“Me agarraron los policías y me acaban de golpear”, me dijo un amigo cuando me llamó por teléfono. Momentos antes lo habían descubierto teniendo relaciones sexuales con una chica en su coche. Lo bajaron, lo mojaron con una manguera, lo golpearon y le quitaron tres mil pesos para dejarlo ir.
He escuchado otras historias de mis amigos que tienen como denominador común a la policía comportándose de manera violenta. De acuerdo con el documento “Las personas y la Corrupción: América Latina y el Caribe”, la policía es el sector percibido como el más corrupto por la población mexicana, empatados con los representantes electos.
Después de recibir la llamada de mi amigo asustado por el encuentro violento que tuvo con la policía municipal, me interesé por reunir testimonios similares sobre abuso de autoridad, agresiones físicas y verbales, acusaciones injustificadas y mordidas.
Sentadillas y abdominales marihuanos
Hace unos años, mis amigos y yo viajábamos en la carretera de Guadalajara hacia Barra de Navidad. Íbamos en dos coches, uno detrás del otro, cuatro personas en cada uno.
Un retén en la carretera nos detuvo. Comenzaron a hacernos preguntas sobre a dónde íbamos, de dónde veníamos y cosas de ese tipo. Nos pidieron que bajáramos para una revisión del interior de los autos.
Traíamos mota, de esas bolsas que venden a 200 pesos que traen mucha, escondidas en mochilas. Cuando las encontraron se hicieron señas entre ellos.
Todos eran mexicanos excepto mi novio y yo, que somos argentinos. A nosotros nos dijeron “quédense en el auto y duérmanse”. No nos explicaron nada y se llevaron a nuestros amigos al interior de una carpa instalada a un lado de la carretera.
Pasaron dos horas y todavía no salía nadie, estábamos preocupados y confundidos porque no sabíamos cómo funcionan estos casos en México. No estábamos seguros de si era un protocolo normal para la situación.
De repente todos llegaron y se metieron al auto agitados. Se veían nerviosos y exhaustos. Nos pidieron que manejáramos nosotros, que ellos no estaban en condiciones de hacerlo.
Nos contaron que dentro de la carpa los obligaron a armar todos los porros que pudieran y se los fumaran, después los forzaron a hacer ejercicios físicos como lagartijas, sentadillas y abdominales durante las dos horas que estuvieron adentro.
Mi novio y yo manejamos hasta la playa, ellos estaban muertos. En el retén se quedó la mota, no nos quitaron ni un peso. Estoy convencida que sólo lo hicieron para chingar.
“Con 500 pesos de cada uno se resuelve esto”
“¿Cómo quieres resolverlo?”, me preguntaron dos policías cuando encontraron un grinder en mi mochila en la carretera de camino a Tulum.
Era un viaje familiar con mis primos. Íbamos a disfrutar la playa y no pensaba consumir, justamente porque me habían dicho lo cañón que estaban los retenes. El grinder estaba en esa mochila porque siempre lo guardo ahí y olvidé sacarlo. No traía ni un gramo de droga.
Nos pararon a la mitad del camino. Nos pidieron que nos bajaramos y nos preguntaron si traíamos droga. No creyeron en nuestra respuesta y mientras inspeccionaban nuestras cosas, pusieron a mi primo y a mi hermano (ambos menores de edad) violentamente contra la patrulla.
Cuando checaron mi mochila y encontraron mi grinder, su actitud agresiva se volvió peor. Les negué traer marihuana pero aún así quisieron proceder.
Yo sabía que no me podían detener por eso, no traía nada ilegal y les trataba de explicar. Lo ignoraron y dijeron que estaba cometiendo un delito.
Después de una hora, nos dijeron que se resolvería con 500 pesos de cada uno, que serían dos mil en total.
No quería darles nada, pues eso me hacía igual de corrupta que ellos y no había cometido ninguna falta, pero al mismo tiempo no quería poner riesgo a mi familia y mi viaje.
Me obligaron a darles el dinero dentro del coche. Me dejaron ir sin preguntarme ni siquiera cómo me llamaba.
Se llevaron hasta nuestros cigarros
Dos amigos y yo fuimos a un lugar con muchos árboles cerca de la carretera al que recurríamos para fumar.
Nos fumamos un porro, nos subimos a la camioneta, y ya cuando estábamos listos para irnos, nos paró una patrulla como con seis polícias.
Se bajaron de la camioneta, nos dijeron que olía a marihuana y nos obligaron a bajarnos del coche enseñándonos sus pistolas.
Nos empezaron a checar, nos exigieron sacar todo de nuestras bolsas: celulares, carteras, llaves y dinero. Yo saqué una bolsa con poquita marihuana.
“No nos van a hacer pendejos”, dijeron y esposaron a mi amigo mientras nos empujaban.
Nos explicaron que teníamos que pagar una multa de 30 mil pesos por mi amigo, que era el único mayor de edad.
“¿Cuánto traen ahorita para arreglarlo en corto?”, nos preguntaron. Empezamos a sacar dinero, no traíamos mucho, en total teníamos dos mil pesos. Se enojaron mucho diciendo que no era suficiente y nos quitaron los celulares, relojes, unas bocinas y unos lentes.
