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lunes, 15 de junio de 2020

Las obras hidráulicas que dejaron sin agua a una colonia en Neza, México

Flor Alonso no cree en el coronavirus. En realidad, ya no cree en muchas cosas. No espera volver a bañarse en una regadera. Tampoco imagina una cocina con un fregadero que tenga una llave de la que salga agua. Mucho menos en un departamento sin botes por todos los cuartos. Fue incrédula cuando las máquinas abrieron agujeros en el concreto de la calle donde vive, “van a cambiar los tubos de agua”, le dijeron sus vecinos.

En 2018, la primera y segunda etapa de la “Sustitución de Red de Distribución de Agua Potable en la Colonia Juárez Pantitlán” se anunciaron rimbombantes entre encabezados y promesas del actual alcalde de Nezahualcóyotl, Juan Hugo de la Rosa: “Iniciamos ya, la sustitución de la red calle por calle, además de establecer líneas de conducción directa para garantizar un mejor abasto de agua”, dijo en una conferencia.

Se gastaron 12.968.803 pesos mexicanos (578.389 dólares) para la primera etapa y 11.948.835 pesos (532.900 dólares) para la segunda. En total 24.917.638 pesos (1.111.289 dólares) para ambos proyectos. Los responsables de las obras son David Marín López, como persona física, que se ha visto involucrado en el “paso de charola”: el apoyo de empresas privadas a campañas políticas a cambio de licitaciones públicas, e Ingeniería Industrial y Servicios Metropolitanos, S.A. de C.V., representada por Martín Antonio Dohi Márquez, ambos beneficiados con otras obras públicas en Nezahualcóyotl.

Las obras concluyeron, las empresas cobraron, pero a los pocos días el agua dejó de caer en las cisternas. Lo que debió beneficiar a los habitantes de la colonia los dejó sin agua para enfrentar la pandemia generada por la COVID-19.

“En la televisión anuncian que nos tenemos que lavar las manos y hasta parece chiste, aquí tiene un mes que no cae agua y así estamos desde que cambiaron los tubos de la calle, que iban a ser nuevos”, dice Flor. Lava un pedazo de pollo con el agua que le trajeron las pipas hace cinco días. Un ligero olor fétido sale del bote oxidado de donde saca el líquido. “Nomás alcanza para darles una enjuagada”.

Habita en la Colonia Juárez Pantitlán en Nezahualcóyotl, Estado de México. Su departamento es pequeño. Dos cuartos y un baño. Vive con su hijo adolescente y su esposo. Junto a su estufa hay un bote de 200 litros y seis cubetas al tope de agua. En el baño hay más botes y cubetas. En el cuarto, junto a la cama, otro bote. Acumular agua es garantía de poderse lavar las manos, bañarse, cocinar e hidratarse. Nada más.

Para lavar los trastos, limpiar y descargar el excusado, el esposo de Flor lleva agua desde la cisterna en la planta baja hasta el tercer nivel donde viven. Las pipas tardan hasta quince días en pasar y, cuando cae un poco de agua, “huele a popó”. En una semana compra diez garrafones de 20 litros, cada uno por ocho pesos (0,36 dólares), 80 pesos (3,57 dólares) a la semana, 320 pesos (14,27 dólares) al mes. “Nos damos ese lujito de bañarnos con agua de garrafón”.

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Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el uso mínimo de agua por persona en un día, a nivel global, es de 100 litros como mínimo para su consumo e higiene. Cinco garrafones de 20 litros diarios. Flor Alonso se las ingenia para sobrevivir con 10 garrafones a la semana y dividirlos en tres: su esposo, su hijo y ella.

En el asfalto están las huellas de las obras hidráulicas. Cicatrices en forma de rectángulos sobre el suelo que son o serán baches. El 15 de agosto de 2017 la Dirección de Obras Públicas y Desarrollo Urbano de Nezahualcóyotl publicó en el Diario Oficial de la Federación las licitaciones LO-815058900-E23-2017 y LO-815058900-E24-2017 para la primera y segunda etapa respectivamente de la “Sustitución de Red de Distribución de Agua Potable en la Colonia Juárez Pantitlán”.

