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sábado, 23 de febrero de 2019

¿Por qué hay tantos hombres que tienen su colchón en el suelo?

Artículo publicado originalmente por Broadly Estados Unidos.

Hace poco me llamó la atención un fenómeno muy extendido: el de los hombres que pueden pagar sin problema una cama, a juzgar por el tamaño de sus relojes y por su suscripción al gimnasio, pero que aun así optan por dormir con el colchón en el suelo.

Además, las mujeres que salen con esos hombres llevan tiempo quejándose de ello. En un artículo de 2017 de CityPages titulado “Queridos hombres: quiten sus colchones del suelo de una vez por todas”, Ali O'Reilly escribió: “Si me dieran una tarjeta perforada cada vez que he entrado en la habitación de un hombre y he visto su colchón en el suelo, podría hacer teatro de sombras de la Vía Láctea. Quiero ayudar. Si eso implica hacer una lista de sitios donde se puede comprar una base de colchón por un precio accesible y los lugares donde puedes alquilar una camioneta por muy poco dinero, lo haré por ti”.

El año pasado, Nicole Cliffe tuiteó un hilo que se hizo viral, en el que hablaba de que su marido dormía en el suelo cuando se conocieron; montones de hombres y mujeres respondieron con sus propias historias despotricando contra sus parejas antibase para cama (casi siempre hombres). “Hasta ahora solo he salido con un hombre que sí tenía su colchón en una base. Tengo 27 años y llevo seis años saliendo con hombres de Nueva York”, tuiteó una mujer. Otra escribió: “Mi novio estaba tan en contra de las camas normales que cuando nos conocimos, en vez de limitarse a comprar una, se la construyó. Y no de la manera linda. Era básicamente un triste colchón de futón con una sábana encima sobre unas tiras de madera”.

¿De verdad son los hombres más propensos a dormir con el colchón en el suelo que las mujeres? Puede parecer que sí, por las historias que se cuentan, pero como alguien que ha pasado la noche con varios hombres, de los cuales solo unos pocos tenían el colchón en el suelo, no tenía muy claro si se trataba de una epidemia específica respaldada por la ciencia. Así que decidí investigar.

Para escribir este artículo hablé con muchos hombres de muchos contextos socioeconómicos, entre los que se encontraba Corbin Smith, de 30 años, un durmiente a ras de suelo reformado que afirma que acaba de salir de un periodo de 9 meses durmiendo con el colchón en el suelo. (Antes sí tenía un box spring, pero se le rompió y se conformó con el suelo).

“Cuando empecé a dormir en el suelo, pensé: 'Qué más da, es un colchón, con eso basta, ya dormía así cuando era adolescente', pero al final se convirtió en un problema que poco a poco me estaba jodiendo la vida”, me contó Smith. Tenía pareja estable en aquel momento, y aunque ella nunca se quejó, él sospecha que no le hacía mucha gracia. Al final rompieron. “El colchón en el suelo fue una metáfora”, dijo.

"Qué más da, es un colchón, con eso basta, ya dormía así cuando era adolescente"

Cuando a Smith se le rompió el box spring, no fue corriendo a comprar otro, ni a comprar una base para cama. “En parte era por el dinero. Soy independiente y no siempre voy bien. Pero creo que una parte de mí pensaba que no tenía que preocuparme por esos pequeños lujos”.

Otro hombre, que me ha pedido permanecer en el anonimato, durmió en el suelo hasta que su ahora esposa lo obligó a comprar una cama de verdad. Sigue insistiendo en que le gustaba el suelo. “Prefería el soporte del suelo, era mejor que esas estructuras de metal”, afirmó. “Además, muchas chirrían cuando tienes sexo. Lo odio”.

En un hilo de Reddit, un hombre preguntó: “¿Es para tanto tener el colchón en el suelo? Tengo un colchón de 1,80 metros sin base ni box spring. Es un departamento de soltero con una habitación”. Muchos hombres en ese hilo afirmaron preferir la firmeza del colchón en el suelo y que no haya ruidos durante el sexo. (“El sexo no es tan escandaloso”, dice un usuario. “Soy bajito y si subiera la cama, el sexo sería malo”, escribió otro. Aunque no entendemos bien a qué postura sexual se está refiriendo).

Un usuario llegó a sugerir que tener el colchón en el suelo es una buena forma de espantar a las mujeres obsesionadas con el dinero, ya que perderán el interés si sospechan que eres pobre. “Dar pequeñas muestras de pobreza sirve para espantar a las cazafortunas”, escribió un ser humano de lo más intenso.

¿Cuál fue el comentario más escalofriante? “Pues yo duermo en una manta tirada en la alfombra. Tengo una cama buena guardada pero no la extraño”.

