Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
Durante el brote de SARS de 2003, casi todos los casos sospechosos en Estados Unidos eran personas que habían viajado recientemente a partes del mundo donde el SARS se estaba esparciendo, como China. En julio de ese año, Sakae Inouye, investigadora de la Universidad de Mujeres de Otsuma en Tokio, planteó un hecho desconcertante: había habido más turistas japoneses que estadounidenses en China, pero Japón había escapado de alguna manera al SARS, con cero casos reportados oficialmente.
Una de las suposiciones de Inouye, que escribió en una carta a la revista médica The Lancet, era que el SARS podría transmitirse con mayor facilidad en ciertos idiomas, como chino e inglés, debido a la cantidad de aspiraciones y exhalaciones necesarias para producir los sonidos comunes del lenguaje.
En chino, "las consonantes p, t, k, q, ch y c, cuando se colocan delante de las vocales, se pronuncian con una fuerte exhalación", escribió. En inglés, p, t y k también se pronuncian exhalando la respiración, pero no en japonés. También notó que el sonido "p" no se usa con tanta frecuencia en el idioma.
Sugirió que una persona china le hablaría principalmente en inglés a un viajero estadounidense: "por lo tanto, creo que los turistas estadounidenses estarían expuestos a las gotitas infecciosas en mayor medida que los turistas japoneses".
La idea de que la transmisión de la enfermedad podría cambiar según el lenguaje se ha planteado de nuevo durante la actual pandemia global de SARS-CoV-2.
El 14 de mayo, Japón comenzó a levantar su estado de emergencia, dos semanas antes de lo planeado. Sus nuevos casos de COVID-19 han caído a cerca de 0,5 por cada 100.000 habitantes. Además alcanzaron esta cifra sin un distanciamiento social estricto o pruebas generalizadas como en otros países. "¿Acaso Japón venció al virus sin cuarentena ni pruebas masivas?" se preguntaba un titular reciente en Bloomberg. Incluso en Tokio, la ciudad más poblada del mundo, los números de casos se han reducido a un solo dígito.
En internet han circulado suposiciones sobre por qué Japón se libró tan fácil de la crisis. Hitoshi Oshitani, un virólogo y experto en salud pública de la Universidad de Tohoku, dijo a la revista Science que identificaron cúmulos de infecciones para evitar su propagación e instaron a las personas a evitar espacios cerrados, multitudes y entornos de contacto cercano donde las personas hablen cara a cara". Otros factores que pudieron haber contribuido a detener los contagios en Japón fueron su ya existente cultura del uso de mascarillas y una respuesta rápida para rastrear a las personas infectadas.
Pero la cuestión del lenguaje ha resurgido: tal vez hay algo al hablar japonés que produce menos partículas virales que pueden transmitirse a los demás. En mayo, un video de la televisión japonesa comenzó a circular en Twitter —donde obtuvo más 40.000 reacciones positivas—, el cual muestra a una mujer que dice: "Esto es un bolígrafo", primero en japonés y luego en inglés, con un pedazo de tela blanca colgando frente a su cara. Cuando la mujer habla inglés, la frase hace que la tela se agite gracias al aire que sale de su boca; cuando habla japonés, se queda casi completamente quieta.
Se cree que una de las formas en que el coronavirus se transmite entre las personas es a través de gotitas respiratorias que pueden caer y aterrizar en las superficies y luego ser llevadas al rostro de las personas mediante el tacto. Toser y estornudar son los elementos principales de la transmisión de estas partículas que contienen enfermedades, que a menudo son lo suficientemente grandes para verse a simple vista.
La frase "The rainbow is a division of white" (El arco iris es una división del blanco) produce muchas más partículas que "A sign from the gods to foretell war" (Una señal de los dioses para predecir la guerra).
Sin embargo, el habla normal también puede producir partículas más pequeñas que no podemos ver, pero son lo suficientemente grandes para transportar virus patógenos. Se ha debatido la cuestión de qué tanto puede propagarse el COVID-19 por el aire en estas pequeñas partículas. Los reportes de casos de transmisión en las prácticas del coro, restaurantes y call centers sugieren que es posible que el SARS-CoV-2 se enganche a las partículas aerosoles y permanezca suspendido en el aire.
Dos estudios recientes encontraron que hablar con normalidad puede emitir miles de partículas pequeñas que pueden permanecer en el aire durante más de 10 minutos. Otro estudio reciente determinó que existen algunos sonidos del habla que producen más partículas que otros. Por ejemplo, se emiten más partículas al decir frases que tienen muchas vocales.
"Decir iiii libera más partículas que decir ahhh", dijo William Ristenpart, ingeniero químico y experto en fenómenos de transporte en la Universidad de California en Davis. En un estudio publicado en enero, Ristenpart y sus colegas descubrieron que decir la frase "The rainbow is a division of white" (El arco iris es una división del blanco) produce muchas más partículas que "A sign from the gods to foretell war" (Una señal de los dioses para predecir la guerra).
