A las 8:40 del domingo, cientos de voces reunidas en el Monumento a la Revolución se vuelven silencio. La voz de Alfonso Cuarón se distingue difícilmente a través del celular. Se escuchan algunos murmullos y gritos de emoción contenidos. “Gracias a todos por estar”, dice el director de Roma, que hace unos minutos ha ganado su primer Oscar de la noche como mejor fotografía. “Gracias”, repite y el silencio se rompe con el grito de emoción de la gente.
Hace un par de horas que el #ROMAFest inició. El evento parece tener tres tipos de asistentes: los que están preparados para escuchar a Little Jesus, Las Luz y Fuerza o LEZ, de pie y apretados frente al escenario; los que deciden llegar por la noche cuando la transmisión de los Oscar comienza, sentados o acostados en el piso, y los que preferimos estar para ambas situaciones.
Pero el ánimo se contagia cuando las tres pantallas del escenario se oscurecen e inmediatamente después “We will rock you” suena con fuerza por todo el Monumento a la Revolución y las calles cercanas. La interpretación de Adam Lambert y los integrantes de Queen, Roger Taylor y Brian May es el inicio de los Oscar, un comienzo que para los mexicanos reunidos también representa la espera por ver a Roma como la ganadora de la noche, principalmente a su protagonista Yalitza Aparicio.
“Es algo que debemos celebrar todos los mexicanos”, dice Iván, uno de los asistentes, cuándo le pregunto por qué está aquí. Él no es televidente de los premios de la Academia ni de cualquier otra ceremonia de películas que sea similar, pero en su primera vez se ha vestido para la ocasión: gorra negra con la palabra “Roma” y en la mano una bandera de México junto con una pequeña estatuilla que imita cualquiera de las diez que se podría ganar esta noche.
“Esto significa poner en alto el arte, la cultura de México y lo que somos como sociedad del mundo. Es darnos a conocer con nuestro folklor”, me dice Iván que no parece querer moverse cuando algunas gotas del cielo amenazan con convertirse en lluvia. Pero la falsa alarma dura unos minutos y quienes habían decidido moverse en busca de algún techo regresan a sus lugares.
Tras la llamada de Alfonso Cuarón, 12 minutos más tarde suena por el teléfono Yalitza Aparicio. Esta vez no hay silencio, todos gritan “Yalitza”, “Vamos, Yali”. Su voz no es entendible por el ruido de las personas. La llamada sólo dura unos segundos y termina.
“Estoy muy emocionada de ver a Yalitza llegando tan lejos, no sólo por la película de Roma, sino por lo que representa. Me parece histórico que una mujer como ella nos pueda comunicar tanto”. Así es como Julia, sentada bajo una de las carpas a la orilla a un costado de las pantallas, describe la presencia de Aparicio en los premios. Me dice que espera que gane, aunque no está muy segura de que ocurra, “pero verla allí ya nos está haciendo ver las cosas de otra manera”.
Durante la noche todo el ambiente se mantiene: los gritos cada vez que alguna categoría incluye Roma, los aplausos hacia otras películas y actuaciones que también parecen ser preferidas como Bohemian Rhapsody, Black Panther o A star is born.
Que Roma haya ganado como mejor película extranjera no creó tanta expectativa ni conmoción como verla en el último momento con las producciones estadounidenses. Es en la última media hora cuando llega la impaciencia. Las categorías a “Mejor actriz”, “Mejor director” y “Mejor película” son las últimas de la noche.
“Vamos, Yali”, “Venga, Yalitza” se vuelve a escuchar cuando está por revelarse e nombre de la ganadora por su actuación. Hay gritos de emoción. “Y el Oscar es para…” Más gritos, todos en espera de que la histórica nominación se convierta en una victoria para una mujer indígena que ha causado conmoción desde que su rostro comenzó a protagonizar las portadas y los eventos donde nunca se esperó que fuera aceptada. “…Olivia Colman”. Silencio. Se hace un silencio.
“Ella también es buena. Yo la vi, la película de La Favorita allí sale. Es muy buena”, explica una mujer a su pareja que están sentados a mi lado. “Sí, pero queríamos que ganara la Yali”, le responde su acompañante.
Tras el discurso de la mejor actriz, la situación se convierte en un sube y baja. Alfonso Cuarón recibe su premio como mejor director entregado por el ganador del año pasado: Guillermo del Toro. Cuando las pantallas proyectan el abrazo que se dan los directores mexicanos aumentan los gritos y aplausos. Sin embargo, todo baja cuando finalmente Green Book se convierte en la ganadora final como mejor película. Esta vez no es posible evitar los rostros de disgusto y decepción de la mayoría. Algunos presentes se van. Otros esperan un poco. La emisión finaliza y Roma ha ganado tres categorías.
“Está bien, yo digo que está bien. Lo importante también fue ver a una película así en unos premios tan grandes. Que la gente siga viendo el talento mexicano y más que eso, pues que vea lo que pasa en el país, que somos más que mariachis y tequila, también vivimos con mujeres como Cleo”, afirma Luisa, que sigue sentada en su lugar a pesar del movimiento de quienes dejan el lugar.
Antes de las 11PM del domingo las decenas de voces reunidas en el Monumento a la Revolución ya no pueden ser silencio. “Yo no estaría aquí si no fuera por México”, dice Alfonso Cuarón, esta vez en las pantallas sentado con sus estatuillas en las manos. Y siguen los gritos de festejo que responden al agradecimiento del director.
Patricia Ramírez https://ift.tt/2U7DRAO
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