Mucha gente de todas partes del mundo y de todos los géneros aprecian dormir en el suelo. Los futones tradicionales y superminimalistas japoneses, también llamados shikibuton, son muy relajantes y cómodos para dormir y ofrecen un gran apoyo para la espalda. Algunos hombres estadounidenses con los que hablé mencionaron esa comodidad y apoyo como un factor de peso para decidir quedarse en el suelo, pero la mayoría dieron la vaga impresión de que sencillamente las bases para cama no eran una prioridad para ellos o de que se les había olvidado comprar una. Es algo que no salió como debería y viven bien sin tenerlo. Claro que este fenómeno es un poco diferente en Estados Unidos que en el resto del mundo, ya que ahí parece que no es tanto una decisión consciente como algo que simplemente ocurre y ya se queda así.

Le pregunté a Smith si pensaba que su ambivalencia con las bases para cama tenía algo que ver con ser hombre, tal y como afirman las mujeres. “Mira, no sé mucho de demografía, pero creo que la sociedad anima a las mujeres a cuidar de sí mismas, algo que no ocurre tanto con los hombres”, apunta.

“Siento como si a los hombres en general les importara mucho menos hacer que la casa parezca un hogar, se preocupan más por la funcionalidad"

Estoy de acuerdo con eso. He salido con más hombres de los que me gustaría reconocer que han vivido en Nueva York durante años sin aire acondicionado, pudiendo pagarlo y disfrutarlo. Su propia comodidad pasa a un segundo lugar para dejar espacio a… ¿qué? ¿Resistencia? ¿Una masculinidad marcada e incómoda? ¿Sexo tan salvaje que hay que detenerlo? Nunca dan buenas razones. Dicen cosas tipo: “Llevo así mucho tiempo”, y lo dejan ahí. Y luego está esta tensión con las tareas del hogar que se remonta a tiempos inmemoriales, una categoría en la que yo meto las preocupaciones relativas a las bases para colchón. Según un estudio de 2014, solo el 19 por ciento de los hombres que trabajan fuera hacen tareas del hogar, mientras que en el caso de las mujeres es el 50 por ciento.

Una mujer que quiere permanecer en el anonimato me dijo: “Siento como si a los hombres en general les importara mucho menos hacer que la casa parezca un hogar, se preocupan más por la funcionalidad. Cuando conocí a mi marido, él y su compañero de departamento no tenían sofá en la sala, solo dos sillas plegables y una tele”. (Hay hasta un meme sobre este fenómeno). Al menos ese es el estereotipo.

Un artículo de Glamour titulado “Cosas que les preocupan a las mujeres que no les importan nada a la hombres” incluye “decorar” en la lista. “Se debe a que los hombres buscan la comodidad y la rutina”, escribía el colaborador bajo el pseudónimo Guyspeak”. “Todo eso está muy bien, pero, ¿voy a estar cómodo? Probablemente. Conozco a muchas mujeres que necesitan crear su espacio para sentirse como en casa. La mayoría de los hombres creamos un hogar en el espacio que tenemos”.

En realidad sabemos que cualquier diferencia de comportamiento que se perciba entre géneros se debe a la socialización más que a tendencias inherentes a la persona. E incluso identificar esas diferencias implica mucha generalización. Yo, por ejemplo, no me considero una mujer que lo tenga todo bajo control. Mis primeros meses en Nueva York fueron demasiado aletargados e inestables económicamente hablando como para priorizar comprar una base de colchón.

Dormía y comía en un colchón en el suelo, donde también me acosté con unos cuantos hombres, incluido uno con el que hacía bocadillos en una tienda local de Williamsburg para poder permitirme el realizar unas prácticas en un medio de comunicación en el que me explotaban y no me pagaban. Entiendo que cuando no hay mucho dinero y vives en un estado de malestar constate, las bases para colchón no son una prioridad. No solo cuestan dinero, sino que también hay que armarlas, y eso requiere fortaleza emocional.

Al igual que me siento empoderada al decir tonterías como que “los dentistas son un timo” cuando estoy en una cita, me siento lo suficientemente empoderada para decirle que se vaya a cualquiera a quien mi estilo de vida le resulte tan problemático que ya no quiera tener sexo conmigo. (Nunca me ha pasado, aún estoy esperando a que un hombre me pregunte: “¿Por qué tienes el piso lleno de envoltorios de gomitas de dulce?” para poder gritar: “¡Lárgate!”). Las pocas veces que he pasado la noche con alguien que tiene el colchón en el suelo, lo superé en el momento. Lo único que me he encontrado en el departamento de alguien que me ha hecho irme inmediatamente fue una cinta para gafete de la NASCAR.

Pero no funciona así con todo el mundo. “Nunca me he ido a casa de alguien que tuviera el colchón en el suelo, pero si me pasara, me resultaría perturbador”, me dijo una amiga íntima que me pidió mantenerse anónima. “Me sugiere que hay confianza o pereza o desesperación y solo me siento identificada con una de ellas. Hablo de la desesperación, por si no estaba claro”.

Maria Yagoda https://ift.tt/eA8V8J

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