Las obras fueron realizadas con recursos del Fortalecimiento Financiero para Inversión “D” del Ramo 23 de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), en medio de un proceso opaco y lleno de irregularidades.

“Lo anunciaron mucho, fue un proyecto súper sonado aquí, nos decían que iban a meter todo el sistema nuevo”, recuerda Wendy Escárcega. Nació y creció en esta colonia. Vive en la calle Porfirio Díaz, una de las más afectadas por el desabasto de agua. Fue testigo de la inexperiencia de las personas que trabajaron en la obra. “En algún momento los trabajadores dijeron que ellos no sabían sobre instalaciones hidráulicas, que estaban aprendiendo sobre la marcha”.

Sobrevivir al coronavirus sin agua

La colonia Juárez Pantitlán es uno de los límites de Nezahualcóyotl, el municipio del Estado de México con más infectados y defunciones ocasionadas por la COVID-19. Según datos oficiales, hasta el 12 de junio Neza registraba 2 mil 617 casos confirmados y 375 defunciones. Hospitales saturados, pero una vida casi “normal” en las calles. La mayoría de sus habitantes son comerciantes o trabajan en la Ciudad de México, por lo que quedarse en casa no es una opción.

Cuando Julio Martínez intentó subir las escaleras de su casa se quedó sin aire. Se detuvo. Estaba sofocado. Pronto su esposa lo abrazó para que no cayera. “No puedo respirar”, le dijo. Pasó los siguientes cinco días en su cama respirando con la ayuda de un tanque de oxígeno. Tenía varios días con tos, cuerpo cortado y fiebre. Tiene 47 años. Vive en la Juárez Pantitlán desde niño. Trabaja en la Central de Abastos, una zona en la que han ocurrido miles de contagios. Es fletero, transporta abarrotes y legumbres en su combi. “Seguro allí se contagió, aunque traía su cubrebocas y todo”, sentencia Alejandra, su esposa.

Para bañarse, su hija y su esposa lo ayudan a sentarse en una silla. Cargan el tanque de oxígeno hasta el baño. Ante la escasez, calientan agua de garrafón en la estufa y la dejan caer sobre su cuerpo enjabonado. No usan la regadera desde que cambiaron los tubos de la calle. Para el sexto día en cama todo empeoró, el oxígeno no era suficiente, Julio no podía respirar y fue ingresado de urgencia al hospital La Perla, en Nezahualcóyotl. Tres días después confirmaron que tenía coronavirus.

Alejandra está sentada en la banqueta, la acompañan varios de sus familiares. Esperan noticias de Julio, lo último que les dijeron a través de las rejas del hospital fue que lo tendrían que intubar. “No nos podemos mover de aquí. Vamos a esperar hasta que Dios diga, se tiene que recuperar”, dice Alejandra, alza la vista hacía las puertas. Guarda silencio. Espera. Lleva un par de días averiguando cómo está su esposo.

El hospital La Perla se encuentra saturado de pacientes positivos por COVID-19. El personal médico es insuficiente y los contagios entre ellos han ido en aumento, por lo que decidieron protestar el pasado 26 de abril en la explanada del nosocomio para exigir el abastecimiento de equipos de protección necesarios para atender pacientes con coronavirus.

“Si el personal se niega a trabajar puede tener consecuencias legales, sanciones administrativas, civiles, laborales y penales”, amenazó a los trabajadores el director de La Perla, Martín Rosales Bahena, a través de un memorándum. El equipo de protección, como el agua en Neza, sigue escaso. Mientras los familiares esperan una respuesta fuera del hospital, al interior los doctores intentan salvar la vida de Julio y muchos otros pacientes, como les es posible.

El Ramo 23: un pacto de caballeros

En la esquina de Avenida Juárez y Calle 21, en medio de la fase tres de la pandemia del coronavirus, un puesto de tacos de carnitas está atiborrado. Algunos piden para llevar, otros prefieren hacer a un lado el cubrebocas para dar una mordida. La lona que cubre del sol a los comensales está amarrada a una mampara de lámina. Es una señalización de obra pública.

En ella se lee una escueta ficha técnica: “Sustitución de red de distribución de agua potable en la colonia Juárez Pantitlán 1era etapa”. Beneficiarios directos: 6,601 habitantes. “Fondo Fortalecimiento Financiero para inversión D”. Ejercicio Fiscal 2017.

