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martes, 23 de junio de 2020

Linn da Quebrada | Música y performer | Brasil

—Mi palabra no es un espejo sino un martillo que quiebra las imágenes que he construido de mí misma. Las identidades crecen como si fueran terceras piernas: nos dan estabilidad, pero nos inmovilizan. Así sea doloroso, es necesario arrancárselas para ganar movimiento. Llevo treinta años destruyendo versiones de mí a partir de una pregunta: ¿quién soy?

Una terrorista de género. Una sirena de asfalto. La que quebró la costilla de Adán: una nueva Eva. Ni actor ni actriz: atroz. Una bicha negra de favela. Una bicha travesti. Una bicha molotov: la que dinamita la masculinidad normativa apuntándose a sí misma. Linn da Quebrada ha sido esas y muchas otras. Horadando su cuerpo en un proceso de excavación identitaria, la compositora y performer brasileña —que este año lanza su segundo álbum, Trava Línguas— ha señalado sus propias grietas, que en el circuito musical de su país han desatado terremotos.

—La música tiene un poder de normalización de ciertas corporalidades. En ella hay una repetición de temas, como el amor o el deseo, desde un pacto narcísico de la blanquitud y la heteronormatividad. Yo decidí usar la música como magia contra ese pacto silencioso e inconsciente, como arma para matar en mí al hombre blanco.

Desde el barrio periférico Fazenda da Juta en la Zona Leste de São Paulo, donde comenzó su carrera como artista, Linn ha disparado abiertamente contra los regímenes misóginos y heteronormativos de escenas como la del funk carioca desde sus shows provocadores y las canciones de Pajubá, su disco debut. Su rabia antimachista y antirracista ha sido el primer paso para, en sus palabras, imaginar “nuevas coreografías sociales”: ella misma ha sido un nodo de articulación de una robusta colectividad de artistas negras trans de Brasil, como sus amigas Liniker y Jup do Bairro, con las que están construyendo una red política y afectiva que quiere desafiar el mito de la única historia:

—El sistema capitalista coopta lo que hacemos y juega el juego de la representatividad. La representatividad es importante, pero tiene problemas y límites. El capitalismo musical nos utiliza como tokens con el mito de la única historia: como si solo una artista trans y negra representara la historia de todas las personas negras y trans. No se puede abarcar en un solo cuerpo la multiplicidad de historias y experiencias que somos. Por eso hay que hablar también de participación social y no solo de representación.

En la arqueología de sí misma, Linn ha sido también actriz en la televisión brasileña y protagonista de un documental, Bixa Travesty, que ganó el premio Teddy de la Berlinale en 2018 y que popularizó su trabajo fuera de su país. En esa arqueología ha visto también su propio fondo: superó un cáncer, y a través de esa experiencia entendió que, aún de cara a su propia mortalidad, nunca dejaría que su cuerpo fuera disciplinado, que “de las fragilidades podía extraer potencias”.

—Desde mi arte quiero pensar en esas nuevas potencias de los cuerpos, en la posibilidad de crear nuevas relaciones amorosas, nuevos núcleos familiares, nuevos sistemas, nuevos modos de vida, nuevos proyectos de mundo. La heteronomatividad es frágil, como una cáscara de huevo. Por eso la sociedad pone tantas barreras: porque este es un sistema que nació fallido y está predestinado al fracaso.

Linn es una de lxs cincuenta líderes en disidencia sexual y de género cuya vida celebramos en nuestra quinta edición, ORGULLO.

ORGULLO VICE

A Felipe lo encuentras en Instagram y Twitter como @estimadofelipe.

Felipe Sánchez Villarreal https://ift.tt/37VmBGx

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