Aun así, todavía no podemos identificar un idioma en particular que sea más o menos riesgoso para la transmisión. Ristenpart dijo que el volumen al que una persona habla podría anteponerse a cualquier diferencia individual de cada lenguaje. El equipo descubrió que algunas personas, a pesar de su idioma o volumen, parecen emitir muchas más partículas que otras cuando hablan. De acuerdo con varios expertos, las variaciones de los diferentes tipos de habla, respiración y canto deben analizarse e investigarse, dijeron varios expertos, especialmente a medida que se hacen recomendaciones de salud pública en torno al uso de mascarillas, a qué distancia y dónde pueden reunirse las personas (y hablar), y qué tipo de actividades que involucren hablar o cantar pueden hacerse en interiores, sin importar el idioma.
Un estudio de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC por sus siglas en inglés) publicado en mayo encontró que en una práctica del coro en el estado de Washington, una persona infectó con COVID-19 a otras 52 en el transcurso de un ensayo de dos horas y media, entre las cuales dos murieron posteriormente.
No es la primera vez que se ha relacionado la actividad de cantar —una especie de conversación ruidosa y prolongada— con la propagación de una enfermedad. En la década de 1960, los investigadores analizaron cómo cantar puede ayudar a propagar la tuberculosis. Descubrieron que la cantidad de gotitas en el aire producidas por el canto era seis veces mayor que la cantidad producida por una conversación, y casi lo mismo que la tos.
Más recientemente, un estudio en The Journal of Aerosol Science descubrió que contar de 1 a 100 libera seis veces más partículas que toser una sola vez. En 2009, un estudio determinó que toser continuamente durante 30 segundos liberaba la mitad de las partículas que decir "ahhh" durante 30 segundos.
Se cree que estas partículas provienen de la capa mucosa que recubre el tracto respiratorio, y son muy pequeñas: aproximadamente 1 micra de diámetro (una micra es la millonésima parte de un metro). Sabemos que estas partículas minúsculas pueden transportar otros patógenos. De igual forma, investigaciones de 2016 y 2018 encontraron influenza infecciosa en partículas emitidas por personas infectadas con influenza que no tosían ni estornudaban, sino que simplemente respiraban de forma natural.
Estas partículas podrían ser un riesgo aún mayor de infección, ya que permanecen en el aire por más tiempo (ya que son muy ligeras) y podrían penetrar aún más en el tracto respiratorio. Y dado que el habla es más común que toser o estornudar, tiene más posibilidades de liberar partículas.
Un estudio publicado en mayo en The Proceedings of the National Academy of Sciences descubrió que hablar puede impulsar miles de pequeñas gotas aerosoles al aire, que pueden evadir la gravedad y permanecer flotando en el aire durante 8 a 14 minutos.
Los investigadores le pidieron a la gente que dijera la frase "stay healthy" (mantenerse saludable) y luego midieron las gotas emitidas: se produjeron alrededor de 2.600 gotitas por segundo. Aunque los sujetos del estudio no estaban enfermos, los investigadores utilizaron la información de estudios anteriores y estimaron que un minuto de hablar en voz alta podría producir 1.000 gotas que contienen el virus.
"Para las personas asintomáticas, las gotas de saliva que se crean al hablar de manera simple, sin estornudar ni toser, probablemente representan la mayoría de las gotas que una persona expulsa, pero se necesita investigar más para determinar la cantidad de partículas de virus que están presentes en las gotas generadas por el habla", dijo Lisa Yuan, portavoz del estudio, en el Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y Renales.
No se han examinado tan de cerca los diferentes tipos de conversación, mucho menos los diferentes idiomas. En el pasado, la investigación se ha centrado en comparar hablar con toser, dijo Ristenpart, no en comparar diferentes fonemas, los componentes básicos de sonido del habla.
En enero, Ristenpart y sus colegas examinaron cómo los diferentes fonemas podrían afectar la emisión de partículas. Les pidieron a las personas que dijeran sonidos únicos y palabras de dos sílabas (baba, papa, mama), y luego les pidieron que leyeran una sección de texto llamada "El pasaje del arco iris", comúnmente utilizado en la investigación lingüística, de donde provienen las frases antes mencionadas: "El arco iris es una división del blanco", y "Una señal de los dioses para predecir la guerra".
Descubrieron que algunos fonemas tienen una correlación con una mayor producción de partículas. La vocal /I/ —que es el sonido que se emite al pronunciar las palabras need y sea (necesidad y mar)— produce más partículas que /ɑ/ —el sonido en las palabras saw y hot (sierra y caliente). Las vocales tienden a entonarse con mayor fuerza y el sonido se emite sin ninguna obstrucción en el tracto vocal, lo que significa que no hay barrera para la emisión de partículas.
Todos los idiomas poseen diferentes fonemas que se usan con mayor frecuencia, así como diferentes tasas de habla. Ristenpart y sus colegas escribieron en su artículo que su investigación sugiere que "la transmisión de patógenos respiratorios en el aire podría ser modulada por las características fonéticas del idioma hablado".