En un principio, las obras serían financiadas a través del Programa de Desarrollo Regional (PDR) del Ramo 23, una bolsa de dinero público que es parte del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF). Dado que el PDR posee lineamientos de operación, existe certeza sobre las características de las obras que se financian a través de él y sobre cómo se ejercen los recursos.

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Pero no todos los programas del Ramo 23 funcionan así. “El fondo de los moches”, como también se le conoce, es utilizado para castigar o premiar a los estados. También ha sido señalado frecuentemente por opacidad y corrupción. Los recursos liberados a través de este fondo han sido utilizados de manera discrecional desde siempre.

Posteriormente el gobierno de Nezahualcóyotl y la SHCP llegaron a un convenio. Según el acuerdo número 240 publicado en la Gaceta del municipio en 2017, año 2, número 8, se cambió la fuente de financiamiento por el Programa Fortalecimiento Financiero para la Inversión “D”, también del Ramo 23, el cual no tiene lineamientos y por lo tanto, su uso es más discrecional y opaco.

“Este cambio probablemente se dio a consecuencia de que el municipio no cumplió con los aspectos técnicos que solicitaban los lineamientos del PDR. Inicialmente en el PEF en los recursos de PDR había cierto monto asignado para ese proyecto, sin embargo, seguramente como no cumplió con los requisitos técnicos decidieron que el dinero para ese proyecto se entregara por Fortalecimiento Financiero, en este no hay reglas de operación, no hay lineamientos. En teoría se cerró como un pacto de caballeros”, asegura una ex colaboradora del área de la Unidad de Política y Control Presupuestario de la SHCP, que pidió no publicar su nombre.

“Sabemos de buena fuente que la obra ya se autorizó y se hará en la próxima administración”, dice dentro de un restaurante el entonces aspirante a alcalde de Nezahualcóyotl, Juan Herrera Moro. Es octubre de 2002 y están reunidos los propietarios de más de 30 empresas constructoras para que les “pasen la charola”. Han venido con la promesa de que si apoyan económicamente la campaña política de Herrera Moro como candidato del PRD, serán favorecidos con obras públicas.

“A cada uno de los contratistas se les pidió una aportación económica para asegurar que serán los beneficiarios en obras públicas, como el proyecto de ampliación del parque industrial del Bordo de Xochiaca, la edificación de puentes vehiculares sobre la calle 7 y otras obras de importancia para esta ciudad”, según lo informó el periódico El Universal, en una nota del 19 de octubre de 2002.

En ese encuentro también se encontraba David Marín López, que desde entonces estaba involucrado en este tipo de negociaciones. Marín López fue el ganador de la licitación para la 1era etapa de la sustitución de red de agua potable en la colonia Juárez Pantitlán. Es un hombre cercano a la actual administración de Juan Hugo de la Rosa. El gobierno de Nezahualcóyotl le asignó, al menos, seis obras en 2019 según un reporte general de obras publicado por el mismo ayuntamiento.

“Mejoramiento de comedor escolar”, “Instalación de Nuevo Equipamiento Deportivo”, “Construcción del Centro De Sanciones Administrativas”, “Rehabilitación de red de alcantarillado”, son algunos de los conceptos por los que Marín López ha recibido más de 48 millones de pesos (2.140.728 dólares), casi todos financiados por el Ramo 23.

En el mismo documento emitido por el ayuntamiento de Neza, se puede leer que Ingeniería Industrial y Servicios Metropolitanos, S.A. de C.V., representada por Martín Antonio Dohi Márquez, ganadora de la segunda etapa del proyecto en la Juárez Pantitlán, recibió por obras como “Sustitución De Pozo” y “Pavimentación De Calles” más de 37 millones de pesos (1.650.144 dólares), también otorgados por el Ramo 23.

“Muchos de esos proyectos son negociaciones políticas que se tenían que hacer a fuerza. Entonces ese fue un esquema que se creó para que los recursos se bajaran forzosamente y con ello dar cumplimiento a acuerdos políticos”, sentencia una ex colaboradora del área de la Unidad de Política y Control Presupuestario de la SHCP que solicitó su anonimato.

