Páginas

viernes, 22 de febrero de 2019

Las 10 cosas que siempre quisiste saber y nunca te contaron sobre el trap

Artículo publicado por VICE Argentina

Como tormenta de verano, la sangre joven apostó a los ritmos urbanos para jubilar a casi todo el resto de la música contemporánea. Heredero del hip hop, el trap se originó en los años ’90, en los Estados Unidos, pero Latinoamérica terminó siendo —en realidad— su patria grande. Y en esa ebullición, Argentina recogió el aguante y ayudó a popularizar el género lanzando algunos de los artistas más reconocidos y talentosos. Todo el mundo conoce a Duki, todos quieren estar en “Modo Diablo”.


Relacionados: ¿Qué tenemos en la cabeza cuando decidimos crear un Club de Fans?


Entretanto, el trap criollo es un género musical pero más es un fenómeno social. Trap es la última de las revoluciones y está ocurriendo ahora mismo con base en el buen uso de tutoriales de YouTube, del autotune excesivo pero completamente afilado, de sintetizadores elegantes, del talento de un puñado de pibes y de sus ganas hambrientas de comerse el mundo. Por acá, la fascinación por las redes sociales, la ostentación por la cantidad de seguidores, la plata para porros, zapatillas y cadenas de oro, la leve pero evanescente misoginia heredada de otras esencias, las fechas que caen como rayos, los músicos millennials y el público centennial, la gloria de un Luna Park y el planeta tendido a sus pies.

Los pioneros

Antes de antes, la movida del rap en Argentina venía con largo aliento. Si bien ya tenía empujón previo, toda la cultura hip hop terminó de explotar con la masividad de Eminem. Y más acá, hubo algunos artistas en concreto que plantaron la semilla del trap. Desde Gerli, conurbano bonaerense, Marciano’s Crew se erigió como uno de los verdaderos originales. Y, en un gesto noble, Duki, Ysy A y Neo Pistea, artistas más jóvenes pero también más masivos, abrazaron a Marciano y ahora trabajan en conjunto. Mientras tanto, al nordeste de la provincia, General Pacheco gestó al Malajunta Malandro, otro de los héroes de la clase trabajadora y, posiblemente, la primera estrella de trap de la Argentina. Sin tanto marco teórico, el fenómeno contemporáneo del trap empezaba a hablar de ciertas drogas, algunos excesos y la vida en los márgenes, pero el Malajunta no compraba ningún flash y se ponía romántico (“De la risa” o “Buen viaje”) y, desde 2016, empezó a cantar la justa con toda: “La casaca del trap está acá, y trasca ¡la calza el Ezequiel!”, escupe Ezequiel Mancilla, el alias de Malajunta Malandro, en “Qiqito Trampa”, posiblemente el primer hit del trap local.

El big bang

Nadie sabe bien qué pasó pero, de un día para el otro, en los supermercados chinos, en las esquinas, en los coches bajitos, en los boliches y en todas las putas casas del país empezó a sonar “Loca”. Erróneamente, “Loca” se lo relaciona demasiado con el archipopular Duki, aunque el tema sea del joven Khea. No obstante, Duki participa con sus vocales y a ellos se les suma Cazzu, la reina del trap local. Por caso, la alquimia de los tres artistas resulta perfecta. “Es una loca, me manda videos al Snap mientras se toca”, cantaban en noviembre de 2017. Es decir: el verdadero big bang del trap nacional tiene apenas poco más de un año. “¿De dónde son estos pibes?” “¿Por qué parecen de Centroamérica?” “¿Qué son esos nombres, por Dios?”, era la que circulaba. Producido por Mueva Records, la primera productora dedicada al género, bajo el mando de Omar Varela, “Loca” es de esos temas que no tienen público definido, ni edad, ni clase social: gustó a todos por igual. Al toque llegaron las fechas por la Costa Atlántica y se encausó solito como el tema del verano. Y fue la punta de lanza para que se destrabe la movida del trap en Argentina. El dato indestructible: por estos días, “Loca” tiene la friolera suma de 350 millones de reproducciones en YouTube.

