“Si me dejas o tienes otra relación, voy a difundir tus fotos desnuda”. Esas fueron las palabras que César le dijo a Liliana cuando ella decidió terminar su relación de nueve años. Sin dejarse intimidar prefirió ignorar la amenaza, pero semanas después publicaron a través de redes sociales dos fotografías poco explícitas que no tuvieron importancia en un inicio. Parecía que el problema sólo llegaría hasta ahí.
En los últimos cuatro años, fotos y videos íntimos de Liliana F., de 26 años, han sido difundidos en páginas de “packs” y sitios web de pornografía. Se han creado decenas de perfiles en internet fingiendo ser ella para acordar citas sexuales con hombres, incluidos familiares y amigos, difundiendo sus datos personales. A su número telefónico han llegado hasta 150 mensajes con imágenes de penes eyaculando sobre sus fotos.
Ella acusa como responsable a César A., su expareja.
Liliana es originaria del municipio Los Reyes La Paz, Estado de México. Tiene la piel morena y el pelo negro, que lleva atado en una trenza de lado. En su brazo derecho hay un tatuaje en forma de tres huellas de perro, es estilista canina y auxiliar veterinaria, y tiene un negocio donde también han llegado hombres a hostigarla por sus fotos exhibidas en internet, evidentemente sin su consentimiento.
“Perturbador. Lo podría definir como algo perturbador. Yo sé qué fotos me tomó cuando estábamos juntos. Este acoso cada vez es más grande. Me veo en una situación que limita mi vida porque me siento señalada, exhibida. Siento impotencia y repudio”, explica.
La historia de Liliana pertenece a las más de nueve millones de mexicanas que han vivido violencia digital, como informa el Módulo sobre Ciberacoso (MOCIBA) 2015 del INEGI. En éste se define el acoso cibernético como “intromisión de naturaleza repetitiva en la vida íntima de una persona, utilizando para ello medios electrónicos, fundamentalmente Internet y teléfonos celulares. Se presenta de forma encubierta porque las víctimas son atacadas… sin otro objetivo que infligir maltratos y denigraciones”.
Sin embargo, a pesar de la frecuencia de estos casos, en México el ciberacoso que viven mujeres como Liliana no puede solucionarse con una denuncia en el Ministerio Público (MP) y tampoco está tipificado como delito en el Código Penal Federal.
“Los hombres que llegan a mi negocio y las fotos que ya no subimos”
La primera vez que Liliana supo sobre sus fotos desnuda fue cuando dos de sus amigas se encontraron en el metro. “¿Qué onda con ella? Está enviando unas fotos muy provocativas por Facebook”, le preguntó una a la otra. En ese momento ninguna sabía que se trataba de un perfil falso, como todos los demás que robaban la identidad de Liliana para enviar sus fotografías a amigos y conocidos.
“Me di cuenta de que todos lo sabían cuando a mi negocio llegó un hombre y me saludó en espera de que yo le dijera algo. Como no hubo respuesta, se fue. Tiempo después regresó para decirme que le mandaron fotos de un perfil haciéndose pasar por mí, donde supuestamente decía la dirección donde lo esperaba, el horario de mi trabajo, mi localidad y mi descripción física”, cuenta ella.
Las fotos que César A. ha subido a los perfiles también son “normales”, es decir, las del día a día que se comparten en redes sociales, como aquella donde Liliana y Axel, su actual novio, posan con un arcoíris de fondo y que tiempo después apareció en páginas sexuales con una descripción donde la pareja supuestamente solicitaba un trío.
“Siempre la he apoyado, pero dejamos de subir fotos”, responde brevemente Axel, sentado al lado de su novia. Liliana reconoce que siente vergüenza de acompañarlo a fiestas familiares porque a sus parientes también les han enviado contenido de ella.
“Es una ansiedad diaria”, cuenta Liliana. “Todos los días recibía fotos mías de otras personas a las que les habían llegado. Ya no vivo igual. Tengo un desequilibrio emocional donde a veces estoy bien y a veces estoy mal. Me desmoralicé mucho porque pensé que no hay ayuda. Pensé en tener que aprender a vivir con esto. Qué estúpida, ¿no? Por querer normalizarlo”.
Las mujeres, de entre 18 y 30 años, son las más vulnerables en los espacios digitales. El 40 por ciento de las agresiones ocurren por personas conocidas, según señala el informe “La violencia en línea contra las mujeres en México”, coordinado por la colectiva Luchadoras.
Además, se describen 13 tipos de ataques que pueden vivir las mujeres en el internet, algunos son: acoso, amenazas, difusión de información personal o íntima sin consentimiento, extorsión, robo de identidad y desprestigio.