Las diferencias en los fonemas del idioma japonés no son suficientes para explicar por completo por qué sus casos de COVID-19 han disminuido con tanta rapidez. Ristenpart enfatizó que hay muchos factores que determinan la transmisión además de la forma de hablar de la persona. No se trata solo de cuántas partículas se liberan, sino de dónde te encuentras, cómo es el flujo de aire en el ambiente, cuánto tiempo estás expuesto a las partículas infecciosas, cuántas partículas hay y luego cómo responde tu sistema inmunológico si dichas partículas logran entrar a tu cuerpo.
"Hay muchas cosas en esto", dijo Ristenpart. "Tal vez la elección del idioma desempeña algún papel, o tal vez los japoneses tienden a estar un poco más separados, hablar más bajo, o tal vez no hablan tanto".
Incluso Inouye, quien publicó por primera vez sobre cómo los japoneses podían emitir menos partículas, ofreció una hipótesis diferente un año después, en una carta a Improbable Research: "Mi nueva hipótesis: los japoneses no se dan la mano al saludar, sino que se inclinan", escribió.
La propagación del patógeno podría estar ligeramente influenciada por el lenguaje, pero también por ciertas personas que producen más partículas cuando hablan. La investigación de 2019 también descubrió que un pequeño número de personas eran "superemisores del habla", que regularmente producían muchas más partículas que los demás, a pesar del idioma que usaban o cuán alto hablaban.
"Llamamos a esto la hipótesis de la boca ruidosa", dijo Ristenpart. "Algunas personas hablan muy a menudo a un volumen bastante alto, así que van a emitir más partículas. Otras personas, por razones que no entendemos, emiten muchísimas más partículas que otras".
Podría haber algunas razones fisiológicas desconocidas que hacen que alguien sea un superemisor del habla, y necesitamos más investigación para descubrir si eso contribuye a hacer de alguien un "súper difusor", individuos que propagan infecciones en mayor medida que otros.
"Sería conveniente evitar largas conversaciones cara a cara con otras personas a menos que estés alejado y en un espacio bien ventilado, incluso al aire libre".
Aun así, Ristenpart cree que el lenguaje —los sonidos que se producen y el volumen en el que son emitidos— debe ser una consideración epidemiológica a tener en cuenta, especialmente al considerar por qué un determinado país tiene tasas de infección altas o bajas.
En un editorial reciente en Science, los científicos de la Universidad Nacional Sun Yat-sen en Taiwán y la Universidad de California en San Diego propusieron que una gran proporción de los contagios de COVID-19 "parecen estar ocurriendo a través de la transmisión de aerosoles producidos por individuosasintomáticos durante la respiración y el habla".
Argumentaron que para que la sociedad pueda reabrirse, es necesario tomar medidas que reconozcan y aborden esta transmisión de aerosoles, como pedirle a la gente que use mascarillas. Las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud para lavarse las manos y el distanciamiento de 1,5 metros están basadas en estudios de la década de 1930, que mostraron que las gotas grandes de la tos y los estornudos caen rápidamente. "Sin embargo, cuando se realizaron estos estudios, no existía la tecnología para detectar aerosoles que miden 1 micra o menos", escribieron los autores. "En vista de lo poco que sabemos sobre la producción y el comportamiento de gotitas respiratorias infecciosas en el aire, es difícil definir una distancia segura para el distanciamiento social".
En última instancia, es mucho menos arriesgado reunirse al aire libre, a un mínimo de 1,5 metros, porque "cuando estamos al aire libre, las gotitas producidas al hablar se dispersan rápidamente en el espacio que nos rodea, por lo que siempre que practiquemos distanciamiento físico, la probabilidad de transmisión será menor". Dijo Yuan.
"Sería aconsejable evitar largas conversaciones cara a cara con otras personas a menos que estés alejado y en un espacio bien ventilado, incluso al aire libre", explicó Linsey Marr, profesora de ingeniería civil y ambiental de Virginia Tech, al New York Times.
Sin embargo, el gobierno de Trump publicó pautas para la reapertura de iglesias y otros sitios de culto en mayo. Retiraron las advertencias sobre cantar que originalmente recomendaban "suspender o al menos disminuir el uso del coro/conjuntos musicales y cantar o recitar en conjunto durante los servicios".
Esto es preocupante, dada la explicación que dieron los CDC de por qué las personas en la práctica del coro de Washington fueron tan susceptibles a la infección: "Los miembros tuvieron una exposición intensa y prolongada, mientras cantaban sentados a solo 20 centímetros uno del otro, posiblemente emitiendo aerosoles".
Este hecho revela otra diferencia con Japón que tiene que ver más con la política de salud pública de lo que se dice. Incluso en Tokyo Disney Resort y Universal Studios Japan, las nuevas medidas de seguridad recomiendan a los visitantes no gritar en las montañas rusas.
Aún no sabemos con certeza qué actividades donde exhalamos —como respirar, hablar, toser, gritar, cantar o estornudar— son más riesgosas cuando se trata de la transmisión de enfermedades, ya sea de COVID-19 o futuros brotes de otros padecimientos.
Sin embargo, Ristenpart tiene una idea: "Una posible medida de salud pública que sería fácil de implementar sería recomendar a todos que hablen como si estuvieran en una biblioteca".
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