerlo. Si me lo sacaba era imposible volver a colocarlo, tenía horquillas por todos lados. Antes de pasar al pequeño comedor, le dije a Francisco: ‘No pienso sacarme el sombrero, no lo puedo poner de nuevo y ni loca salgo despeinada en las fotos’. Se rio mucho”. Pero como si fuera necesario seguir dando pruebas de su definitivo sentido del humor, cuenta cómo Néstor y Bergoglio nunca llegaron a tener una reunión: “No se trataba de un capricho… era algo más simbólico: una cuestión de poder y además una cuestión de ejercicio del mismo entre hombres. Si hubiéramos sido dos mujeres, nos hubiésemos encontrado en el medio de la Plaza de Mayo, al lado de la pirámide, o nos hubiéramos ido a tomar un café”.

No es novedad la reciente incursión de Cristina en las orillas del “feminismo” como término (aunque no como práctica). “Yo antes era una persona que decía ‘no soy feminista, soy femenina’. ¡Qué estupidez!”, se reclama. Separo el término de la práctica principalmente porque, así como hay quienes sostienen que Evita, la mujer que se cargó el voto femenino al hombro, no era feminista, también Cristina llevó adelante medidas para ayudar al “sector más postergado de la sociedad, las mujeres pobres” sin ser una feminista declarada. Pero, más allá de cualquier discusión terminológica, en Sinceramente arremete contra varias estructuras patriarcales arcaicas.

Una de ellos, como no podía ser menos, fue la Confederación General del Trabajo (CGT). Sobre sus conflictos con la misma, dice: “Cuando recuerdo los cinco paros generales que hicieron durante mi último mandato, no puedo dejar de pensar que también hubo un fuerte componente de género. Digámoslo con todas las letras: la CGT es una confederación en la que no hay mujeres que conduzcan. Si no se produce un impulso feminista, también, dentro del movimiento obrero, este estará condenado a quedar entumecido”. No duda en afirmar la necesidad de una mayor representación de las mujeres y las minorías en todos los sectores de la política. “En la CTA son hombres y en la CGT son hombres; hay hombres por todos lados”, se queja.

Aunque este no es el único cambio que, según ella, necesita con urgencia la Argentina. A lo largo de todo el libro, denuncia la crisis social, económica y política que se está sufriendo en el país desde la llegada de Cambiemos y Mauricio Macri al poder. Pero también aclara que un gobierno así nunca hubiera sido posible sin la ayuda de dos factores fundamentales: los medios hegemónicos y lo que ella llama el “Partido Judicial”. Expone cómo ambas partes emprendieron una batalla en contra del kirchnerismo, en especial desde el conflicto con las patronales agropecuarias del 2008 y la Ley de Medios en 2009. No duda en afirmar la necesidad de una Ley Antimonopólica “como tienen todos los países del mundo”, y de una “amplia y profunda reforma en el Poder Judicial”. Ya veremos qué pasa en Octubre. Mientras tanto, Cristina se mofa: “Ahora que lo pienso me doy cuenta que Clarín tiene la edad del peronismo. Qué cosa, ¿no? Por ahí Macri tiene razón de que el problema que tenemos los argentinos data de hace 70 años…”.


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En la Argentina faltan buenas noticias. Hace no tanto tiempo, se anunciaban satélites nacionales mandados al espacio gracias a la financiación a la ciencia. Hoy, los y las científicas del CONICET dependen de ganar concursos en televisión para financiar sus investigaciones. También se anunciaba la re-estatización de empresas perdidas por gobiernos anteriores como YPF o Aerolíneas Argentinas, o el mayor desendeudamiento de la historia del país, mientras que ahora se le abre las puertas al Fondo Monetario Internacional con la toma de una deuda incluso mayor a la contraída durante la última dictadura. De todos, a pesar de la crisis, el gobierno de Cambiemos cuenta con lo que Cristina llama “blindaje mediático” ya que responden a los mismos intereses. “Siempre que pienso por qué me demonizaron y me demonizan las corporaciones mediáticas, llego a la conclusión de que fue y es por las políticas que llevé adelante en mis gobiernos; por mi relación con los sindicatos y sus trabajadores, con los jóvenes, con los científicos, los universitarios y las minorías LGBT”.

En relación a la comunidad LGTB, la ex presidenta se explaya sobre la jornada del 2 de julio de 2012, que recuerda como uno de las más emocionantes de su segundo mandato, en la que firmó dos decretos fundamentales para la comunidad: por un lado, el reconocimiento a los hijos e hijas de parejas homosexuales y, por el otro, la reglamentación de la Ley de Identidad de Género. “Se trató de un día de inmensa reparación y de igualdad, porque a partir de ese momento una enorme cantidad de hombres y mujeres tuvieron los mismos derechos que millones de argentinos y argentinas habían tenido desde el día que nacieron”, dice. También recuerda con especial emoción el día en que aprobaron la ley de Matrimonio Igualitario por la que tanto habían trabajado: “Esa ley tuvo, para mí, una marca profunda: fue la última que votó Néstor antes de partir”.

Este 9 de mayo, Cristina va a presentar Sinceramente en la Feria del Libro. “Sé que lidero las esperanzas de millones de hombres y mujeres que padecen la cotidiana frustración de vivir y ver su país a la deriva. No es fácil ser la expectativa de quienes tienen sueños en crisis”, dice al comienzo del libro. ¿Sabremos finalmente algo sobre las elecciones presidenciales de octubre? Las casi mil entradas para la presentación cerrada al público en la Sala Jorge Luis Borges ya fueron entregadas. Habrá, de todos modos, pantallas y parlantes fuera de La Rural para ver el discurso. Espero esta vez no desmayarme.

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