Escondí mi Apple Watch. Pero un policía lo vio y se bajó del coche a empujarme violentamente para que se lo diera.
Se llevaron hasta nuestro cigarros.
Cuando se fueron nos dijeron: “Se van con cuidado”.
Me agredieron con el taser como seis veces
Mis amigos y yo estábamos en un parque jugando futbol mientras esperaba a mi dealer.
Cuando llegó, nos dejó la droga en bolsitas y una señora vio cuando me la dio. Le habló a la policía y llegaron como 15 con pistolas en tres camionetas.
Salí corriendo por el miedo, pero cuando me alcanzaron, decidí aceptar las consecuencias y darles la droga. Estaba esperando a que me esposaran y no presenté resistencia, tratando de hablarles lo más calmado posible.
Cuando tenían la droga en la mano pensé que todo se había acabado, pero me agredieron con el taser como seis veces y me pegaron en las costillas.
“¿Cómo lo vamos a arreglar cabrón?”, me repetían. Querían convencerme de darles 17 mil pesos para dejarme ir sin ningún problema.
Les dije que no les iba a pagar nada, que prefería aceptar las consecuencias aún después de haber sido agredido.
Se enojaron y me seguían golpeando reclamando el dinero, diciendo que era mejor que se los pagara para no ir al Ministerio Público (MP). Me seguí resistiendo y al final me llevaron.
Cumplí tres días en el MP, cinco días en el reclusorio y me procesaron con seis meses de asistencia al Centro de Integración Juvenil.
Me pidieron una lana para dejarme ir
Iba saliendo de mi casa con un amigo y noté una patrulla siguiendo mi coche, no tenía luces prendidas ni nada, así que la ignoré y seguí manejando.
Entré a un estacionamiento del súper y la patrulla entró detrás de mí. Se estacionó detrás de mi coche para que no pudiera salir, se bajó un oficial y se acercó a mi ventana.
Bajé el vidrio y lo saludé con toda la calma del mundo: “¿Qué onda, oficial?”
Me dijo que había recibido un reporte de que alguien estaba fumando marihuana en un coche como el mío y que me tenían que llevar. No traía nada, así que seguí hablando súper tranquilo, explicándoles que no tenía droga.
Sabía que no podían llevarme sin evidencias. Me dijo que no importaba y que tenían un reporte. Cuando les pedí que me lo enseñaron se negaron, porque claramente no existía uno.
En ese momento me acordé de que tenía un tolete y era considerado como arma blanca, de ahí se podían agarrar si me revisaban el coche, así que les seguí insistiendo que no tenían pruebas para arrestarme y que no traía droga.
Llamó a otras dos patrullas y ya eran seis policías. Uno de ellos metió la mato por mi ventana y abrió la puerta, me trataron de bajar y yo puse resistencia.
Empezamos a empujarnos y me insultaron. Me bajaron y me pusieron contra el coche, me catearon y vieron que no traía nada.
Cuando checaron el coche encontraron el tolete y me dijeron que me iban a detener. Dije: “ni pedo” y accedí.
Me subí a la patrulla y en el camino me pidieron una lana para dejarme ir. Se las tuve que dar y me fui.
Anó nimo, 28 a ñ os. Tamaulipas
Me encontraba dando una vuelta por un edificio abandonado cerca de la playa de Tampico, en Tamaulipas. Es un lugar que lleva 20 años abandonado y que es visitado por curiosos que van a dar una vuelta, a graffiterar, jugar gotcha o tomar unas cervezas. Ese día el lugar estaba solo.
Acompañado de otra persona, llegamos hasta el techo del edificio, desde donde se puede ver la playa y la ciudad. Entonces alcancé a ver una patrulla, de la cual descendieron tres elementos que se acercaron a revisar mi auto, estacionado en la entrada del edificio, tres pisos más abajo. Grité al policía para avisarle que el coche era mío y que estábamos dando una vuelta por el lugar. Al poco tiempo llegó un policía al techo.
Al principio estaba tranquilo, pero inmediatamente después de llegar el policía pidió que le mostráramos nuestras mochilas y lo que llevábamos dentro. Traíamos un poco de marihuana, que habíamos estado fumando en la playa unos minutos antes. Nos negamos a mostrárselas pero el policía insistió, sin fundamento alguno, y pidió refuerzos. Entonces llegaron otros dos policías y después de revisar las mochilas y encontrar marihuana me esposaron y subieron a la patrulla. Una de las policías manejó mi auto y permitió que mi acompañante fuera con ella.
Al llegar a la comandancia nos sentaron mientras revisaban nuestras cosas.
Al final me llamó una juez que me pidió pagar la multa de ambos, 800 pesos por persona, por el delito de traer marihuana. Aunque no había fundamentos para que nos revisaran, y el hecho de traer marihuana (menos de 5 gramos) no es un delito por el cual debes ser multado, el hecho de estar en uno de los estados más violentos del país, detenido por la policía, me hizo ni si quiera considerar el hecho de apegarme a la ley o llamar un abogado.
Pagué la supuesta multa, recogí mi auto y me fui a mi casa sin mi pipa, que supuestamente se quedaron como evidencia.
Paola Aranda https://ift.tt/eA8V8J
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