De acuerdo con la publicación Ramo General 23, de la discrecionalidad al abuso (2019), realizado por Ricardo Alvarado para Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, el Estado de México es la entidad que más recursos recibió a través de este rubro: 68 mil 952 millones de pesos, entre 2013 y 2018.

La simulación de un concurso

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Hay un agujero en el patio de una casa. Huele a drenaje. Los azulejos en el piso son interrumpidos por un cuadrado vacío de 2.5 metros en cada lado y que se convertirá en una cisterna. “Ya le invertí más de 24 mil pesos (1070 dólares) en material, mano de obra y todavía me falta”. La desesperación por el desabasto hizo que Ana María Pérez decidiera construir una cisterna en medio de la pandemia. El agua es un recurso que no puede esperar.

La cisterna está en el patio de su casa, tiene 2.5 metros de profundidad y una capacidad para almacenar ocho mil litros de agua que traerán pipas particulares. “Tengo mi baño con azulejo y regadera, pero ya no lo utilizamos”. Para bañarse, Ana María se para dentro de una tina y con una bandeja deja caer agua sobre su cuerpo para lavarse. El líquido que se queda en la tina lo utiliza para las descargas residuales o para lavar los pisos de la casa. “Hacemos maravillas para ahorrar el agua. Nos dimos cuenta que tan importante es para nosotros”.

En 2018, durante las obras de la primera etapa, a cargo de la empresa de David Marín López, el ingeniero responsable le dijo a Ana María que no encontraban la toma de agua que conectaba con su casa. “Ya rascamos más de dos metros y el agua del subsuelo brotó y ya no nos deja trabajar”, luego le dieron una solución: “¿Qué le parece si le rascamos a un lado para ponerle una toma nueva?, pero... pues le costaría tres mil pesos (134 dólares)”, recuerda Ana María.

La desesperación por tener agua hizo que aceptara. “Les pague los tres mil pesos y me pusieron la otra toma. Tiempo después platiqué con mis vecinos y me enteré que a varios les hicieron lo mismo”. En la colonia hay algunas casas con doble toma, pero a ninguna llega agua.

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Para la primera etapa del proyecto tres empresas mostraron su interés, aunque se recibió solo una propuesta, la de David Marín López (como persona física). Según el Acta de presentación y apertura de propuestas celebrada el 28 de agosto de 2017, contenida en el expediente 1456725 inscrito en Compranet, las otras dos empresas concursantes, TAQ Sistemas médicos, S.A. de C.V., y Tecnología y servicios de agua S.A. de C.V., no asistieron. Una de ellas nunca se enteró de que participó en el concurso.

TAQ Sistemas médicos, S.A. de C.V. ofrece por internet equipo de atención médica, nutricional y veterinaria, ninguno de sus servicios tienen relación con la construcción u obras hidráulicas. “Quizás por algún error se le dio expresar interés a los procedimientos, pero la empresa que represento no está constituida para este rubro, no participamos en dichos eventos”, reveló Juan Álvaro López, gerente de ventas y licitaciones de TAQ Sistemas médicos, S.A. de C.V.

El mismo “error” que menciona Juan Álvaro ocurrió para la segunda etapa del proyecto. Hubo cuatro competidores: TAQ Sistemas médicos, S.A. de C.V., Tecnología y servicios de agua S.A. de C.V. (ambas también aparecen como ofertantes para la primera etapa), Muratti S.A. de C.V. y la ganadora del proyecto: Ingeniería Industrial y Servicios Metropolitanos, S.A. de C.V., que recibió 11.948.835 pesos (532.900 dólares) para realizar el trabajo, según los contratos contenidos en el expediente 1456791 registrado en compranet.

El acta de fallo, la apertura de propuestas y otros documentos celebrados para ambas etapas del proyecto, no contienen las firmas de la Tesorería municipal, la Subsecretaría de Agua y Obra Pública del Estado de México, el Órgano Superior de Fiscalización, y la más importante, la del director del Organismo Descentralizado de Agua Potable Alcantarillado y Saneamiento (ODAPAS), está ausente. En lugar de la rúbrica de los responsables se lee un “no asistió”.

