Artículo publicado originalmente por Munchies Estados Unidos.
Ya estamos a finales de febrero, lo que significa que desde la semana pasada, el 80 por ciento de ustedes ya abandonó sus propósitos de Año Nuevo y aceptó que es, más o menos, la misma persona que era en diciembre. Pero estoy aquí para decirles que el secreto para mantenerlos —a lo cual deberían aspirar, aunque sea solo porque nuestro planeta se torna cada vez más y más distópico, y vale la pena creer en cualquier cosa que pudiera salvarnos- es tratar a sus propósitos como si fueran caballos de Troya. ¿Cómo logran darle al perro una medicina? La ponen dentro de un trozo de queso. Lo que me lleva directo a los helados, la rutina de ejercicios invernal posterior a las vacaciones, y la razón por la que debemos admitir que ambos son la combinación perfecta.
Mi principal resolución para 2019 fue meditar, lo cual puede ser lo único que comparto en concreto con Gwyneth Paltrow. Me imagino que una meditación exitosa se sentirá como si un perro de terapia residiera en mi cráneo. Pero a pesar de que he intentado usar tanto una aplicación como una pareja con responsabilidad compartida (cuyo concepto de "práctica corta" equivale a 20 minutos, lo cual es el equivalente zen de pedirle a alguien que nunca ha cocinado que trate de preparar una tarta de manzana "básica"), mi práctica actual llena de agitación sugiere que tengo un largo camino por delante. Lo que realmente quiero de la meditación es pasar menos tiempo diseccionando ansiosamente el pasado o anticipando el futuro, y más tiempo enraizada firmemente en el presente. Aspiro a poder lograr esto sin tener que sentarme tranquilamente con los ojos cerrados. El blog Lifehacker dice que esto se puede lograr, y una doctora en PsychologyToday concuerda con ello. Fue así como me descubrí a mí misma en medio del clima más frío que se haya visto en algunas partes de los Estados Unidos en décadas, logrando concentración plena en el momento de comerme un cono de helado de mantequilla de maní.
Cuando sostienes un cono con productos lácteos congelados que está sufriendo todo el tiempo un cambio físico, tu único trabajo es comerlo: para esculpirlo, que no gotee y, sobre todo, para asegurarte de que no termine como una mancha derretida en el pavimento. Soy la clase de millennial absolutamente agobiada por mis responsabilidades que siempre está sopesando qué otra cosa podría hacer para optimizar mis tiempos, así que es emocionante darme cuenta de que cuando estoy sosteniendo un helado, el presente es perfecto tal como es. No quiero revisar mis notificaciones o preguntarme qué llevaré de comer para el convivio o preocuparme de si mis lunares son cancerígenos. Todo lo que quiero hacer es sentarme tranquilamente y deleitarme con la fiesta azucarada de mis sentidos. Aceptar la impermanencia es una enseñanza budista esencial, y el helado es básicamente una lección comestible de efemeralidad. Enfrentar el crujido de la parte inferior del cono puede ser muy similar a enfrentar la noche del domingo o, ya sabes, la muerte misma.
Debido a que tendemos a ver a los propósitos de Año Nuevo como correctivos para los excesos de las fiestas, esperamos convertirnos en unas versiones más saludables de nosotros mismos justo en el momento en que el año es más oscuro y sombrío. Justo cuando el invierno puede parecer el más brutal escenario de supervivencia, nos encontramos frente a un interminable desfile de gélidos traslados y calabazas asadas. Un grupo de investigación de hábitos de consumo en el frío Medio Oeste estadounidense encontró que las personas tienen 3.36 veces menos probabilidades de comprar un helado en los meses fríos que en los cálidos. Pero ¿no será hora de revaluar esta preferencia? Si Martha Stewart considera que el estigma contra el consumo de vino rosado en invierno es algo del pasado, seguramente la idea de comer helado en invierno merece una oportunidad similar. Después de todo, la unión del helado y el invierno tiene sus raíces en la misma historia de este postre, cuando el emperador Nerón de la Antigua Roma ordenó por primera vez que se trajera nieve de las montañas y le dieran sabor con jugo de frutas. Yo diría que ahora es el momento en que más merecemos tanto placer en tiempo presente como calorías aislantes. De hecho: aunque los primeros bocados de helado puedan sentirse muy fríos, el sistema digestivo hace un uso rápido de sus nutrientes, descomponiéndolos para su absorción y convirtiéndolos en energía. El calor generado por estos procesos compensa rápidamente cualquier enfriamiento inicial, asegurando que las calorías en una cucharada de helado terminen provocando un aumento en la temperatura corporal. Por lo que, en realidad, comer helado en invierno es una opción práctica.
Cuando estábamos en la universidad, un amigo mío diseñó un sitio web para calcular cuánto tardan los helados en derretirse, teniendo en cuenta el clima de la ubicación del usuario, el sabor del helado (café, chocolate o vainilla) y el tamaño de la cuchara. Estoy escribiendo esto desde Adirondacks y este día estamos a -6º C, por lo que aparentemente podría conservar mi pequeño cono de helado conmigo por hasta 162 minutos. Cuando le envié un mensaje de texto a mi amigo para expresarle mi sorpresa ante esta lujosa ventana de tiempo (exactamente el tiempo que dura la película Avatar), me recordó que su modelo “no tiene en cuenta la posibilidad de que el usuario empiece a lamer el helado o la cuchara”. Obviamente, no tengo el autocontrol para sentarme con un helado y no lamerlo, pero aprecio que aun así, el clima invernal me de más tiempo para degustarlo lenta y conscientemente. Si por lo regular, prácticamente devoras tu helado en una carrera contra el sol, ahora tienes la oportunidad de prolongar la dicha de la existencia de cada bocado.
En la ciudad donde vivo ahora, no solo hay una heladería al otro lado de la calle de mi bar favorito, sino que hay otra incluso más cerca de mi casa. Este helado está hecho con leche de granjas locales, y está disponible todo el año. Así que como decía en la revista Godey's Lady's Book de 1850: El helado es "uno de los lujos necesarios de la vida". Y un lujo nunca esta fuera de temporada.
Así que a cualquiera que me diga que mi helado de chocolate con menta podría no estar activando los beneficios de la meditación en mi cerebro y que, más bien, es evidencia del fracaso de mis propósitos de Año Nuevo, le lanzaré un helado encima. Cuando me como un helado, me dejo "fluir", y seguramente eso hasta Gwyneth lo aprobaría.
Erica Berry https://ift.tt/eA8V8J
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