La cuna de El Quinto Escalón

Las batallas en las escalinatas del Parque Rivadavia fueron convirtiéndose en un fenómeno de masas. Una competencia que fue ganando público de uno en uno hasta que llegó a Internet. Y ahí no paró más. Iniciaron tímidamente hacia el año 2012 pero fue en 2016, con la ayuda de la viralización de sus videos en YouTube, que El Quinto Escalón tomó fama internacional. Después de Frescolate y Mustafa Yoda, los primeros referentes del freestyle local, llegarían nombres que tomarían vuelo propio como Klan, MKS y Papo. Pero fue una segunda oleada de jóvenes la que engordaría las reproducciones: Lit Killah, Wos, Duki, Paulo Londra, entre otros. Todos terminarían en la música. De estos últimos, Lit Killah firmó con una discográfica global, Wos es el actual campeón del freestyle en el mundo, Duki es la estrella del momento (con 22 años ya hizo un Luna Park) y Paulo Londra es uno de los artistas más escuchados en Spotify de toda América Latina, por encima —inclusive— de Lali y Tini. El Quinto Escalón fue la innegable usina de talentos, la verdadera cantera del trap argentino. Varios implicados aseguran que se desarmó por un conflicto de intereses entre sus organizadores: mientras Muphasa quería llevarlo a la profesionalización total, Alejo quería convertirse en músico. Actualmente, Muphasa trabaja para la Freestyle Master Series, la liga anual de freestyle en español, y Alejo se convirtió en YSY A, uno de los traperos de más renombre en el país.

El componente visual-narrativo

Por ser contemporáneo, el trap se yergue como un fenómeno esencialmente audiovisual. Sin dudas, esta movida no sería la misma tratándose solo de canciones sin videoclips y sin un imaginario anclado en Instagram y la alta definición. El nombre propio detrás de la mayoría de éxitos es el joven cineasta Facundo Ballve, famoso por su firma Shot by Ballve, que rebalsa en YouTube. Su productora, Anestesia Audiovisual, se encargó de “Loca”, con Khea, Duki y Cazzu callejeando y una mujer en paños menores mostrándose deseosa. Apoyándose en una buena fotografía y emulando ciertos gestos de los videos de la música latina, Ballve logró entronizar una belleza difícil de conseguir en los clips locales. Así las cosas, comenzó en rodajes como asistente y fue ganando terreno hasta convertirse en el referente visual del trap local. Sus videos suelen reflejar vidas ostentosas, mujeres bellas y casi siempre encuentran vueltas de tuerca narrativas. Algunos de sus obras populares son: “Dorado” de Ecko, “Tamo Loco” de YSY A y “Vete” de Khea. Y alcanzó su punto más alto de realización con “N.A.V.E.”, de Cazzu, en una suerte de aventura sci-fi con la trapera como protagonista.

El aval de Bad Bunny

El innegable patrón del género es el puertorriqueño Bad Bunny. Su popularidad es altísima a nivel mundial y hasta logró lo impensado: que un artista norteamericano de renombre como Drake cantara en español. La apostilla es ver y escuchar “Mía”, y flashear. Pero antes, atento a los fenómenos que ocurren a su alrededor y con Internet como principal brazo ejecutor, Bad Bunny siempre le tiró buena onda a sus pollos locales. No solo con likes, sino también con hechos: en algunos de sus shows por Argentina, hizo subir a LuchoSSJ (freestyler de 17 años y uno de los pocos menores de edad con legitimación), Duki, Khea y Cazzu, con quien se rumoreaba que había tenido un romance. El aval de un original como Bad Bunny le aumentó el precio a la escena argentina subiéndole el volumen con el que venía originalmente. Y para coronar, un remix del tema responsable de este asunto: Bad Bunny se animó a toquetear “Loca”.

La trap house

Una enorme casa en las postrimerías del Parque Centenario, en la Capital Federal, albergó el mayor imaginario dentro de la corta historia del trap argentino. El concepto de trap house viene arrastrado de los norteamericanos como sinónimo de base de operaciones. Si hasta el Malajunta ya hablaba de su propia trap house, donde paraba con la Corner Chantas Crew. A la sazón, más acá, en aquel espacio al que bautizaron como La Mansión, vivieron juntos YSY A y Duki, dos de los referentes de la movida. “Y ahora vivo en la mansión, a pocas cuadras de la avenida”, lanza Duki en “Rockstar”, uno de los temas de su primera ola, en lo que podrían significar referencias a Av. Warnes, Av. Pueyrredón o Av. Ángel Gallardo, las tres linderas al lugar. Durante los meses que duró la aventura colectiva, se hablaba de jolgorio, de vecinos enojados y de una enorme capacidad creativa capaz de juntar largas jornadas drogonas-lúdicas con intensas grabaciones musicales. En su honor, YSY A bautizó a su disco como “Antezana 247”, con la dirección exacta del inmueble. Y reza por ahí: “Cuanto loco como yo: rest in peace, La Mansión”.