Ambos procesos para los proyectos que llevarían agua a la colonia Juárez Pantitlán, fueron una simulación de competencia, un proceso opaco y lleno de irregularidades como lo permite el Ramo 23 y que se notó en el trabajo realizado en las calles.

Durante la primera etapa del proyecto se requirió una pieza hidráulica “especial” con la que, según los ingenieros que trabajaron en la calle Porfirio Díaz, podrían conectar los tubos a una segunda red de abasto para que pudieran tener más agua, los vecinos juntaron el dinero y compraron la pieza para que las obras continuaran.

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“Ahí nos veías a todos los vecinos como si fuéramos ingenieros; opinando, ayudando a poner la pieza, porque lo que queríamos era tener agua, lo que fuera lo íbamos a hacer”, dice Wendy. Según los vecinos, por calle se asignó a un ingeniero distinto, en la Porfirio Díaz el que estaba a cargo intentaba pasar desapercibido. “Lo que notaba era que el ingeniero no quería que la gente se enterara que él estaba a cargo, porque le daba miedo, desde un principio se notó que no había el conocimiento necesario para ejecutar una obra de tal magnitud”.

Según las actas de fallo de la primera y segunda etapa, las obras tenían un periodo de ejecución de 130 días naturales, empezando el 7 de septiembre de 2017 y concluyendo el 14 de enero de 2018, pero eso no ocurrió. “Para nada, eso no pasó, se tardaron en total más de seis meses ”, asegura Wendy.

En la calle Porfirio Díaz, entre Valsequillo y Puebla, el trabajo se realizó doble. Cuando cerraron las zanjas los vecinos se dieron cuenta que no caía agua y obligaron a los trabajadores a corregir la operación. Abrieron otra vez las zanjas, corrigieron la inclinación de las tuberías y vertieron por segunda vez el asfalto.

“Tú dices: ‘pues no tengo agua porque están metiendo tuberías en otras calles´, tratas de ser consciente y piensas que cuando terminen ya habrá agua, pero terminaron los trabajos y el agua empezó a escasear”, recuerda Wendy.

Todas las calles tienen su historia, en la Miguel Negrete también hicieron el trabajo doble. “En esa calle vivía una señora que trabaja en el gobierno y fue quien vigiló que las obras de su calle se hicieran bien, al final terminaron y el agua no llegó”. dice Ana María. La influencia de la vecina obligó a los ingenieros a repetir el trabajo, hasta que el líquido cayó a las cisternas. “Si lo supieran hacer no habría tantas quejas de la gente”.

“¿Por qué unas calles en la colonia tienen aunque sea poca agua y la mayoría no?”, se pregunta y se contesta Wendy, “porque en las calles que sí hay, vive alguien que trabaja o conoce a alguien del ayuntamiento o de ODAPAS”. En varias ocasiones, los vecinos hartos de que las calles estuvieran abiertas y no tuvieran agua, amedrentaban al ingeniero, “de aquí no te vas a ir hasta que resuelvas esto”, le decían mientras lo rodeaban.

“La Porfirio Díaz fue de las calles más pacíficas, porque nunca hicimos alboroto, pero al final fuimos los más amolados”, lamenta Wendy.

La economía de la escasez

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Entre las dos y las tres de la mañana los vecinos se levantan a cazar agua. Encienden las bombas que les ayudan a extraer el líquido desde la red hidráulica de la calle hasta sus cisternas, pero son cada vez más raras las veces que logran obtenerlo. “Significa más consumo de energía y nuestros recibos llegan cada vez más caros”, dice Wendy.

En la esquina de la calle Porfirio Díaz y calle Oaxaca hay una “cisterna pública”. Allí todos los vecinos de la Juárez Pantitlán se surten de agua. Llenan botes o tinacos que luego son trasladados en camionetas, mototaxis y triciclos hasta los patios de las casas.

“No entiendo cómo en esa esquina sí hay agua y en las casas no”, dice confundida Maribel Callejas. Desde hace ocho años atiende una de las 12 purificadoras que existen en la colonia. En una semana vende entre cinco y siete mil litros de agua. Unos 400 garrafones de 20 litros. Es un negocio rentable entre la escasez. “El llenado del garrafón cuesta ocho pesos, pero si se los llevo sube a 10”. Reparte garrafones en una motoneta con un triciclo adaptado al chasis.

