La Bala nació en La Paz, Baja California Sur, pero vive en Querétaro, una de las ciudades más conservadoras de México, desde donde hace activismo y agita todo. Estudió Sociología y después se fue por una onda más artística. Su trabajo pasa por el posporno, el performance y la poesía. Hablar con ella es al mismo tiempo un bálsamo y una pregunta abierta sobre los cuerpos y las identidades que no caben en los moldes.
Si el cuerpo es nuestro primer territorio, un territorio en disputa, Alejandra la Bala Rodríguez lo hace aparecer con toda su potencia incómoda desde la disidencia gorda, la disidencia sexual, la disidencia antirracista. Para decir estoy aquí, estamos aquí, aunque no esperaban que sobreviviéramos. Y la supervivencia también es alegre. Por eso reivindicar el goce y la fiesta se convierten para ella en un acto político. Que no va solo, por supuesto: su lucha atraviesa los derechos de las comunidades LGBTIQ+ y también colabora en Graveolens, una organización que defiende los derechos reproductivos de las mujeres.
Su desnudo es una conquista. No es casual que le cierren la cuenta de Instagram o de Facebook cada dos por tres, cuando el ojo censor se toma las atribuciones de decidir qué tiene derecho a aparecer en la esfera pública virtual y cómo. Su actitud es retadora ante esos sistemas de vigilancia. Lanza su cuerpo gordo contra el capitalismo y las ideas normativas, contra el patriarcado que quiere que las mujeres y las lesbianas existan poco, que su existencia sea mínima y se reduzca. Contraofensivas visuales que se acompañan de nuevas maneras de pensar los afectos, las comunidades y las formas de relacionarse: eso es el trabajo de la Bala Rodríguez.
La Bala es una de lxs cincuenta líderes en disidencia sexual y de género cuya vida celebramos en nuestra quinta edición, ORGULLO.
Yolanda Segura https://ift.tt/37UMo1s
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