La explosión de Duki como personaje pop

Algo tiene. Algo ya tenía en El Quinto Escalón. Por aquel entonces ya era uno de los freestylers a los que el público más faneaba. Y fue ganando popularidad teniendo como base aquel grupo de seguidores. Con buenas performances en las batallas, Duki se envalentonó y sacó “No vendo trap”, su primer tema. Con los meses se hartó y lo borró: quería hacer otra cosa. Curiosamente, con el tiempo, Duki se convertiría en el principal referente de la movida. Un gordito, morocho y achinado que se parte en flow: Duki entroniza el ideal de cientos de pibes criados al calor de Internet con ánimos de gloria. Si “Loca” lo puso en escena y “Rockstar” lo mostró como un artista de fuste, “Si te sentís sola” o “Hijo de la noche” lo llevarían a un estado de gracia. ¿Qué hace y qué deja de hacer? Duki es el artista que le maneja la agenda a grandes y chicos. Tentado por discográficas, terminó siendo el pionero de una generación que no necesitó las armas del mainstream para instalarse en él. Tapa de la revista Rolling Stone e icono juvenil, Duki es la generación de las redes sociales en su máxima expresión, el ejemplo cabal de un cambio de paradigma: verdaderamente, con talento y con constancia, el que quiere también puede.

El beef alimentando al fandom

El chusmerío late y es imán de views. Buscada o no, estas idas y vueltas generan pertenencia, bandos, hinchas de uno y de otro lado. Que tal cogió con la novia de cual. Que cual no se quiso coger a tal. Las redes sociales fomentan el intercambio gediento, el beef, la bronquita. A veces elípticamente y otras veces más directas. Como cuando Duki se la agarró con Ecko, bajo el pretexto de un tuit respondido a su hermana en el que sugería vaya a saber qué cosa. “Mi señorito, lávese la boca, el culo y los huevos antes de decir que usted está haciendo trap”, disparó Duki. De hecho, yendo al hueso, en los portales porno, hay videos íntimos de nuestros héroes teniendo sexo con, supuestamente, la novia de uno y de otro. Esa parte quedará para la fantasía de cada uno. O cuando Neo Pistea devolvió una serie de stories en Instagram visiblemente enojado contra Dakillah. O C.R.O. diciendo por ahí: “La música de Kodigo me parece una mierda”. ¿Qué va a ser? Es tentador, no vamos a decir que no es tentador: el fandom se frota las manos y se alimenta de la mierda ajena.

El joyero y el culto al bling-bling

¡Bling-bling! El ruido de cadenas sobre cadenas. Así como el rap reluce sus joyas más brillosas, el trap continúa con esa tradición. ¿La favorita de todos? La cubana de oro, la cadena más codiciada. “Si querés brillar te presento a mi joyero”, disparaban en “Quavo” desde #ModoDiablo, la agrupación de Duki, YSY A y Neo Pistea. El bling-bling es motivo de ostentación y una suerte de instrumento para medir poder, popularidad y riqueza. Mientras más grande es la cadena, más status dentro del mundillo. “La cubana está en mi cuello, ‘tamos más que lindos y sin firmar con ningún sello”, sacude LuchoSSJ en “Recién me desperté”. Tal es la fascinación de los traperos con el mundo gangsta de las joyas que su joyero se convirtió en un personaje recurrente. Y en Argentina, quien mueve la pelota es Roque, también conocido como 0800 Don Rouch. Aquello queda demostrado en esa fábula de Duki llamada “Chain de Roque” en la que lamenta el robo de su cadena y de una chomba de Lacoste. O en el video oficial de “Alas”, de Duki y C.R.O., en el que se emplaza una imagen fija de un certificado de joyas autenticas.

El “Skere” llegando al mainstream

“Seguidores de una música más o menos hip hop, más o menos rap, un poco más cadenciosa, muy gritado, se agrega una máquina para corregir las desafinaciones y… ¡skerry!”, explicó el legendario periodista Mario Mactas, en la pantalla del canal TN, dejando estupefacta a toda la cultura joven argentina. “Skere” es el grito de guerra de una generación con ganas de joder, es la materialización de un deseo: “Let’s get it”. De ahí, de esa deformación, “skere”. El slang llegó importado de Estados Unidos pero los jóvenes latinos lo adaptaron a su modo. “¿Qué tal esta noche en la casa de Loli? ¡Skerry!”, siguió con ternura Mactas. Digamos que, a su modo, se hizo entender. A esto le siguieron la actriz Sofi Morandi y el youtuber Julián Serrano en el certamen Bailando por un Sueño contándole la expresión de moda a Marcelo Tinelli, su conductor. Semejante popularización y masificación sulfató a Duki, uno de sus principales propulsores: “Desde hoy, ya no más skere”, sentenció desde sus stories en Instagram. Skere ya descansa en paz.

Sigue a Hernán en Twitter

Hernán Panessi https://ift.tt/eA8V8J

No hay comentarios:

Publicar un comentario