Con la pandemia las ventas se incrementaron. “Al quedarse en casa el consumo de agua aumenta. A mí me la traen desde Texcoco en pipas particulares”, asegura Maribel, recuerda que cuando se realizaron las obras montó un plástico en la entrada de su negocio para que la tierra que se esparcía con el viento no contaminara el líquido. Les ofrecía agua de vez en cuando a los trabajadores y ellos le hacían platica.

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“Todas las tomas vienen en línea recta con un ángulo de inclinación, entonces lo que ofrecían los ingenieros de la obra a cambio de una cantidad de dinero”, dice convencida Maribel y con sus manos simula la conexión de las tuberías, “era inclinar un poco más la toma para que el agua se concentrará en esa casa, se hace como una cunita y así tenías más agua”. Tampoco sucedió, varios de los que aceptaron el trato ahora le compran garrafones a Maribel, a alguna de las purificadoras que hay en la colonia o al señor del triciclo.

Raúl encontró en el desabasto un trabajo. Tiene 58 años, sabe de la pandemia, pero le es indiferente, no utiliza cubrebocas ni tampoco puede quedarse en casa. “Si no trabajo, no como”, sentencia. Vive en la calle Emiliano Zapata. Montó en su triciclo un tambo para 200 litros, todos los días lo llena con agua de la “cisterna pública”, luego recorre las calles de la Juárez Pantitlán vendiendo 200 litros de agua por 45 pesos (dos dólares).

En realidad lo que paga la gente es el traslado del líquido. “Es un negociazo”, se queja con sarcasmo Ana María de la forma en que el desabasto se convirtió en un lucro para otros, y asegura que el agua de esa cisterna por lo regular está sucia. La tapa de metal que protege el oasis se abre y cierra constantemente, a su alrededor los perros orinan o defecan, los carros pasan levantando polvo, hay basura en el fondo y se introducen decenas de cubetas de todos los vecinos.

“No está del todo limpia, inclusive me ha tocado que el agua que traen las pipas de ODAPAS trae hasta larvas”, asegura Ana María. La lluvia aparece y ella intenta tapar con un plástico el agujero que abrió en el patio de su casa para construir una cisterna.

Cartas sin respuesta

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Florentino ha vivido toda su vida en la Juárez Pantitlán, está pensionado y tiene 67 años. Es población en riesgo ante la COVID-19. Está sentado en la sala de su casa, con una decena de hojas en las manos, lee con pausas los oficios que ha mandado a ODAPAS a lo largo de un año para intentar solucionar la escasez.

“Por medio de la presente… solicitamos la revisión del sistema de agua potable en la colonia Juárez Pantitlán… ya que desde hace un año que sustituyeron la red de agua potable se han presentado fallas en el servicio… han pasado hasta cuatro semanas seguidas sin tener el vital líquido…”

Florentino juntó firmas de algunos de sus vecinos y las anexó a los oficios en los que solicita al Ing. José Gerardo Cárdenas Guzmán, director general de ODAPAS, la atención a los problemas de la red de agua potable en la colonia Juárez Pantitlán.

Hasta ahora ha entregado más de siete oficios en las oficinas de la dependencia. El primero en junio de 2018, dos más en mayo y junio de 2019, los últimos en marzo de 2020, en donde también solicitaba el apoyo de pipas, pero la autoridad no ha respondido a ninguno de los oficios.

Alguna vez ante las peticiones, el personal de ODAPAS se presentó en la casa de Florentino. Llegaron, levantaron la tapa de la cisterna, hicieron apuntes, “efectivamente no tiene agua”, corroboraron, y eso fue todo. No regresaron a la colonia.

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“A mí no me gusta hacer bloqueos y manifestaciones, prefiero exigir por medio de documentos, por eso tengo todos los servicios de agua pagados, para poder exigir al gobierno este servicio, les digo a mis vecinos que paguen para poder exigir, pero como nadie tiene agua, nadie quiere pagar”, asegura Florentino.