“Tú tuviste la culpa”, dice la autoridad
“Híjole, esto es una pena, de verdad me siento muy mal pero ya sabes que esto es tardado”, respondió la licenciada del Ministerio Público de Chimalhuacán cuando Liliana tuvo que mostrarle cómo su imagen circulaba en redes para que los servidores decidieran sacar el citatorio que debía recibir César A. por daños a la moral.
Pero el primero nunca le llegó, y cuando por fin pudo tramitarse el segundo citatorio, el acosar ya se había cambiado de domicilio. Nada procedió. Así que Liliana tuvo que solicitar apoyo de una prima para llevar su denuncia ante la entonces Procuraduría General de la República (PGR).
“Fue una desmoralización enorme. Al licenciado que me atendió tuve que enseñarle todas mis fotos, que se dio el lujo de revisar para sólo decirme que no se podía hacer nada porque no entraba en el Código Penal Federal. Sólo me exhibí más”, dice Liliana.
El pasado 14 de febrero, Liliana mandó un mensaje a la página de Facebook de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), campus Chimalhuacán: “Como institución autónoma y crítica les pido su apoyo por favor. Es un hombre peligroso, como alumno de la UAEM otras chicas puedes ser vulnerables a este tipo de violencia. Les pido por favor que me ayuden. En verdad estoy desesperada”.
Así fue como Liliana buscó la manera de localizar a César A., estudiante de la carrera de medicina. La UAEM accedió a concertar una cita para platicar sobre el caso de ciberacoso, sin embargo, la directora del plantel decidió ignorar las pruebas y argumentó que la universidad no respondía por las acciones de los alumnos y que la autonomía no les permitía brindar información o apoyo.
“¿De qué manera estamos defendidas? No hay nadie que nos ampare con respecto a esto. Nosotras tenemos vergüenza de hablar porque no queremos ser exhibidas sexualmente y vivir los prejuicios de 'qué van a decir de mí'. Son las instituciones públicas que no se toman el tiempo de escucharnos y lo peor, nada más nos humillan, te dicen ‘pues aquí se ve que tú tuviste la culpa, aquí se ve que tú te dejaste’”, explica Liliana con tono fatigado.
“No hay ley que nos proteja, pero levantemos la voz”
El 16 de febrero, dos días después de publicar sobre su caso a través de redes sociales, Liliana recibió un mensaje de César A. en el que decía: “te invito a que no incites a mis compañeros a violentarme o desprestigiarme con la publicación que estás haciendo”.
“Te invito a que tú te presentes en el Ministerio Público y lo arreglemos, que se determine quién es el culpable”, respondió ella.
No se dijo más. Él la bloqueó de redes sociales y se eliminaron algunos perfiles falsos.
En el MP de los Reyes La Paz, ella ha intentado continuar el caso, pero su carpeta de investigación está en Toluca por falta de seguimiento. Volver a tenerla significa redactar un oficio que tardaría de dos a tres meses y levantar una nueva denuncia, la última vez que lo intentó, podría llevarle hasta más de 24 horas. Mientras, en Facebook continúan llegándole reportes que informan robo de identidad y sus fotos y videos permanecen en grupos donde hombres comparten este tipo de contenido sin consentimiento de las mujeres. Pero en México, aún no es delito.
A pesar del panorama, en algunas entidades del país se han comenzado a visibilizar legislaciones estatales que castiguen este tipo de ciberacoso. En diciembre del año pasado, en Puebla, con 37 votos a favor, se aprobó una reforma al Código Penal para tipificar los delitos de ciberacoso y la violación a la privacidad sexual. Y en Yucatán, a mediados de 2018, se estableció la ley contra la “pornovenganza”, una iniciativa promovida por Ana Baquedano, víctima de dicho delito.
“Sé que no hay una ley que nos proteja a mí y todas esas mujeres. Que no hay ningún apoyo y que las instituciones autónomas también son culpables de algún modo en la violencia a la mujer. La indiferencia de esa autonomía hace que esto sea más grande, pero quiero que las mujeres levantemos la voz y nos apoyemos porque solo así podemos castigar a los culpables. Solo así”, afirma Liliana.
También cuenta que busca adentrarse en el activismo para que otras mujeres no sientan la desesperación de ser perseguidas y extorsionadas por haber compartido sus fotos en algún momento. Quiere que todas sepan cómo actuar y qué hacer cuando hombres como César A. intenten manipularlas o difundan su contenido. Busca que todas juntas logren una ley en el Estado de México que las proteja.
Liliana termina de hablar sobre sus planes futuros y parece entusiasmada. Tras cuatro años, páginas pornográficas, acoso en la calle, perfiles fingiendo ser ella y fotos de penes llegando diariamente por mensaje, ella asegura: “Quiero levantar la voz y no dejaré de hacerlo”.
Patricia Ramírez https://ift.tt/2U7XoRw
No hay comentarios:
Publicar un comentario