Hasta el cierre de esta publicación, el Organismo Descentralizado de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento (ODAPAS), ni la Dirección de Obras Públicas y Desarrollo Urbano de Nezahualcóyotl, responsables de estos proyectos, respondieron a la solicitud de entrevista que les fue enviada ni a las llamadas solicitadas.

ODAPAS fue dirigido hasta 2017 por José Antonio Junes Martínez, según el acta de fallo de las obras, en la que su firma está ausente y en su lugar se lee un “no asistió”. Actualmente el organismo tiene como director al ingeniero José Gerardo Cárdenas Guzmán, quien tampoco respondió a las solicitudes de entrevista.

La nueva normalidad, sin agua

BOTES AGUA

Lo normal en la colonia es acarrear agua y almacenarla. Adolescentes recorriendo las calles con cubetas en las manos. Señoras con cubrebocas comprando tambos en el mercado. Adultos mayores sin cubrebocas que reparten agua para sobrevivir. Hombres que llenan botes con agua para después cargarlos hasta sus casas. Repartir garrafones en camionetas o motocicletas. Madres que acarrean agua a las escuelas en donde estudian sus hijos.

El hijo de Maribel estudió en la primaria Consuelo Rodríguez, ubicada en la esquina de calle Oaxaca y Calle 13, en la Juárez Pantitlán. “En algunas ocasiones los maestros nos solicitaron el apoyo para acarrear agua de la toma pública de la esquina, hasta la cisterna de la primaria”. Ante el desabasto del líquido y la ausencia de las pipas, así se organizan los maestros, padres de familia y conserjes de la escuela para que los niños puedan usar el baño.

A Erick se le hizo hábito hacer sus necesidades antes y después de ir a la escuela. Durante los tres años que asistió al jardín de niños “Manuel J. Buen día”, en la Juárez Pantitlán, “se aguanto las ganas de ir al baño”, cuenta Wendy, su madre.

El preescolar también sufre de desabasto. “A veces nos decían a los papás que si podíamos donar una cubeta de agua”. El ayuntamiento acordó mandar pipas frecuentemente, pero no pasó. El niño se acostumbró por tres años a no ir al baño en la escuela. Cuando ingresó a una primaria de tiempo completo en la Ciudad de México, entraba a las ocho de la mañana y salía a las cuatro de la tarde, ocho horas forzando a su cuerpo a no defecar ni orinar, lo que le trajó como consecuencia dolores estomacales.

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“El seguía con la idea de que los baños estaban sucios, tuvimos que explicarle que ya era otra escuela y que acá sí podía usar los baños”, recuerda Wendy. Después de eso su hijo vivió la primaria de forma distinta. Ya podía ir al baño cuando su cuerpo se lo pidiera.

El pasado 30 de mayo Esteban Moctezuma Barragán, titular de la Secretaría de Educación Pública, presentó el programa federal “La Escuela es Nuestra”, un protocolo para el regreso a clases y en el que se garantiza, entre otros servicios básicos, “el acceso a jabón, agua o gel en todas las escuelas del país”. Empero la nueva normalidad en preescolares, primarias y secundarias de esta colonia se espera con distancia social, cubrebocas o caretas, pero sin agua para lavarse las manos.

Los habitantes de la Juárez Pantitlán se esfuerzan para conseguir agua y al mismo tiempo sobreviven a una enfermedad que nos separa, no permite despedidas y destruye los pulmones. El COVID-19 ha remarcado la ineficiencia de algunos de los servicios más básicos como el de la salud y el abasto de agua. Las negligencias de las empresas que trabajaron en esta colonia fueron encubiertas por funcionarios ausentes que no han contestado a los llamados de la población y que los dejaron sin agua para enfrentar al virus.

Nezahualcóyotl proviene del náhuatl y significa “coyote hambriento”. Desde hace años que el coyote también está muriendo de sed.

*Este reportaje forma parte de las actividades para combatir la corrupción en la gestión del agua, de Ethos Laboratorio de Políticas Públicas. Contó con la coordinación general de Liliana Alvarado, Silvia Márquez y Dalia Toledo, así como con el apoyo de Miguel Ángel Santibáñez.

Miguel J. Crespo / Ethos* https://ift.tt/2YAaI4M

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